lunes, 29 de abril de 2013

EL EGO Y LA OSCURIDAD


      Parece el título de un sesudo ensayo filosófico pero es simplemente la verdad literal: estoy sin luz desde hace cinco días y ya no me soporto más. Un desperfecto en la instalación eléctrica (una “fuga” dijo uno de los cuatro distintos técnicos que vinieron a desahuciar el problema, sin dar razón de quién o qué se fuga y hacia dónde) ha devenido en el acaboses de la civilización. Sin luz se acaban pronto las baterías de la notebook y de los celulares. Adios IPad. La vieja computadora de escritorio no tiene de donde recabar alimentación. Adios impresora. Adios scaner. Adios teléfono (porque los inalámbricos dependen de su base de alimentación). Adios sistema de seguridad, de portero y timbre. Adios refrigeración y microondas. Adios, obviamente, bebidas frías que quedaron inutilizadas junto con la heladera y adiós cafetera que sustenta la más pública de mis adicciones. Y, por sobre todo, adiós a la luz de las lamparitas que en este otoño contrarresta la noche que ya se te cae encima a las seis de la tarde. O sea: oscuridad material, física y espiritual. Yo, renga aun y sin luz, mal puedo acceder a mi biblioteca (léase el santuario o el Valhala), y aunque llegue (andando en cuatro patas por un tema de seguridad, lo que es ciertamente poco elegante) ¿a qué me sirve? A la luz de las velas corro más riesgo de incendiar la casa que de entender la lectura. Un desastre. 

      ¿Y para que puede servir en este contexto un ego bien sustentado en la convicción de la propia importancia, en el mérito ganado por un quehacer cotidiano ético y responsable? ¿O la suficiencia de una visión creativa potenciada en el querer hacer para después, en la trascendencia? ¿O la presunta nobleza intrínseca de las buenas intenciones? Yo, que en general me llevo bien conmigo misma, estoy constantemente al borde del auto-insulto. Toda esa profundidad teórica, esas divagaciones intelectualoides a santo de lo que sea, ese mirar desde arriba subida en un montoncito de libros, no sirven de nada cuando, ¡o catástrofe! se corta la luz. Somos demasiado básicos.

      Creo que mi gata está más adaptada a la vida que yo. A ella este tema de la luz realmente la ha tenido sin cuidado. Es moralmente superior a mí.

sábado, 27 de abril de 2013




MUSEO

 “…Porque yo amaba a esa mujer/ 
De cartón piedra/ 
Que de San Esteban a Navidades,/ 
Entre saldos y novedades,/ 
Hacía más tierna mi acera./ 
No era como esas muñecas de abril/ 
Que me arañaron de frente y perfil;/ 
Que se comieron mi naranja a gajos,/ 
Que me arrancaron la ilusión de cuajo./ 
Con esa presteza que le da el alquiler/ 
Olvida el aire que respiró ayer./ 
Juega a las cartas que le da el momento/ 
Mañana es sólo un adverbio de tiempo./ 
No, ella esperaba en su vitrina/ 
Verme doblar aquella esquina/ 
Como una novia…” 

