viernes, 31 de mayo de 2013





      El “porque sí” es un argumento de justificación muy habitual en estos días. Lo que implica que el sentido común y la razonabilidad se han ido al diablo. En esta especie de espiral hacia abajo, todo va decayendo en una vorágine de absurdo que pecaría de alarmante si no fuera tan habitual. 

     Uno arranca a la mañana, temprano, tempranísimo, porque no habrá vacas en camisón ni amanecerá más temprano pero igual hay que arrancar antes del alba y meter a los chicos prácticamente dormidos en las escuelas porque no es tan importante su capacidad de aprendizaje en la penumbra del sueño como meterlos en el aula tem-pra-no. ¿Por qué? Porque sí. 

      Y allá vamos rumbo a dónde sea, completando la grilla con lo que nos informa la radio: que servicio de trenes y cual de subtes funciona hoy, y durante que horario, y qué molinete hay liberado por la medida de fuerza de turno; cuál calle está obstruida por un accidente y cuál por alguno de los varios piquetes programados para la jornada. Un casillero para tener en cuenta las obras en marcha que se disponen a romper calles y veredas, y otro para las que después se dedican a emparchar. Y trazado el mapa de esquive del cascoteo hay que contar con los cambios de manos de algunas calles, modificación de carriles, semáforos que no andan, bicisendas varias, el monumental e interminable metrobus con el trasplante de árboles, y dejar margen a la improvisación para los desvíos intempestivos por eventos públicos de cuatro o cinco gatos locos cortando una calle para pedir que no nos corten más las calles. Y ahí vamos. 

      Esa será la razón. Arrancamos tempranos porque sospechamos que algo nos va a demorar.




 



     Pero vamos bien, a algún lado llegamos. Pero para acceder al piso 11, nuestro destino, hay que afrontar la cola de media cuadra del ascensor. No es problema, va rápido. Un solo ascensor para un edificio público de 15 pisos, pero bueno, hay que ser positivo, al menos es un ascensor que todavía funciona. De los viejos, con puertas tijera. ¿No estaban prohibidos? Supongo, pero no levantemos la perdiz: mejor uno peligroso que ninguno, que por escalera no vamos a subir. Al rato arribamos a destino pero no hay sistema y no nos pueden atender. ¿Habrá sistema mañana? Tal vez, quién sabe. Pruebe. Bajar por el ascensor es imposible, no para cuando viene de vuelta. Serán, nomás, las escaleras, pero, bueno, bajar es más fácil. 

      Seguimos intentando trabajar. Pasamos a retirar una historia clínica al hospital, está cerca, se puede ir caminando. Pero al llegar leemos el cartel escrito en una hoja rayada de cuaderno que está de paro el personal administrativo y hoy no atienden. Estoicos, seguimos hacia otro objetivo. 

      Si, mejoramos, la compañía de seguros no está de paro ni hay que esperar una cola larga para acceder al ascensor (moderno éste, todo cerrado de metal resplandeciente a guisa de espejo, con una amable voz que te saluda cuando subís y te avisa cuando llegaste al piso). Pero no vamos a retirar ningún cheque porque se suspendieron los pagos. ¿Por qué? Quién sabe. Órdenes de arriba. Pero estaban autorizados, habían ordenado las libranzas hace un mes. Sí, pero no. Hay que esperar nuevas directivas. Habrá nomás que pasar por el banco a retirar algo de efectivo para los gastos del día. Pero el cajero humano (si, así los llamamos ¿no es horrible?) no nos atiende, hay que ir por las máquinas. Pero la máquina está fuera de servicio porque se trabó con los nuevos y colorinches billetes de Evita. Son demasiado grandes y el papel muy grueso. Se desfasan y atrancan el mecanismo. Estamos esperando al gerente para que abra y desenganche el mecanismo. Pero el gerente no está, fue a hacer un trámite personal a algún lado y vaya uno a saber, capaz que no hay sistema o se demoró por el tráfico. ¿Por qué hacen billetes que no entran en los cajeros automáticos y los traban? Quién sabe. ¿Por qué sí? 

     Intentamos abandonar la Capital, regresando a nuestro terruño provincial. Pero de pronto todo se queda quieto. ¿Qué pasó? Que resulta que los micros de larga distancia están de paro por aumentos de salarios y no sale nada de Retiro. Pero como hace días que vienen con esto, los pasajeros tomaron las avenidas aledañas y cortaron toda la actividad de la zona. Camiones gigantescos varados para donde mires. Como mamuts tumbados al sol. Sí, todo quieto pero el ruido de bocinas, gritos y puteadas te hace vibrar como gelatina el cerebro. Hay que huir, a pie, pero huir rápido. Cuando ya apenas podemos dar un paso más (los zapatos con plataforma que te permiten aumentar veinte centímetros tu altura y rebajar en cinco kilos tu peso elevan la autoestima pero dificultan los deportes pedestres) conseguir un taxi es la próxima odisea. No es para exagerar, hay muchos taxis en Buenos Aires. Uno recuerda porque no los tomas cuando al subir el conductor baja la banderita: son carísimos. Podemos vivir con $ 6.- al día siempre y cuando no tomes taxis. 

      Mentalmente y a toda velocidad, superando cualquier GPS, trazamos el camino más corto hasta el punto donde podemos capturar un colectivo, subte o tren, que nos saque del loquero generando el menor gasto. Nuestro diagrama mental es exacto pero falaz: podemos encontrar la huida a sólo diez cuadras pero el contador de fichas del taxi también camina por tiempo y estamos en mitad de un desbarajuste donde los autos no pueden circular ni a paso de liliputiense. Pero todo tiene su lado positivo, el taxi no avanza pero al menos estamos sentadas y los pies descansan un poco. Después del “asentamiento” más caro del mundo, tras veinte minutos en los que avancé exactamente dieciocho metros y veinticinco centímetros, pagué y volví a la lenta y renqueante caminata hacia el Obelisco.


 



    Debo decir que por lo habitual estos “contratiempos” no logran provocar la ofuscación; por el contrario, uno avanza con resignada costumbre, no esperando algo distinto a lo que diariamente obtiene. Siempre es así, ¿por qué habría de cambiar? Y a esto se le agrega que si buscás sosiego en la nicotina las fotos en las cajetillas te espantan hasta el extremo que al intentar hacerte de un cigarrillo sin abrir los ojos acabás quemándote el pelo con el encendedor; cuando te metés a un bar a consolarte en tu estricta e insulsa dieta hipocalórica con una omelette de espárragos resulta que ahora los mozos te esconden la sal y te hacen más insufrible el almuerzo; y al final, cuando conseguís subirte a un bondi, descubrís que la tarjeta Sube se quedó sin crédito y sólo tenés monedas de 2 pesos que son precisamente las únicas que las máquinas boleteras de esa línea no aceptan. ¿Por qué? Porque sí.

     ¿Entramos en un volcánico estado de furia? No, claro que no. Si todos los días es lo mismo. Por el contrario, nos sorprendemos de no habernos topado durante la jornada con alguna novedad: no nos cruzamos con formaciones militantes de La Cámpora vigilando precios, ni “blanqueadores” de dólares evadidos del sistema comprando inmuebles al por mayor, ni una importante invasión de iraníes invirtiendo con prodigalidad oriental en el país gracias a la política de acercamiento iniciada con el Memorandum de Entendimiento. ¡No nos robaron ni nos asesinaron durante el período que estuvimos fuera del hogar! ¿De qué nos podemos quejar? Estamos viviendo en la “década ganada”, ¿no? En la tierra de las maravillas. El que no lo entiende es estúpido. Lo dijo ayer la seudo faraona a una cuadra de distancia de mi oficina: No me tomen por estúpida.





martes, 28 de mayo de 2013




   Timing, todo es el timing. Hasta diferenciar a un sociópata de un psicópata. Sé que suena absurdo, pero en la vida práctica (en la vida práctica de Buenos Aires que yo practico diariamente) todo, pero absolutamente todo, es improvisación y oportunidad. Todo es según el momento y donde te encuentres. Nada tiene una lógica previsible, de dos más dos es cuatro. Acá y ahora es, o puede que no, pero sí -si es que justo das vuelta esa esquina y justo alguien cruza esa calle-. Hoy, al menos por diez minutos, esto vale, pero dentro de un rato… ¡vaya uno a saber! 


      Trato, dios lo sabe, de actuar de modo racional, pero cuando el entorno no lo es, uno, al menos para sobrevivir, se adapta. Hasta extremos ridículos, pero el ser humano es animal de costumbre y cuando este exótico deporte se practica día tras día, uno lo encuentra natural y resulta automático comportarse invariablemente al ritmo de la ocasión. Lo difícil es tratar de explicar las cosas a alguien que lo vea desde afuera. Tratar de no sonar completamente delirante, de que cuando uno hace una pausa no le pongan el chaleco de fuerza. 

      Uno apuesta al resultado: las cosas van saliendo (inexplicable, ¡milagrosamente!), se acomodan solas, poco a poco las piezas encajan como en un ordenado puzzle. Porque así suele suceder, aunque sea difícil de creer, aunque parezca materialmente imposible y racionalmente poco probable. Ahí estamos. En esta realidad disparatada con código propio. Código timing. 

     Muchas veces (siempre, para ser honesta) evito planificar. Parto de un punto y determino el objetivo, pero no trazo los recorridos de uno hacia el otro. Avanzo, claro, o más bien me dejo llevar. Vamos hacia allá. Lo que cuenta es la determinación, la obstinación asnal, el deseo feroz, la fuerza de la convicción, la testarudez del capricho. Vamos a llegar hasta ahí. Y tras giros y giros de calesita psicótica llegamos, aunque parezca mentira. No sé qué merito hay en esta especie de lotería pero tampoco sé qué responsabilidad. Es lo que es. Probablemente alguien verá al destino, a la providencia o el mero azar en todo esto. Qué sé yo. Es el timing. El ritmo. La vida que vivo todos los días. Este bordear el desquicio a cada momento. Y seguir andando.



 


  “Derwatt había vivido sencillamente, en Islington, comiendo mal a veces, pero siendo siempre generoso con los demás. Los chicos de su vecindario lo adoraban, y se sentaban a esperarlo sin aguardar ninguna recompensa, pero él siempre se hurgaba los bolsillos y les daba quizás sus últimos peniques. Justo antes de ir a Grecia, Derwatt sufrió una desilusión. Había pintado un mural encargado por el gobierno para una oficina de correos de un pueblo del norte de Inglaterra. Le habían aprobado el boceto, pero rechazaron la obra una vez terminada: el mural mostraba a alguien desnudo, o demasiado desnudo, y Derwatt se negó a modificarlo. (“¡Y tenía razón, por supuesto!”, le aseguraron a Tom los amigos de Derwatt). Pero eso lo privó de las mil libras con las que había contado. Pareció ser la gota final de una serie de decepciones cuya profundidad sus amigos no habían percibido, y por lo cual se reprochaban a sí mismos. En la historia también había una mujer, recordó Tom vagamente, la causa de otro desengaño, aunque no parecía haber sido tan importante para Derwatt como sus decepciones laborales. Todos los amigos de Derwatt eran profesionales, la mayoría de ellos independientes y muy ocupados, y en los últimos días, cuando Derwatt los llamó varias noches, no por dinero sino por compañía, le dijeron que no tenían tiempo para verlo. Sin que sus amigos lo supieran, Derwatt vendió los muebles que tenía en su estudio y se fue a Grecia, desde dónde le escribió una larga y sombría carta a Bernard. (Tom nunca la había visto). Luego llegó la noticia de su desaparición o muerte. Lo primero que hicieron los amigos de Derwatt, incluida Cynthia, fue juntar todas sus pinturas y dibujos y tratar de venderlos. Querían mantener su nombre vivo, querían que el mundo supiera y apreciara lo que él había hecho. Derwatt no tenía ningún familiar y, recordó Tom, había sido un huérfano que ni siquiera conoció a sus padres. La leyenda de su trágica muerte ayudó en vez de obstruir; habitualmente, las galerías no se interesaban por los cuadros de un artista joven y desconocido que ya hubiera muerto, pero Edmund Banbury, un periodista independiente, usó su talento y su acceso a periódicos, suplementos culturales y revistas de arte para escribir artículos sobre los cuadros de Derwatt, y Jeffrey Constant fotografió algunas de sus pinturas para ilustrarlos. A pocos meses de la muerte de Derwett encontraron una galería, la Galería Buckmaster, y encima en Bond Street, ansiosa por manejar su obra, y pronto las telas de Derwatt se estaban vendiendo a seiscientas y ochocientas libras. Entones sucedió lo inevitable. Se vendieron todas las pinturas, o casi todas, y eso fue cuando Tom vivía en Londres. (…) …Se encontró una noche con Jeff, Ed y Bernard en el pub de Salisbury. Ellos estaban tristes porque se les estaban acabando los cuadros de Derwatt, y fue Tom el que dijo: “Les está yendo bien, es una pena terminar así. ¿No puede hacer Bernard algunos cuadros al estilo de Derwatt?” Lo dijo como una broma, o una broma a medias. Apenas conocía al trío, sólo sabía que Bernard era pintor. Pero Jeff, un sujeto práctico como Ed Banbury… miró a Bernard y dijo: “Yo también pensé en eso. ¿Qué te parece, Bernard?”. Tom había olvidado la respuesta exacta de Bernard, pero recordaba que Bernard bajó la cabeza como con vergüenza o sencillamente aterrado ante la idea de falsificar a su ídolo. Unos meses más tardes, Tom se cruzó en la calle con Ed Banbury, y Ed le dijo que Bernard había hecho dos Derwatt excelentes y que habían vendido uno de ellos como auténtico en la Buckmaster. (…) –Nuestro problema- le dijo Jeff esa noche- es que no podemos seguir diciendo que encontramos otro Derwatt en algún sitio. Bernard lo está haciendo bien, pero… ¿te parece que podríamos desenterrar un buen tesoro de Derwatt en alguna parte, como Irlanda, donde pintó por un tiempo, y venderlos y después parar? A Bernard no le entusiasma seguir. Siente que está traicionando a Derwatt, en cierta forma. -¿Y qué hay si Derwatt todavía sigue vivo en algún lado?- dijo Tom, después de reflexionar un momento-. Un solitario recluido en algún lado, que envía sus pinturas a Londres. Eso, siempre y cuando Bernard siga. –Hmm. Bueno… sí. Grecia, quizás. ¡Qué gran idea, Tom! ¡Puede hacerse eternamente! -¿Qué tal México? Me parece más seguro que Grecia. Digamos que Derwatt está viviendo en una pequeña aldea. No le dirá a nadie el nombre de la aldea… excepto quizás a ti, a Ed… (…) …Funcionó. Empezaron a llegar cuadros de Derwatt desde México, dijeron, y la dramática historia de su “resurrección” fue explotada por Ed Banbury y Jeff Constant en más artículos periodísticos, con fotos de Derwatt y de sus últimas pinturas (de Bernard), aunque no de Derwatt en México, porque no permitía reporteros ni fotógrafos. Los cuadros eran enviados desde Veracruz y ni siquiera Jeff o Ed sabían el nombre de la aldea donde vivía. Derwatt quizá estaba mal mentalmente para recluirse de esa manera. Sus pinturas eran mórbidas y depresivas, según algunos críticos. Pero cotizaban ahora entre las más caras de cualquier artista vivo de Inglaterra, el Continente o Estados Unidos. (…)…Tom… pensó en Bernard, trabajando secretamente en las falsificaciones de Derwatt en una habitación de su estudio, la puerta con llave quizás. El lugar que ocupaba Bernard era bastante triste, como siempre lo había sido. Tom nunca había visto el sanctum sanctorum donde pintaba sus obras maestras, los Derwatt que producían miles de libras. Si uno pintaba más falsificaciones que cuadros propios, ¿las falsificaciones no se volverían para uno más naturales, más reales, más genuinas, incluso, que su propia pintura?