Joan Manuel Serrat, De cartón piedra





Sé que algunos dijeron que no tuve suerte en el matrimonio. Más vale que la gente de afuera no opine sobre asuntos reservados, porque en general se equivoca. Pero explíqueles al barrio y a la familia que son de afuera. El carácter de mi señora es más bien difícil. Diana no perdona ningún olvido, si siquiera lo entiende, y si caigo a casa con un regalo extraordinario me pregunta: ´¿Para hacerte perdonar qué?´. Es enteramente cavilosa y desconfiada. Cualquier buena noticia la entristece, porque da en suponer que para compensarla vendrá una mala. (…) Ceferina, que me quiere como a un hijo, nunca aceptó enteramente a mi señora. En un esfuerzo para comprender ese encono, llegué a sospechar que Ceferina mostraría igual disposición con toda mujer que se me arrimara. Cuando hice la reflexión, Diana contestó: -Yo pago con la misma moneda. A nadie quiere tanto la gente como a sus odios. (…) Una cosa aprendí: es falso que uno se entienda hablando. Le doy como ejemplo una situación que se ha repetido la mar de veces. La veo a mi señora deprimida o alunada y, naturalmente, me entristezco. Al rato pregunta: -¿Por qué estás triste? -Porque me pareció que no estabas contenta. -Ya se me pasó. Ganas no me faltan de contestarle que a mí no, que no soy tan ágil, que yo no me mudo tan rápido de la tristeza a la alegría. A lo mejor, creyendo ser cariñoso, agrego: -Si no querés entristecerme, no estés nunca triste. Viera cómo se enoja. -Entones no vengás con el cuento de que es por mí que te preocupás- me grita como si yo fuera sordo-. Lo que yo siento, a vos te tiene sin cuidado. El señor quiere que su mujer esté bien, para que lo deje tranquilo. Está muy interesado en lo suyo y no quiere que lo molesten. Es, además, vanidoso. -No te enojés que después te sale un herpes de labio- le digo, porque siempre fue propensa a estas llaguitas que la molestan y la irritan. Me contesta: -¿Tenés miedo que te contagie? No le refiero la escena para hablar mal de mi señora. Tal vez la cuento contra mí. Mientras la oigo a Diana, le doy la razón, aunque por momentos dude. Si por casualidad toma, entonces, la más características de sus posturas –acurrucada en un sillón, abrazada a una pierna, con la cara apoyada en la rodilla, con la mirada perdida en el vacío- ya no dudo, me embeleso y pido perdón. Yo me muero por su forma y su tamaño, por su piel rosada, por su pelo rubio, por sus manos finas, por su olor, y sobre todo, por sus ojos incomparables. A lo mejor usted me llama esclavo; cada cual es como es.” 

Adolfo Bioy Casares, Dormir al Sol, Emecé Editores S.A. Buenos Aires 1992 Pág. 14/17







El prójimo es bueno, me dije, nadie te quiere mal, no hay razón alguna para que te desmiembren, no has hecho nada que concite la inquina de cuantos te rodean, aunque éstos parezcan propensos a manifestarse en tal sentido. Calma. Todo tiene una explicación muy sencilla: algo raro que te pasó en la infancia; la proyección de tus propias obsesiones. Calma. En unos segundos se despejará la incógnita y podrás reírte de tus miedos infantiles. Llevas cinco años de tratamiento psiquiátrico, tu mente no es ya una barquichuela a la deriva en el proceloso mar de los delirios, como antes, cuando creías, pedazo de bruto, que las fobias eran esas ventosidades silenciosas y particularmente fétidas que la gente incivil se permite en los transportes públicos abarrotados. Agorafobia: temor a los espacios abiertos; claustrofobia: temor a los espacios cerrados, cual sarcófagos y hormigueros. Calma, calma. Y mientras me iba tranquilizando con estos pensamientos reconfortantes, traté de apearme del lecho y, al hacerlo, cayó sobre mí una como tela de araña fría y pesada que me inmovilizó contra las sábanas y percibí claramente el ruido que hacía el pomo de la puerta al girar y el chirriar de los goznes y unos pasos acolchados que penetraban en la alcoba y el jadeo entrecortado de quién se apresta a cometer el más horrendo de los crímenes. Y no pudiendo resistir más el miedo que me embargaba, me oriné en los pantalones y me puse a llamar a mi mamá en voz muy queda, con la tonta esperanza de que pudiera oírme desde el más allá y acudiera a mi encuentro en el umbral del reino de las sombras, pues me cohíben los ambientes nuevos. Y en eso estaba cuando escuché una voz a mi lado que decía: -¿Duermes, tú?- en la que reconocí a Mercedes Negrer y a la que quise responder sin conseguirlo, saliendo sólo de mi garganta un murmullo quejumbroso que poco a poco se fue transformando en alarido. Una mano se posó en mi espalda. -¿Qué haces envuelto en la mosquitera? -No veo- pude articular por fin-. Me parece que estoy ciego. -No, hombre. Hay un apagón.”