 Patricia Highsmith, La Máscara de Ripley, Grupo Editorial Norma, Buenos Aires 2010, páginas 23/28





sábado, 25 de mayo de 2013

RAGNARÖK






“En los sueños (escribe Coleridge) las imágenes figuran las impresiones que pensamos que causan; no sentimos horror porque nos oprime una esfinge, soñamos una esfinge para explicar el horror que sentimos. Si esto es así ¿cómo podría una mera crónica de sus formas transmitir el estupor, la exaltación, las alarmas, la amenaza y el júbilo que tejieron el sueño de esa noche? Ensayaré esa crónica, sin embargo; acaso el hecho de que una sola escena integró aquel sueño borre o mitigue la dificultad esencial.







  El lugar era la Facultad de Filosofía y Letras; la hora, el atardecer. Todo (como suele ocurrir en los sueños) era un poco distinto; una ligera magnificación alteraba las cosas. Elegíamos autoridades; yo hablaba con Pedro Enriquez Urueña, que en la vigilia ha muerto hace muchos años. Bruscamente nos aturdió un clamor de manifestación o murga. Alaridos humanos y animales llegaban desde el Bajo. Una voz gritó: ¡Ahí vienen! Y después ¡Los Dioses! ¡Los Dioses!





  Cuatro a cinco sujetos salieron de la turba y ocuparon la tarima del Aula Magna. Todos aplaudimos, llorando; eran los Dioses que volvían al cabo de un destierro de siglos. Agrandados por la tarima, la cabeza echada hacia atrás y el pecho hacia adelante, recibieron con soberbia nuestro homenaje.






  Uno sostenía una rama, que se conformaba, sin duda, a la sencilla botánica de los sueños; otro, en amplio ademán, extendía una mano que era una garra; una de las caras de Jano miraba con recelo el encorvado pico de Thoth. Tal vez excitado por nuestros aplausos, uno, ya no sé cual, prorrumpió en un cloqueo victorioso, increíblemente agrio, con algo de gárgara y de silbido. Las cosas, desde aquel momento, cambiaron. Todo empezó por la sospecha (tal vez exagerada) de que los Dioses no sabían hablar. Siglos de vida fugitiva y feral había atrofiado en ellos lo humano; la luna del Islam y la cruz de Roma habían sido implacables con esos prófugos. Frentes muy bajas, dentaduras amarillas, bigotes ralos de mulatos o de chino y belfos bestiales publicitaban la degeneración de la estirpe olímpica. Sus prendas no correspondían a una pobreza decorosa y decente sino al lujo malevo de los garitos y de los lupanares del Bajo. En un ojal sangraba un clavel; en un saco ajustado se adivinaba el bulto de una daga.





  Bruscamente sentimos que jugaban su última carta, que eran taimados, ignorantes y crueles como viejos animales de presa y que, si nos dejábamos ganar por el miedo o la lástima, acabarían por destruirnos. Sacamos los pesados revólveres (de pronto hubo revólveres en el sueño) y alegremente dimos muerte a los Dioses.”

 Jorge Luis Borges, Ragnarök, El Hacedor 1960 








viernes, 24 de mayo de 2013




     En una de mis viciosas paradas en busca de café miré por arriba la edición de cultura de La Nación de esta mañana (ADN Cultura), y me encuentro con que presentan como “novedades” editoriales dos libros que hace rato compré a buen precio en las librerías de calle Corrientes. El último coyote de Michael Connelly, editado en 1995 y que en español yo lo tengo en una edición del 2005, y Construir al enemigo de Eco, que lo promocionan como “su último trabajo” y data del 2011 y fue lanzado por ese mismo diario en versión económica en su “Biblioteca Umberto Eco”. Probablemente por tener una mañana un poco compleja (más de hora y media para llegar de Lanús a Congreso cuando por la distancia no debería emplearse más de veinte minutos) el que tildaran de nuevos lanzamientos a esos libros me generó una terrible (y desproporcionada) indignación.


 


    Ahora, más tranquila, intuyo que ese enojo era retrospectivo y que realmente está descargando la furia ardiente que arrastraba desde ayer cuando oí las últimas pavadas de Carta Abierta. No sé qué me subleva más: el tenor de estupidez que encierran los pseudo oráculos de los otrora referentes intelectuales o el hecho de que yo los respetara y me sienta absolutamente defraudada en mi buena fe. ¿Cómo se puede ser tan servil? ¿Cuánto –y con qué- le están pagando para venderse en modo tan evidente? ¿Cómo es posible que esas personas que antes sonaban racionales ahora se pongan a defender lo indefendible? 

      Cómo es posible que no señalen lo obvio: no hay razón para defender a los gobernantes ni hay que agradecer por lo que hacen bien, ya que HAN SIDO ELEGIDOS PARA HACER LAS COSAS BIEN, están obligados a hacer bien las cosas, a mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos a los que representan. No es un mérito que actúen bien, DEBEN HACERLO SI O SI, uno no los vota para que nos arruinen el país y la vida. Son nuestros empleados y tenemos derecho a pedirle constantemente RENDICION DE CUENTAS. Uno no contrata empleados para que hagan cualquier cosa, sin derecho a protestar hasta que venza el contrato, y a rendirles infantil devoción si, en una de esas, hacen algo bien. 

      Que Forster hable de “fantasma de corrupción” es realmente ofensivo. Le puedo permitir a una persona sin formación, que no ha tenido el tiempo que tienen los intelectuales para desperdiciar en lecturas y debates retóricos, y que trabajan catorce horas al día para pagar el alquiler y la comida de los hijos, que afirme con la sabiduría del pobre que “roban pero hacen”. Pero que los de Carta Abierta justifiquen las barbaridades de los K en beneficio de la supuesta “redistribución de la riqueza” que han hecho estos progresistas de papel mache, es para alcanzarles la copa de cicuta y apelar al honor que alguna vez tuvieron.


 


      Pero de vuelta me digo que tanta mala sangre no tiene sentido. A ellos poco le importa mi enojo y a mi me hace subir la presión. Al pegar la vuelta el tiempo en el bondi me permite la lectura y casi podría tildar de placentero el caótico tráfico de Buenos Aires. Y el ensayo de Eco en el que estoy actualmente demorándome logra cambiarme el humor. 


      “Deudor como soy de Borges de tantas ideas en el curso de mi actividad previa, era un consuelo que Borges hubiera hablado de todo, salvo del ornitorrinco, y disfrutaba así al haberme sustraído a la angustia de su influencia. Mientras iba a dar a la prensa estos ensayos, Stefano Bartezzaghi me señaló que, por lo menos verbalmente en un diálogo con Domenico Porzio, explicando (quizá) por qué nunca había ido a Australia, Borges habló del ornitorrinco: “Además del canguro y del ornitorrinco, que es un animal horrible, hecho con pedazos de otros animales, ahora también está el camello.” (…) En este libro explico por qué el ornitorrinco no es horrible sino prodigioso y providencial para poner a prueba una teoría del conocimiento. A propósito, dada su aparición muy remota en el desarrollo de las especies, insinúo que no está hecho de pedazos de otros animales, sino que los demás animales han sido hechos con pedazos suyos.”

 Umberto Eco, Kant y el ornitorrinco, Random House Mondadori S.A. Uruguay 2013 Pág. 12 .







      Y aunque parezca mentira, al llegar a casa desde uno de los televisores me recibe el Disney Channel con la pegadiza canción de Perry, el ornitorrinco de Phineas y Ferb:

¡Perry! de mis amigos el mejor/ es más que un pato o un castor/ un caramelo de gran sabor/ ¡OH, PERRY! / más que un helado o un bombon/ más que una araña o un ratón/ te amamos más que a todo lo anterior/ ¡OH, PERRY!/ tú eres tan gracioso,/ tan suave y esponjoso,/ y como verde azuloso/ ¡SI, PERRY!/ Regresa Perry vuelve pronto a tu hogar…/ Phineas: Oye Candace, ¡¿ por qué no cantas?!/ Candace: ¡OH, PERRY!/ yo me preocupo mucho/ aunque seas el más ducho/ por encontrarte yo… ¡¿lucho?!/ ¡OH, PERRY!/ suenas como serrucho/ y como ya no te escucho/ mi nombre cambio a…¡Cucho!/ Phineas: ¡¿CUCHO?!/ Candace: Ya no tengo más rimas, hermano./ Todos: Ella se llama Cucho/ Regresa, Perry, vuelve pronto a tu hogar/ Regresa, Perry, vuelve pronto a tu hogar/ GRRRRR…/ ¡Oh! ¡¡¡Ahí estas Perry!!!





sábado, 18 de mayo de 2013

ARTEBA 2013 Y LA CULTURA POPULAR





    Reconozco ab initio que es altamente probable que lo próximo que diga (escriba) esté tinto de auténtico, tangible y extremo RE-SEN-TI-MIEN-TO. Aclarada la cuestión, sigo. En un par de días inaugura ArteBA, la 22, y, otra vez y como siempre, no formo parte. Es para artistas de verdad, lo que no es mi caso. Se supone que es para el arte representativo contemporáneo y yo, obviamente, no represento nada. Hace tiempo, en las primeras ediciones, algo hicimos. Eran otros tiempos y se ve que lo mío entonces o no era tan malo o el nivel de la feria no era tan excelso. También es cierto que más galerías chicas participaban, había lugar para las revistas de arte de medio pelo, y la cosa era más abierta y accesible. Eso fue entonces, ahora estamos top top. No es para cualquiera (que vengo a ser yo y no habrá quién lo discuta). Ahora tenemos curadores iraníes (no voy a opinar sobre eso, símbolo elocuente de nuestro “avance”: el régimen chavista, los acuerdos con Irán y las misiones de comercio a Angola) y las empresas más fashion -Mercedes Benz, Chandon, Petrobras- regentean los espacios y concursos donde el ARTE (con mayúscula) se resume en una bota (si, el calzado) o unas cuantas sogas colgando desde el techo. Soy yo que no entiendo. Evidentemente el arte es otra cosa. Nos quedamos afuera y largamente atrás. 






     Por respeto a ese resentimiento que me reconozco, cada año por estas fechas (al menos desde que me caí del tren) trato de evitar no ya ir –que lo evito fácil dado mi poca sociabilización general- sino leer nada que tenga que ver con el evento. Pero se ve que hoy estaba con la guardia baja, torpe y descuidada, y cruzó por la línea de mi visión el suplemento ad hoc que trajo La Nación esta mañana. Y me hice mala sangre. Pero era de cajón, previsible. Bla, bla, bla. Sí, sangro por la herida. Sí, soy una pintora de fin de semana. Sí, lo mío es pasatiempo banal, no es “arte”. Estoy lejos de captar la intrínseca sabiduría de la mediocridad que implica no saber dibujar y no saber pintar pero aun así ser El Artista de moda descubierto por las galerías que marcan tendencia. Reconozco mi ignorancia. No entiendo de qué va y realmente que yo no lo entienda no le importa a nadie. Los astutos galeristas y los intuitivos coleccionistas del mundo puede seguir su camino triunfal pisoteando sin pena sobre mis nefastos restos. Y hasta ahí todo bien, yo podría haber sobrevivido el día de hoy sin sentarme a escribir destilando toda mi hiel resentida. Pero tuve que toparme con la columnita de opinión de Jorge Coscia (página 20 del suplemento ADN Cultura, La Nación, Sábado 18 de Mayo 2013). Será porque el Secretario de Cultura de la Nación tuvo el descaro de titular Patrimonio a Puertas Abiertas”. Será porque arranca afirmando sin pudor: En la última década el Gobierno Nacional ha abordado la recuperación de nuestro patrimonio como uno de los ejes rectores de las políticas culturales.” “¡¿Lo qué?!" diría la Catita de Nini Marshal; “Que lo parió…” sentenciaría Inodoro Pereyra



 


      ¿Recuperación? Sí, vamos, ¡seamos justos! Este gobierno a invertido en la recuperación de la cultura nacional. Millones y millones de dólares en el Fútbol para todos”, y en el boxeo para todos, y el automovilismo para todos (como las milanesas para todos, la merluza pascual para todos, dicen que ahora la ropa para todos y el menú diario de $ 6.- para todos así llegamos al esperado logro del HAMBRE PARA TODOS). Y la gran recuperación que ha significado el “VATAYON (así lo escriben ellos) MILITANTE”, un grupo de presos (sí, señores que están dentro de las prisiones por minucias como robar y asesinar a sus conciudadanos) que salen (¡!) de las cárceles para conformar murgas o bandas (con perdón) de instrumentos que "animan" eventos que según ellos son culturales y según el sentido común no pueden calificarse de otra cosa que de actos políticos de dudosa calidad. Hemos recuperado el arte en las calles cuando Delía y sus hordas toman comisarías en Barracas o cercan la embajada de Israel negando el holocausto. Recuperamos el sentido del ridículo (en altas dosis) cuando uno escucha unos instantes (más no se soporta) el “análisis de los medios” del canal estatal a travéz de 6,7,8 o presencia como designan “embajadora cultural” a la Coca Sarli. Recuperamos el descaro cuando “los muchachos” se ponen la camiseta de La Cámpora para repartir las donaciones de ciudadanos solidarios a los inundados de la catástrofe de La Plata. Recuperamos el sometimiento de nuestros derechos –cual estado de sitio- cuando al “democratizar la justicia” nos vedan de las medidas judiciales cautelares para defendernos del abuso del estado. 