 Eduardo Mendoza, El Misterio de la Cripta Embrujada Editorial Planeta S.A. Barcelona 1985 Pág. 104/105





  “´Puesto que para huir de mí siempre te refugiaste en esas fantasías inintelegibles de lo que debería ser si el ser pudiese ser distinto a lo que indefectiblemente es, cuyas puertas de acceso cerraste siempre en mis narices.´ Dejó de leer para mirar el fuego y sorprenderse de la perspicacia con que ella demostraba saber demasiado bien cómo era él. En cambio Derrourelle nunca había explorado debidamente las otras cosas que había dentro de esa cosa llamada Simone. ¿Era un descuido o la negación de un egoísta perverso y solitario? Se había limitado a observarla en los momentos (muy frecuentes, pensó ahora como justificativo) en que ella se asomaba a las ventanas exteriores de su ser, dando casi por supuesto que esa mujer le había sido deparada por un destino a la vez perverso y condescendiente, no por pura casualidad (como suele pensar la mayoría de los hombres) sino como castigo expiatorio de su viciosa incesante costumbre de ensimismarse en conjeturas sobre la realidad, el acceso a cuyas conclusiones, en efecto, Derrourelle siempre le había negado.”

Miguel Brascó El Prisionero Vocación, Buenos Aires 2012 Pág. 96/97







 

domingo, 21 de abril de 2013

     Pese a la “poca seriedad” de la que se me acusa (probablemente con debido fundamento, no lo niego), sigo rondando mi RAGNARÖK aun las múltiples distracciones a las que sucumbo constantemente. Mientras trabajo en lo que originariamente era un “puro dibujo” al estilo de mis Borgeanas (y ya es un cachivache mixto al estilo yo divirtiéndome) continuo en mi empecinamiento de encontrar un lenguaje propio para mi Lista de los Ángeles y mi Lista de los Demonios. Sin abandonar mi plan original de incorporar la estética del graffiti, para mis Ángeles estuve probando que los muchachos se materializaran sobre una especie de parquetry de papel de diario. Los primeros intentos no me desalientan.










      Para los Demonios la prueba con el desnudo femenino me molestó un poco más, ya que tiendo a ser más puntillosa y la base irregular me obliga a generalizar Pero, lógicamente, habrá que ver como el fuego (no sé en que momento lo incorporé en el plan, pero es una de mis tácticas básicas de unificación cuando me encuentro un poco incomoda por la suma de “unidades”) y los graffitis (que no los olvido) juntan todo. Quién sospeche que disfruto demasiado con los “experimentos” y pierdo más tiempo en eso que en una obra concreta tiene toda la razón. 

      El aspecto lúdico del arte me supera. Hago esto por pasión y por diversión, ¿es tan mala esa combinación? Probablemente, cuando uno la aplica a la vida cotidiana –no diré que no lo sé en carne propia- pero cuando uno hace lo que ama pasándolo muy bien se hace difícil (¡imposible!) creer que eso tiene algo de malo. Al fin y al cabo esto es una concreta justificación dirigida a ya sabe quién. 

      Me divierto también cuando llevo a la práctica mi teoría de “reciclado fastuoso” y pierdo tiempo recuperando las cajas de empanadas manchadas de grasa o las cajitas débiles de los copitos de dulce de leche de Havanna. La paso bien aunque no sea “importante” o “artístico” o constituya trabajo digno para un “museo”. Me cuesta entender que todavía algunas personas de mi entorno no hallan captado el mensaje de que HA-GO-LO-QUE-SE-ME-DA-LA-GA-NA. Y todos en paz.
















 

viernes, 19 de abril de 2013




     "Al parecer no podemos pasarnos sin enemigos. La figura del enemigo no puede ser abolida por los procesos de civilización. La necesidad es connatural también al hombre manso y amigo de la paz. Sencillamente, en estos casos, se desplaza la imagen del enemigo de un objeto humano a una fuerza natural o social que de alguna forma nos amenaza y que debe ser doblegada, ya sea la explotación capitalista, la contaminación ambiental o el hambre en el Tercer Mundo. Ahora bien, aun siendo estos casos virtuosos, como nos recuerda Brecht, también el odio hacia la injusticia desencaja el rostro. Así pues, ¿la ética es impotente ante la necesidad ancestral de tener enemigos? Yo diría que la instancia ética sobreviene no cuando fingimos que no hay enemigos, sino cuando se intenta entenderlos, ponerse en su lugar. (…) Pero seamos realistas. Estas formas de comprensión del enemigo son propias de los poetas, de los santos y de los traidores. Nuestras pulsiones más profundas son de un orden muy diferente.”


 Umberto Eco, Construir al enemigo Random House Mondadori S.A. Uruguay 2013 pág. 34/35 





    Será verdad, será que sólo nos reconocemos cuando nos diferenciamos visceralmente de ese otro que no nos gusta. Pero cuando eso se aplica a nivel de un país y los gobernantes se entretienen en dividirnos en ellos y "los otros", uno piensa que nos sólo es poco razonable sino que es abiertamente peligroso. Cada vez nos dividen más. ¿Qué pasa después? Ya construyeron al "enemigo" irreconciliable (para un bando y para el otro). ¿Y después qué? Todo o nada, uno gana y el otro pierde. Es absurdo. Uno se indigna, vocifera contra esta barbarie cada vez más tosca. Pero, al final, lo que uno siente es tristeza. Profunda tristeza. ¿Cómo nos permitimos llegar a esto?





martes, 16 de abril de 2013





     O sea: yo no puedo mandar cien euros a España para montar una muestra plástica y la cría gubernamental saca 50 millones de euros en bolsos, porque ¿cómo se van a poner a contar tantos billetes? ¡Qué trabajo! No, ellos los pesan. Esta es la redistribución kirchnerista: sacan las reservas del Banco Central y las redistribuyen en sus cuentas varias en varios paraisos fiscales. Todo muy lindo, todo muy bien. Que venga algún tarado de la cámpora a decirme que esto es justicia social y progresismo. El progreso de la faraona para justo conseguirse esos zapatos de Leboutin que combinan con media docena de bolsitos de Vuiton, outfit imprescindible para "social"ibilizar con su banda de ladrones. A ESTO LLEGAMOS 

  http://www.lanacion.com.ar/1572765-lanata-mostro-la-ruta-del-dinero-de-lazaro-baez





domingo, 14 de abril de 2013




"Carabelas cargadas de malos presagios/ 
emisarios de la trampa y la colonización/ 
tocan tierra provocando un gran naufragio/ 
cargados de demonios y una nueva religión/ 
pisaron tierra de Guanahaní/ 
bienvenida la desolción. (...) 
Pero el negro, el indio y el español/ 
se mezclaron para darle un gusto a Dios."

 Ricardo Arjona "Carabelas" del Álbum Galería Caribe.





      Nunca me han convencido demasiado los "días de...", son demasiado sospechosos; pero no puedo hoy al oir las tradicionales y repetitivas efemérides no sentirme (arrogantemente) americana.

 "Soy mezcla de todas las razas/ 
batata, yuca, plátano, yautía y calabaza." 

Calle 13 "Los de atrás vienen conmigo" del Álbum Los de Atrás vienen conmigo





sábado, 13 de abril de 2013




     Paso siguiente: decidir la obra que va a viajar a la muestra en España dentro de los lineamientos impuestos por las leyes de “si no lo sé lo invento” y “si me ponen límites los salto”, o sea, obras en papel que se puedan enrollar, que el enrollamiento no las dañe y que su tamaño permita que se las envíe en las cajas rígidas tubulares estandar para encomiendas. Cualquiera dirá que por qué no enviarlas conforme al procedimiento clásico (autorización estatal para salir del país y envío por empresas especializadas con cobertura de seguro). Por la sencilla razón de que a más del papelerío que requiere la Secretaria de Artes Visuales para autorizar la salida de obra (que no sean “obras maestras”, que yo no esté muerta y no sea “patrimonio nacional”), las empresas de traslado de obras cotizan a valores internacionales así como sus pólizas de seguro, y –como si fuera poco- las últimas disposiciones gubernamentales (que están haciendo un bloqueo hacia adentro, aislándonos en forma total del resto del planeta) obligan a contratar a un despachante de aduana (cuyos honorarios son los mismos envíe yo cuatro dibujos o 10 toneladas de soja). Y no me quejo solo del costo (que de hecho me quejo, porque torna imposible económicamente mandar obra al exterior) sino por lo engorroso de todos los procedimientos. Todo está minuciosamente pensado para desalentar a los artistas, está claro. Los cráneos de los gobiernos (de este y de los anteriores) sólo elucubran planes malévolos para que los que nos dedicamos a una actividad tan poco remunerativa como el arte colguemos los pinceles y nos dediquemos a trabajar a destajo de cualquier otra cosa. El arte siempre ha sido una actividad de lo más sospechosa. Mi primera elección de obras (para siete metros lineales) sería (todas de la serie Cartográfica): Portulano






 La bonita (al menos a mi me gusta mucho) 1592






Otra Odalisca de Fortuny






  Sin título (cartografía pornográfica) (aunque esta obra es en cartón y ya requeriría otros métodos de envío, pero como es de pequeño tamaño podría ir por otro tipo de caja de encomienda postal). Equilibra con la Odalisca que es del mismo tamaño.