      Y Coscia sigue (supongo que sólo para fastidiarme a mí, que ya quedó claro que no entiendo nada): La multiplicación de metros cuadrados dedicados a la cultura en estos últimos diez años es exponencial.” Sí, claro. Midamos. Los hoteles en el sur, el yacuzzi en el despacho de Boudou, las casas de millones de dólares de todos los funcionarios K, sus secretarios, sus choferes y hasta sus jardineros (la distribución de la riqueza –entre ellos- pero distribución al fin).



 


      Y sigue: Hemos venido a levantar las persianas, a quitar los candados, a abrir de par en par las puertas de los museos.” Quién va a discutir eso: a ellos no les gustan los candados. Bóvedas blindadas y cajas fuertes de última generación.







      Y termina: Con este gesto, empujamos una vez más la acción democrática de la reflexión, el debate y el disfrute colectivo, cumpliendo con nuestro deber de acercar el arte a todos los públicos.” ¿Qué entenderán por “debate”? ¿Y por “reflexión”? Sólo dios y la faraona (perdón, seamos exactos: la arquitecta egipcia reencarnada) lo saben. Pero estoy siendo injusta. Ella popularizó las carteras Louis Vuiton, los Leboutin, Harvard y el twiter presidencial. Auténtica cultura popular. Que el populacho mire y goce como Cristina necesita agrandar el vestido para que le entren los zapatos y agrandar la bóveda para que le entren los euros (debidamente pesados) que sigue facturando como la “abogada exitosa” devenida en “presidente exitosa”. Para todos y todas. Pobre país.





viernes, 17 de mayo de 2013




      Hace dos días me debatía en un honesto ataque de conciencia. ¿Hasta dónde se puede negociar con los límites éticos si ese desvío nos acerca a nuestra galería? Hasta hace dos días era casi seguro que optaría por la desidia y acabaría permitiendo que los límites éticos se impusieran, dejando que mi natural pereza evitara el que me aprovechase de la “debilidad” ajena (aunque dicha “debilidad” fuese realmente la obvia malicia de alguien que pretende aprovecharse de mi presunta “debilidad” de amable mujercita inferior). Pero ayer, en mitad de la rutina, haciendo lo que hago siempre, en algo que no tenía nada que ver con esto, de pronto una palabra (en realidad dos: un nombre y un apellido que me retumbaron dentro del cráneo) hace que tome conciencia que todos los caminos conducen hacia mí.

     El Olimpo (o los Hados, vaya uno a saber) han decidido que un montón de personas, que debaten por un montón de dinero –y que son todos afectos a las trampas-, por distintas vías y sin darse cuenta, lleguen a poner en mis manos el manejo de los hilos de todo el grupo de marionetas. ¿Casualidad? No hay otra lectura: tanta gente por todos lados y justo a mí acuden los dos bandos en esta disputa. ¿El destino? Será. Lo que deba ser será. Insha´Allah. ¿La mano de dios? (Maradona está en otra cosa, muy ocupado en su decadencia). Quién sabe. Y vuelvo a preguntarme: ¿qué hago? A mi amague de huida (¡un día antes!) le replica la realidad metiéndome en el juego otra vez por el otro lado. Muevo las blancas y las negras, es como decir que no tengo chance de perder. El ajedrez es un exceso de estrategia y yo soy más propensa al impulso, la intuición y el franco jugar a jugar. Desistí del libre albedrío cuando desistí de la fe de mis mayores y del bautismo. Supongo que yo misma soy una pieza más. “Dios mueve al jugador y éste, la pieza./ ¿Que dios detrás de Dios la trama empieza…?” diría Borges.


 


     La foto del principio de esta entrada corresponde a La Reina artera, de la serie Las Fantasías de una Muñeca Inflable. Hace poco me enteré que en el ajedrez la reina no existe, la pieza que conocemos como tal era originariamente el firzán, el gran visir. El peón devenido por su valor y lealtad en el segundo del rey. 

      Me desasnó Brascó (de esto como de muchas otras cosas placenteras):


El rey del ajedrez es un monarca destituido, medio alcornoque, papanata, que corta poco y pincha menos en los lances de la batalla- dijo Derrourelle. (…) El rey siempre está escondido tras las barbacanas del enroque o esquivando con dificultad las avanzadillas enemigas que intentan capturarlo- continuó el prisionero. -Está inspirado en la psicología de los monarcas persas de la dinastía Parthia, en los años cuando algunos cortesanos ingeniosos inventaron el ajedrez en Fars. (…) Fars o Parsa, una población de la antigua Persia que dio nombre al idioma farsi. Después de conducir el imperio durante más de cuatrocientos años, la exhausta dinastía Parthia fue declinando en reyes cada vez menos interesados en guerras, intrigas y administraciones y más en especulaciones fantasiosas, señoritas aturdidas y hartazgos gastronómicos. Jolivet bostezó entre los atuendos:- ¿De qué antiguallas está hablando, Lucien? -Persia, siglo dos, o tres, más o menos. -Vejeces.- suspiró. – Hablemos del torneo. (…)-Estoy hablando del ajedrez- dijo Derrourelle- que es la materia de nuestro torneo. (…) Aburridos de gobernar, los reyes parthios delegan cada día más poderes y responsabilidades en el visir o firzán, ministro mayor del imperio, quien termina manejándolo todo. Es el monarca verdadero. -Mazarino, Richelieu: la historia de siempre- dijo el barón. (…)-Por eso en el ajedrez el firzán es la pieza más poderosa, capaz de atacar en diagonal como el alfil y en longitudinal como la torre. Lo único que no puede hacer es saltar y envolver de flanco, como el caballo. (…) En el Occidente medieval de Leonore d´Aquitanie, el firzán fue transformado en reina, una bobaliconada de cortesanos afeminados. -Ahora entiendo lo que siempre consideré ininteligible-dijo el barón. –El peón que llega a reina. (,,,) -Un mero soldado que a sangre y fuego llega hasta la octava casilla en el corazón mismo del campo enemigo- continuó Labuillerie. –Puede, por su valor, ser ungido gran visir, pero nunca reina. Es ilógico, antinatural, en un juego que es todo raciocinio y verosimilitud.” 