 



Y debería tomar una decisión definitiva (ya que a mi criterio todavía son obras “inconclusas” –no firmadas- y deambulan en mi limbo personal) respecto de Virginia







Venus



 



Y Leda



 


      Una vez decidida sobre las obras a enviar es necesario evaluar los costos que devengará el que en España las monten en dos planchas de acrílico o de vidrio para poder colgarlas (lo que supongo más barato que enmarcarlas a la antigua usanza), ya que luego vendrá la apocalíptica tarea de poder remitir esos fondos al exterior. Pero una cosa a la vez. Tengo que detenerme a “terminar” las obras inconclusas, luego presentarlas en un espacio similar y si me convencen definitivamente medirlas y pedir los presupuestos. No sé por qué razón tradicionalmente se nos considera a los artistas seres indisciplinados y poco prácticos. La realidad es que vivimos haciendo malabarismos múltiples con un despliegue de paciencia que avergonzaría a más de un santo. La famosa “bohemia” es un mito.





viernes, 12 de abril de 2013

La democracia, ese abuso de la estadística.”    Jorge Luis Borges


 “Conclusión, nosotros inventamos un Plan inexistente y Ellos, no sólo se lo tomaron en serio, sino que también se convencieron de que hacía mucho tiempo que formaban parte de él, o sea que tomaron los fragmentos de sus proyectos, desordenados y confusos, como momentos de nuestro Plan, estructurado conforme a una irrefutable lógica de la analogía, de la apariencia, de la sospecha. Pero si se inventa un plan y los otros lo realizan, es como si el Plan existiese, más aún, ya existe. (…) El que sucumbe ante una conspiración cósmica no tiene por qué avergonzarse. No es un cobarde, es un mártir.”

 Umberto Eco, El Péndulo de Foucault, op.cit. pág. 792









      Ha surgido la oportunidad de participar en una muestra en España para noviembre. Cuatro artistas, 7 metros lineales cada uno. Fantástico. A estas alturas, participar de un evento de esas características tendría que ser coser y cantar. Ya aprendí a montar muestras, una más es rutina. Pero obviamente, no es así. Primera cuestión: hoy por hoy en Argentina vivimos con el cepo cambiario, por lo que por un lado conseguir euros para cubrir los costos es como conseguir kriptonita y girar el dinero fuera del país tan sencillo como trasladarse a la luna caminando. Pero por supuesto yo soy argentina de quinta generación y con la ciudadanía te viene la invulnerabilidad a gobiernos absurdos e inconstitucionales (si son garantías constitucionales la protección de la libertad y del patrimonio ¿porque no puedo comprar con mi dinero lo que se me ocurra -euros verbi gratia- para cubrir una exposición de mi trabajo artístico?) y la obstinación creativa para encontrar una salida “original” a la imposición despótica.

      El “lo atamos con alambre” criollo que se te mete mientras aprendés el Himno en la salita de cinco. No es lo mío una apología de la trampa, es sencillamente instinto de supervivencia. Si uno hubiera dejado de hacer cosas porque los mamarrachos gobiernos de turno nos lo prohibían… Ahora nuestra faraona vernácula decide que “democratizar” la justicia es impedir que se realicen medidas cautelares cuando el Estado Nacional vulnera los derechos constitucionales de los ciudadanos. ¿Qué nos queda? ¿La resignación? No. La trampa. 

    Yo podría (es mi negocio diario, al fin y al cabo) entablar un pleito para que se me permita obtener divisas extranjeras a fin de sacar mis obras del país y montar una muestra plástica en España. Supongo que ganaría el juicio, claro que al cabo de seis u ocho años. La muestra es en noviembre, en unos cinco meses. Para que malgastar tiempo y energía. Si los gobernantes en su infalible sabiduría consideran que mi intento de cambiar el dinero que gano trabajando como burro por euros para poder realizar una muestra plástica en España implica alta traición, un desmedro irreparable a las reservas nacionales y un signo de mi afición al imperialismo de los Grandes Enemigos de la Patria, bien, problema de ellos. Yo voy a seguir en mis treces intentando hacer lo que he intentado hacer siempre: mostrar mi trabajo. Como sea y aunque cueste mas trabajo de lo razonable.



 



      Y ahí estamos, en la primera fase del proyecto: viendo como 1) conseguir euros; 2) girarlo fuera del país. A la cuestión 1) la respuesta es sencilla. A caminar por Lavalle o por Florida y a elegir el “arbolito” que mejor precio haga. Por supuesto, pagando un 60% más que el valor de las divisas que el gobierno dice que éstas tienen. Pero a este gobierno nadie le cree nada así que poca importancia tiene el punto. La cuestión 2) está dándome más quebraderos de cabeza. Transferencia bancaria: un proceso kafkiano. La pobre empleada del banco me dijo que volviera en dos días que iban a pedir a la casa central los formularios (si existían todavía) para ver que documentación había que presentar para evaluar que operatoria vigente se podía aplicar. Claro que después tenía que pedirse permiso a la Afip y ver si ellos habilitaban la transferencia de fondos al exterior. Pero que seguro iba a ir en pesos argentinos. ¡Ja! En Europa ¿quién los va a aceptar? ¿WesternUnion? No, de momento no se puede girar ni a los países limítrofes. ¿Giro postal? La empleada del Correo (estatal) se me rió en la cara.


     Muy bien. Entonces pensemos. Yo no puedo enviar dinero por correo postal porque es ilegal. Sólo puedo mandar objetos que no sean peligrosos, ni ilegales, ni tóxicos ni inflamables ni explosivos. En la sucursal hay un cartel con dibujitos que lo explica. Habitualmente yo uso mucho el correo postal porque soy filatelista y suelo comprar sellos en dispersiones en distintos lugares del país y del exterior. Es fácil enviar algo pequeño como las estampillas. Es legal. Aun cuando algunas son muy valiosas, no hay inconveniente (por ahora). Si me dedicara a la numismática se complicaría un poco, no mucho, ya que deberían hacerse los envíos por pequeñas encomiendas. ¿Y si colecciono billetes? Un billete de colección es un objeto. Un objeto no peligroso, no tóxico, no inflamable, no explosivo. Yo puedo coleccionar lo que se me ocurra, ¿quién puede limitarme ese derecho? Creo que voy a ampliar mi gusto por la colección de billetes, la notaphily. Veré si la galería española comparte esa afición.





martes, 9 de abril de 2013

     “El tiempo ya no destruye, la eternidad parece soportable. La afición artística es el único y verdadero instinto de conservación. Yo lo tengo, por eso me paso este simulacro de existencia viajando de aquí para allá en busca de un icono olvidado en una ermita búlgara o para escuchar un aria de Cecilia Bartola. Aunque, para serte sincero, el arte actual cada vez me ayuda menos. Un tiburón conservado en un tanque de formol o una instalación de trapos de cocina rematados por una escoba… en fin, la cosa se va poniendo realmente más difícil.” 

 Fernando Savater, Los invitados de la princesa, Grupo Editorial Planeta SAIC Buenos Aires 2012, pág. 301.









    Hace muchísimo tiempo, cuando éramos tan impunemente jóvenes, fijamos nuestras antagónicas posturas artísticas. El dijo, con esa contundente arrogancia que le daba su talento, que no era necesario ser “bueno”, que no existen parámetros reales para diferenciar lo que es arte de lo que no lo es, y que todo se trata al final de lograr una buena venta publicitaria. Era capaz de decir -sin sonrojarse- que él no sabía si Miguel Ángel era tan genial, pero había tenido al mejor publicista de su época: el papa, que venía a ser como que te vendiera el mismísimo dios, ¿quién no va a comprar? 