Miguel Brascó, El Prisionero, Vocación Buenos Aires 2012 pág.89/92




miércoles, 15 de mayo de 2013




      Siempre he sostenido que uno no puede hacerse cargo de las fantasías ajenas. A duras penas podemos sobrevivir las propias. Pero, por ese espíritu contradictorio que me condena, acabo enredada en auténticos ovillos donde fantasías propias y ajenas se entretejen con una absoluta carencia de lógica que a mí, por algún misterio insondable, terminan resultándome razonables. Así, mientras repito con monotonía que lo único que quiero es montar finalmente mi galería y dedicarme en exclusiva a desarrollar mi visión del arte, permito que me arrastren a historias paralelas (a mi ya de por sí vida paralela) que nada tienen que ver conmigo pero que, gracias a una exótica variable interpretativa, considero como un camino idóneo para que El Gato de Cheshire se corporice de una buena vez en cierta esquina triangular que cruzo cada vez que salgo de mi casa. 

     Y entonces yo dejo de ser yo y soy ella y paso a ser otra ( mi “socia”) y en mitad de una conversación –muy seria dentro de su intrínseca inverosimilitud- todo se vuelve tan real como es real todo en mi vida. Y suena coherente a quien no escucha con atención, y voy avanzando en un impecable discurso dialéctico que no deja de ser un auténtico disparate aunque no lo parezca. Y después, cuando salgo de ese influjo nefasto de pura mitología contemporánea, adopto la firme convicción de poner un punto final a tanto desquicio y vivir escrupulosamente en la realidad única de una única persona con una única existencia.
-¿Y perder la oportunidad?- dice, sibilina, una de mis voces. ¿Qué oportunidad? No hay ninguna oportunidad. Pero, tal vez la haya. Tal vez no hoy pero puede que mañana. O nunca. O no es una oportunidad sino la “ocasión”, el detalle, la puerta entreabierta. O nada de eso. ¿El destino? Las cosas son por alguna razón aunque uno no sepa descubrirla. O no. Nada significa nada y todo es un azar por demás azaroso. O no. El azar es el humor negro de dios. Mi otra voz, más cínica pero más práctica, susurra: 
-Diversificación. En épocas de crisis hay que ampliar la cartera de inversión. Un poco acá, un poco allá. Ningún pleno en la ruleta, pero al cubrir toda la mesa salvamos la postura. La vida como si fuera pura timba. ¿Es acaso otra cosa? Me agota el encontrar un sentido ético al discurrir cotidiano. Al fin y al cabo yo sólo quiero ser yo y pintar; pero no es tan fácil, ¡no me dejan! Hay que sociabilizar, ser responsable, sustentarse económicamente y acatar todas las reglas. Demasiadas variables y demasiado engorro. 

      El exceso de imaginación me juega en contra. Se me niega la simplicidad y yo termino siendo ¡tanta gente!






 

domingo, 12 de mayo de 2013




  Para el capítulo de examen de conciencia puedo agregar algo: si me hubiera portado con agresivo valor, de acuerdo con la repugnancia extrema y el repudio totales que me inspiraba la dictadura peronista, me hubieran debido tener presa años, no un mes. Que quede constancia de que así pienso. No tengo nada de qué vanagloriarme. …Conviene recordar un período incalificable de nuestra historia. Seguramente lo merecíamos. Las cosas no pasan porque sí. Recordémoslo para no reincidir. (…) …Ni creo en la pena capital, ni creo en un mundo dividido entre puros de un lado e impuros del otro. Creo, eso sí, que a los Caryl, los Eichmann, Borman y Cía. Hay que impedirles que dañen. No impedirlo es ser cómplice. Estos pensares y sentires los he de compartir con mucha gente. Por suerte no son originales...” 

Victoria Ocampo, Testimonio, Revista sur Nro. 267 –Noviembre Diciembre 1960, Pág. 32/33





 “El pasado de simpatías nazis de Juan Domingo Perón fue, hasta hace poco, un tema tabú en la Argentina. En algún momento de la Segunda Guerra Mundial había apostado al triunfo de las potencias del Eje, colaborando en forma estrecha con la Alemania nazi. Ya como comandante del Ejército y como ministro, Perón estuvo rodeado de asesores nazis. En 1945 se postuló para el cargo de presidente, y los nazis ayudaron a financiar la campaña electoral. Por entonces se sospechaba que Perón y Evita disponían de dinero de los nazis, oculto en Suiza. Bajo la presidencia de Perón, la argentina se convirtió en el principal lugar de refugio para nazis y criminales de guerra, entre ellos Adolf Eichmann y Josef Mengele, quienes fueron, durante mucho tiempo, los criminales de guerra nazis más buscados en el mundo. Otros jerarcas nazis refugiados e la Argentina fueron Klaus Barbie, Eduard Roschmann y Erich Priebke. El presidente Juan Perón los recibió con los brazos abiertos y cobró una fortuna por su hospitalidad. Ya desde los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial se llevaron a la Argentina grandes cantidades de dinero, valores bancarios, acciones y divisas robados por los nazis, así como secretos industriales, bélicos y partidarios, para evitar que cayeran en manos de los Aliados. Durante la guerra, la Alemania nazi, con la ayuda, entre otros, de testaferros y empresas financieras suizos, habían invertido en forma masiva en la argentina. Jerarcas nazis como Joseph Goebbels habían transferido, en 1942, importantes sumas de dinero y valores a Buenos Aires. Nadie sabía qué había ocurrido con los secretos industriales y de guerra, ni a qué canales fueron derivados los dineros nazis. La búsqueda del desaparecido tesoro nazi y la reelaboración del oscuro pasado nazi siempre fueron impedidas en forma violenta. Periodistas e historiadores desaparecieron misteriosamente, banqueros y testaferros nazis fueron asesinados.”

 Frank Garbely, El viaje del Arco Iris Editorial El Ateneo Buenos Aires 2003 Pág. 12/13





  Pasaría los veinticinco años siguientes a caballo entre su papel de informante de la Inteligencia occidental y padrino de los supervivientes de las Waffen-SS, conocidos inicialmente como “La Hermandad” y después con el nombre más famoso de Odessa. Durante aquella época, gracias a su formación inicial como ingeniero, Otto Skorzeny fundó una asesoría técnica y amasó una considerable fortuna personal. Amplió dicha fortuna con una serie de iniciativas empresariales menos edificantes, como el espionaje industrial, el asesinato por encargo y el tráfico de armas. A lo largo de aquellos años, Skorzeny llevó la vida de un playboy disoluto y galanteó con numerosas celebridades de la elite social y de la baja realeza, entre ellas, durante la época en que trabajó en Argentina como asesor del régimen fascista, Eva Perón. Concebida operativamente según el modelo de los comandos que Skorzeny dirigió en la Segunda Guerra Mundial, Odessa sigue siendo, en nuestros días, el prototipo original de la organización terrorista moderna.” 

 Mark Frost Segundo Objetivo Ediciones B S.A. Buenos Aires 2008 Pág. 387





  “En los primeros años cincuenta del siglo pasado, un caballero de impecable traje y sombrero, alto flaco, envarado y de correctísimas maneras solía atravesar con alguna frecuencia el portón de acceso a la finca de fin de semana del presidente Juan domingo Perón en Olivos, a las afueras de Buenos Aires. Se trataba de un asiduo visitante y contertulio del primer magistrado argentino, pese a que su español, hablado con un fuerte acento bávaro, no era demasiado fluido. Casi veinte años más tarde, en su exilio madrileño, Perón recordó ante el periodista Tomas Eloy Martinez sus veladas con el alemán “especialista en genética”, que lo entretenía con sus relatos de fascinantes descubrimientos científicos. Los encuentros se sucedieron hasta que un día el alemán fue a despedirse de Perón porque se marchaba a Paraguay, dónde un hacendado iba a pagarle “una fortuna” por sus servicios, ya que era capaz de conseguir que las vacas parieran, a voluntad, terneros mellizos. “¿Cómo se llamaba?”, preguntó Martinez a Perón. El viejo líder hizo memoria y finalmente recordó el nombre: “Si no me equivoco- dijo- se llamaba Gregor. Eso es, doctor Gregor”. Poco tiempo después, en 1956, el “doctor Gregor” se presentaría ante el Consulado de la República Federal de Alemania en Buenos Aires donde consiguió que le dieran un pasaporte con su verdadero nombre: Josef Mengele. Difícilmente Perón podía ignorar la identidad real de su contertulio en Olivos, uno de los criminales de guerra nazis más célebres, apodado “El Ángel de la Muerte” de Auschwitz, el mayor campo de exterminio del Tercer Reich. Mengele había entrado al país legalmente y con la bendición especial del presidente, aunque con el nombre de Helmut Gregor, en 1949.-“ 

Ricardo Herren “El Presidente Perón era Odessa”, La Aventura de la Historia nro. 42 Abril 2002 pág. 34






 P.D. Honestamente, ¿alguien puede sorprenderse de que quienes hoy se autoproclaman legítimos herederos de Aquellos hagan las barrabasadas que están haciendo? ¿Cuánto dista el “tesoro nazi” de los bolsos con euros que se pesan y que circulan desde el sur patagónico a los bancos suizos? La seudo faraona se entrena con actores para copiar el modo de vibra llorisqueante de la otrora abanderada de los pobres mientras se asegura que las toneladas de billetes mal habidos (“abogada éxitosa”, ¡ja!) quepan en su bóveda privada. Repito la cita de la Ocampo porque es lo único que me alienta a un ejercicio de fe:

  “…Conviene recordar un período incalificable de nuestra historia. Seguramente lo merecíamos. Las cosas no pasan porque sí. Recordémoslo para no reincidir.”

jueves, 9 de mayo de 2013

"Acerca de cuál es el modo en que deben ubicarse en la mesa los asesinos. Si para la comida hay planeado un asesinato, es claro que se debe ubicar al asesino en las cercanías de su víctima (si a su izquierda o a su derecha, esto depende del método que emplee el asesino), dado que de este modo se interrumpirá menos la conversación, al mantener la acción circunscripta dentro de un pequeño sector. La fama de Ambroglio Descarte, asesino principal de Mi Señor Cesar Borgia, radica en su habilidad para llevar a cabo su cometido sin que ningún comensal lo note, con excepción de su víctima. Una vez que el cadáver (y, si las hay, también las manchas de sangre) ha sido retirado por los sirvientes, lo usual es que el asesino abandone también la mesa, dado que, algunas veces, podría su presencia perturbar la digestión de aquellos que estén sentados cerca suyo. Para la ocasión, un buen anfitrión siempre tendrá pronto un nuevo invitado que permanecerá esperando afuera hasta que llegue el momento de pasar a integrar la mesa." 

Leonardo Da Vinci, Apuntes de Cocina (Códice Romanoff), Traducción, introducción y notas de Rafael Galvano, Editorial Astri S.A. España 2003, Pag. 203 





     

     A veces pienso que bonito (y qué práctico si me enfoco en los Borgia) hubiera sido vivir en pleno Renacimiento. Y apenas me pierdo en fantasías luminosas y exuberantemente artísticas, abro los ojos y tomo conciencia que esta pasión por la historia debe de tenerla también el gobierno ya que están empeñados en sumirnos en una especie de sórdida edad media (mal que le pese a Eco, que sostiene que el Medievo ha tenido mala prensa). La historia es un movimiento pendular, ya lo sabemos. Vamos y venimos. 

      Pero estar otra vez retrocediendo hacia lo peor es, más que monótono, frustrantemente aburrido. Otra vez estamos con las corridas cambiarias, el miedo a corralitos bancarios, la sospecha que el gobierno va a violar cajas de seguridad y confiscar depósitos. Bonos, cuasi-monedas, ¡el trueque! Otra vez una inflación desbocada, desabastecimiento, aislamiento del mundo. Vamos de vuelta. Y cuando, como ayer, se acaba de abolir la división de poderes sometiéndose al último bastión que es la justicia, caemos en la misma suma del poder público de la época de Rosas. Solo que ya no tenemos a Sarmiento para que al menos grite en suprema indignación. Otra vez sopa y me viene a la cabeza la cara de asco de Mafalda que, sin embargo, toma la sopa como símbolo eterno de la resignación. Ciertamente, más sopa.

    ¿Qué hacer en este contexto? Los argentinos tenemos algo así como un chip que nos hace seguir adelante. La memoria genética nos señala que esto ya lo vivimos y lo superamos. Todo pasa (y luego vuelve) pero todo pasa. La economía no es lo único, la corrupción es eterna, los políticos son la lacra más baja y los traidores más estereotipados y previsibles, la patria está pasada de moda (¡qué término más antiguo!, no es cool), y uno tiene que seguir, día a día, trabajando “diez, doce, catorce horas”, metido para adentro, como caballo percherón con anteojeras, dándole a destajo, sin esperar nada de nadie, ni del gobierno –que roba sólo para sí- ni de la oposición –que busca obtener el poder para robar para ellos- ni del vecino –que tiene los mismo problemas que uno y sólo se aboca a sobrevivir- ni de los santos –que ahora están todos atendiendo en Roma y allá tiene otras urgencias-. Seguir, postergar proyectos porque ¡andá a conseguir una moneda!, y aguantar un poco a ver si más adelante, entre gobierno corrupto y gobierno corrupto, entre crisis económica y crisis económica, entre el hambre y la inanición, podemos en ese lapsus hacer alguna cosita. Así, intermitentemente, cuando se puede, pese a nuestros seudo próceres peronistas. Cuando uno colige (quizá con malicia, no diré que no, pero es malicia en defensa propia y entonces tiene eximentes de responsabilidad) que san Perón sería hoy diagnosticado como pederasta por su relación con la Piraña y las otras niñas que llevaba en moto y que santa Eva era una analfabeta funcional, no es raro que nuestros actuales “soberanos” derivados de tales entes sean lo que son. La pregunta del millón es ¿qué somos nosotros para haberles permitido acceder a donde están haciéndonos lo que nos hacen? Ya sé que habrá quién diga que resulta claro que yo soy el eslabón que no pudo encontrar Darwin, pero lo asumo y casi me enorgullezco de ello. 

      Yo quería montar mi taller y mi galería, venía trabajando en ese proyecto los últimos años. Y ahora, gracias a sus “majestades”, la viva y el muerto, de vuelta estoy contando las monedas para poder pasar el invierno. MA-RA-VI-LLO-SO. El eterno retorno.










domingo, 5 de mayo de 2013




MISCELÁNEAS DE ANIVERSARIO 

Y me iré, iré, iré, iré/ 
Perdóname, pero es que tengo prisa,/ 
Que he quedado con mi alma/ 
Para pensar en ti.” 