      Yo, por mi parte, más tímida que ahora y definitivamente insegura, necesitando una “diferencia” que me justificara la existencia, pretendiendo convencerme de que la ausencia de talento puede suplirse con pasión y convicción, quería matarlo por sus sacrílegas palabras. Había que ser bueno, muy bueno, aunque nadie se diera cuenta. El compromiso es personal y la eventual aprobación del otro es indiferente. 

      Yo decía que era sólo cuestión de uno, que nosotros mismos nos debíamos la verdad. Él decía que lo único que contaba era que los demás dijeran que eras bueno y te pagaran como tal. Si realmente lo eras resultaba una mera anécdota intrascendente. 

      Pasaron los años. Yo me empeciné en ser artista y seguí –sigo- en mi obstinación mientras que para ganarme la vida fui aceptando hacer otras cosas también. Dividí mi vida en dos a costa de mi salud mental. El abandonó el arte y se dedicó a la publicidad, donde ese talento que siempre ha tenido en demasía le ha permitido destacar y hacer dinero. Tiene una única vida que es exactamente la que quería. Hoy cuando sale el tema siempre me recuerda que ganó la discusión. Ni siquiera tuvo que esforzarse personalmente para obtener la prueba de su victoria, le basta con susurrarme “Hirst” y yo tengo que guarda silencio y reconocer mi derrota.




 


     A esta altura del partido, poco importa haber escogido el bando perdedor. Es lo que hay y es lo que somos. Los errores te marcan el destino y es posible que hasta te guste bastante esa vida (equivocada). “Podrías haber sido…” tantas cosas. ¿De qué sirve perder tiempo en especulaciones de lo que pudo haber sido si tal o cual cosa? No fue. Yo elegí –convencida- y esa elección me marcó el camino. El eligió por su lado y ahí lo ves (fantástico). Suelo decirle que podría haber sido el mejor dibujante del planeta, que probablemente de hecho lo sea, pero él sonríe burlón y sé que no le importa nada. Es cierto: seguimos siendo lo que siempre fuimos. Más viejos, más cansados, más cínicos. Pero seguimos siendo la misma gente.








 

viernes, 5 de abril de 2013




     Ragnarök es en estos días una concreta vivencia física. Como no percibir un material fin del mundo el que caiga una lluvia (dos horas de lluvia, sí, pero no un huracán o un tsunami; no los cuarenta días y cuarenta noches de lluvia de Noé) y se mueran más de cincuenta personas. ¿Es tan fácil morir? Parece que acá sí. E invade todo esa sensación de absurdo que no requiere ser creíble para ser cierto. Sí, está comprobado. Te podés morir si llueve. Te podés morir si un tren no puede frenar a entrar a la estación (una mega-estación, Once, en el centro de Buenos Aires, capital de un país que se decía –recuerdo- era del primer mundo). Obviamente, te podés morir a manos de cualquier ladrón adolescente que te pega un tiro después de que le diste todo sin chistar, sólo porque a él le da lo mismo matarte o no. Te podés morir si un taxi se sube a la vereda cuando estás esperando el colectivo si es que antes no se te cayó un balcón sobre la cabeza. Si, es un hecho. Te podés morir. Son más las probabilidades de morirte que de volver a tu casa (para morirte ahogado mientras dormís porque… llueve). El hombre primitivo, en los tiempos míticos, podía fácilmente explicarse todo esto: los dioses están enojados. Pero dado que el Espíritu Santo (el espectro insondable borgeano) eligió un papa argentino, los furiosos deben ser los otros dioses. ¿Cuáles? ¿Cómo averiguarlo con relativa certeza así celebrar el ritual prescripto para su sociego? ¿Y si tiramos a algún volcán a nuestras máximas investiduras políticas? Así para algo, al menos, sirven. La vida por la patria se supone que juran, ¿no? Entonces de cabeza al volcán. Uno siente que sobrevive, no que vive en Baires por estos días. A la espera de que nos toque el turno. Que el próximo absurdo nos cueste la vida, la que evidentemente vale tan poco. ¿Cómo es posible que el hombre que viaja a la luna y crea internet se ahogue porque llueve? ¿Tan básico se ha vuelto todo? 

  Manuel Flores va a morir/ 
Eso es moneda corriente./ 
Morir es una costumbre/ 
Que sabe tener la gente.” 

 Jorge Luis Borges, Milonga de Manuel Flores