 Alejandro Sanz Me iré del álbum El Alma al aire


     Hace un año (en mayo del 12) empecé este blog. ¿Para qué? Para aggiornar mi tradicional diario a la era globalizadora de la web. Para interactuar, tal vez, con alguien más. Para hacer espacio en mi taller dejando de guardar los cuadernos escolares dónde, hasta hace un año, registraba mi devenir como persona y como artista. Pero no es del todo cierto. No fue sólo por eso. En cierta medida, contradiciendo mi natural introspección y mi pública timidez, era también para mostrar mi realidad a alguien más, a un alguien desconocido y anónimo, que se ejecutara como referente y decodificador. Un “otro” que, desde fuera, me viera y me redefiniera. Un yo no existe sin ely sin el él. Uno es cuando se recorta y diferencia. Hace falta un interlocutor para una conversación. El creador sin el espectador no existe. 

     Al cabo de un año puedo colegir que esa búsqueda que emprendí del “otro” fracasó. En doce meses y más de 140 entradas, sólo obtuve una contrapartida, un único, solitario, comentario. De un sex-shop. Una carcajada me llega y una de mis voces clama contundente “¡Eso te lo dice todo! Eso es lo que provoca tu trabajo.” Un sex-shop…



 


      Haciendo un análisis -que a mi, que lo analizo todo, todo el tiempo, del derecho y del revés, es algo tan inevitable como respirar- la inexistencia de respuesta por parte de los eventuales visitantes de este blog (que según el área de estadísticas de blogger han sido varios, lo que el contador externo que agregué a la página confirma) sólo puede interpretarse como que las imágenes de mis obras y las elucubraciones que me va decantando la vida son absolutamente intrascendentes. No provocan la reacción y el comentario –a favor o en contra- de nadie. Es asumir la total intrascendencia de nuestra participación en la web. Estar o no estar da lo mismo. Pese a la vocación por el arte y a la búsqueda constante de significancia y de estética, nuestro esfuerzo ha sido aplicado mal. No logramos llegar a ningún lado, no encontramos a ese “otro” con quien compartir la experiencia y darle un sentido final. Ha sido un año de vanos intentos frustrados.



 


 Y me revelo. Lo cual, también, es natural en mí. Al cabo, ¿a quién le importa? Nadie en el pasado ha leído mis diario (¡a dios gracias!) y esta versión siglo XXI no tiene por qué correr distinta suerte. Mi destino estaba escrito desde antes, esto es lo que hago y en consecuencia esto es lo que soy. Nunca dejé de pintar pese a que hubo mucho tiempo durante el cual no pude colgar mi trabajo en ningún lado. No dejaré de escribir aunque nadie lea, y no dejaré de ser yo aunque nadie entienda (ni intente entender) qué soy. Haya paz. Es lo que hay y es lo que somos.

Disqué el movicón amado/ 
De mi gatita de angora,/ 
“no moleste a la señora”,/ 
Contestó el contestador./ 
Y aprendí que estar quebrado/ 
No es el infierno del Dante,/ 
Ni un currículo brillante/ 
La lámpara de Aladino,/ 
Cuando me hablan del destino/ 
Cambio de conversación./ 
(…)Bajo el sol que me apuñala/ 
Vivo sin patria ni dueño,/ 
Como el aire lo regalan/ 
Y el alma nunca la empeño/ 
Con las sobras de mis sueños/ 
Me sobra para comer.” 

Joaquín Sabina Cuando me hablan del destino del álbum Dímelo en la calle



 



      Viéndolo desde otro lugar (siempre hay 360 grados por los cuales ir haciendo postas), ha sido divertido encontrar una excusa para revolver mis libros, compilar fragmentos, recortar fotografías, racontar obras inconclusas. Recordar que uno lleva un diario para pasar en limpio las ideas y las sensaciones. Para sacarse a uno mismo en limpio. Al fin y al cabo hemos reseñado los últimos doce meses por puro ejercicio del placer de tener conciencia de qué, pese a todo, seguimos haciendo algo para cumplir con los sueños de nuestra lejana adolescencia. Tenía 14 cuando decidí que sería “artista”. Quién sabe como habrá el tiempo de definirme, pero yo recupero cada día la convicción de que, salga lo que salga de esta obstinación, lo sigo intentando.







 

miércoles, 1 de mayo de 2013




      Sin entrar en detalles acerca del modo en que pudimos evadir el cepo (lo que viene a ser, ni más ni menos, que aplicar esa antigualla de “la imaginación al poder” o dale al poder con la imaginación que ellos la tienen sólo enfocada en joder al prójimo y robárselo todo antes de que los pesquen) logramos hacer llegar a España los aranceles de reserva de fecha, y así ya me han confirmado la participación en la muestra “Arte para 4” Nro. 15 a celebrarse del 27 de febrero al 18 de marzo de 2014 en la Sala Aires, en coordinación con el Centro Internacional de Arte y Literatura Equipo Córdoba (CIALEC), ambos organismos vinculados a la Asociación Cultural Aires de Córdoba, donde años ha galardonaran con un accésit a Prólogo II.




 



     Ya confirmada la fecha, aunque más lejana que la hablada en principio (que creí para el próximo noviembre), la distancia en el tiempo me permite planear algo específico para el evento y no un amontonamiento de trabajos disponibles. También me permite la búsqueda de un método de montaje que no requiera necesariamente enmarcado, achicando costos y, a qué negarlo, dificultades. Y, además, me permito la “fe” de que algo cambie por estos lados del Atlántico y hacia fin de año toda la locura que estamos soportando hoy empiece a caer en el olvido y vuelva a ser posible y fácil el que una artista de medio pelo y medio emergente, inofensiva e intrascendente como yo, pueda enviar obras para ser exhibidas allende los mares. La esperanza estaba al fondo de la Caja de Pandora, ¿no? Aunque, si en esa dichosa caja estaban todos los males que asolan la tierra, ¿la esperanza es algo bueno? Me disgrego.




 


      Retomo un viejo proyecto, híbrido entre mis Plagiarias y las Cartográficas, de una serie de odaliscas clásicas atravesadas por fragmentos de cartas medievales y renacentista del Camino de la Seda. Unas cinco o seis obras, pequeñas, fáciles de trasladar y de montar en soportes de acrílico o acetato para su exhibición; livianas para poder enviarlas por correo, luminosas y sensuales, que creen al mostrarlas en conjunto un ambiente propio, independiente de las otras obras de su entorno. Un grupo de trabajos relajados, luminosos y placenteros, que puedan ellas solitas hacer su propio espacio y alcancen a trasmitir mi teoría del arte: el placer y la belleza, la curiosidad intelectual, un poco de historia, la sospecha de que –tal vez- hay alguna idea por ahí, y muchas, muchas ganas de disfrutar el privilegio de poder hurgar en el bagaje de la cultura universal. 


     Me parece absurdo que una persona se niegue a todo el placer de la literatura acumulada en treinta siglos, diría Jorge Luis Borges (La Nación, 13-2-1977). Yo lo parafraseo en por qué negarse al placer de las artes plásticas y cartográficas de quienes han sabido magistralmente ejercerlas, recreándolas desde la visión, puede que irrespetuosa, de una artista del “fin del mundo” en palabras de mi compatriota el papa Francisco (me vuelvo a disgregar, ¿a este “fin del mundo” refiere la falsa profecía del falso Malaquías? ¿Habrá que empezar a creer?).