domingo, 31 de mayo de 2015

    

 Bandeja Enmascarada # 2…

 

 




     …y Bandeja Enmascarada # 3

 



 


     Lo de expandirse, dar más volumen, jugar por afuera y en distintos planos es muy divertido y lleno de posibilidades con las que experimentar,  pero es muy difícil de fotografiar.  Más con mi vieja camarita Sony Ciber-shot de 8.1 mega pixeles (¡una antigüedad de museo!).  Pero es lo que hay y con eso vamos.


      #1, #2 y # 3 (La Risueña, La Pájaro y La Cornuda) terminadas, ya estamos con un cuarto del plan concluido.























sábado, 30 de mayo de 2015






     A quien corresponda: el dichoso video institucional de arteBA todavía puede verse en este link:  http://www.clarin.com/sociedad/video-feria-desato-polemica-redes_0_1366063713.html

     Porque ya sabemos que es muy difícil borrar lo que alguna vez se subió a la web.  Hay que pensar antes de hacer las cosas, máxima primera del más básico sentido común.  Tal vez sea hora de dejar el latiguillo hueco de arte-arte-arte por el más certero de circo-circo-circo (con perdón de los circos).


     Tal vez nos merecemos esto.  Tal vez nos hemos encerrado tanto en nosotros mismos que perdimos de vista que los espacios se ganan con acciones, y que si a los que nos importa la cultura nos aislamos para no contaminarnos con la vulgaridad del mero negocio terminamos permitiendo que cualquiera ocupe el lugar que nos correspondía.  La dignidad ofendida de quién se siente desplazado por el oportunista será el estigma de la estupidez del pseudo-intelectual que lejos de arremangarse y salir a pelearla de igual a igual se sube a su columna y se enfurruña en solitaria e inútil indignación.



     Tal vez llegó la hora de que los que no estamos de acuerdo hagamos algo más que criticar y quejarnos.  Tal vez





viernes, 29 de mayo de 2015


     Al final, los organizadores de arteBA se dieron por aludidos y bajaron ese espantoso vídeo y reconocieron que ni la idea era original.  ¿Para eso sirve tener cotizados publicistas y reconocidos RRPP? ¿Para copiar (¡pésimamente mal!) las campañas de otros?   Insisto, la feria de galerías de Buenos Aires se supone que nos representa de cara al mundo.  Pero en la realidad (¿debemos dar gracias por ello?) no nos representa en absoluto.

 


  

    Los artistas de la periferia (léase: los que no existimos a la vista del mercado del arte), los que hacemos todo a pulmón y trabajando catorce horas diarias en otra cosa para conseguirnos el sustento básico y los recursos para sostener nuestra costosa e inútil  vocación (¿ya lo dije? Pintar es MUY caro…), no podemos dejar de preguntarnos cómo un evento de tal envergadura puede ser manejado por personas tan chapuceras y toscas. 


    A un evento que se realiza una vez al año y que debe facturar fortunas a sus auspiciantes  mientras cobra a las galerías por cada metro de pared, centímetro de catálogo y lucecita extra en el panel, lo mínimo que puede exigírsele es una digna campaña de difusión.  ¿Plagiar lo hecho por otra feria en Europa?  Suena tan de aficionado que causa vergüenza ajena.  Pero  semejante bochorno debe haber generado un importante costo, lo que hace suponer que alguien deberá rendir cuentas por ello.  ¿Será?  ¿Alguna vez una fundación sin fines de lucro como la Fundación arteBA rendirá cuentas en forma pública?  ¿Sabremos cuánto salió cada cosa, cuanto se ganó, cuanto se perdió, a que se dedicaron las ganancias eventuales?  ¿Alguna vez sabremos algo?  O, como siempre, será el buen negocio de unos cuantos, precisamente de esos que con el arte no tienen nada que ver.






miércoles, 27 de mayo de 2015


     “Los perdedores, como los autodidactas, tienen siempre conocimientos más vastos que los ganadores.  Si quieres ganar tienes que saber una cosa sola y no perder tiempo en sabértelas todas; el placer de la erudición está reservado a los perdedores.  Cuanto más sabe uno, es que peor le han ido las cosas.”    


Umberto Eco, Número Cero, Lumen, Buenos Aires 2015, pág. 20.






     A veces descubro que no estoy tan sola…







     Y encuentro consuelo leyendo  mi blog de cabecera loveartnotpeople, donde Rodrigo Cañete  sentencia:


     “ALEC OXENFORD LLEVA EL NIVEL DE PELOTUDEZ DE ARTEBA 2015 A LA ESTRATÓSFERA.  PRUEBA 1):  EL SPOT PUBLICITARIO QUE MARCA LA MUERTE DEL ARTE COMO VALOR.”


 http://loveartnotpeople.org/2015/05/27/alec-oxenford-lleva-el-nivel-de-pelotudez-de-arteba-2015-a-la-estratosfera/





     Pero lo cierto es que esta “publicidad” es la que presenta y define la feria de galerías de Buenos Aires, evento que debería representarnos (aunque sea un poquitito) a los que nos dedicamos al arte por estos lados:






¿Cómo es que llegamos a esto?










martes, 26 de mayo de 2015

   



       Post Data:  Pregunto: ¿esto es “arte”?


     ¿A mi sola me parece que presentar al artista como “una japonesa” que “hace karaoke en portugués” es –como mínimo- POCO SERIO?


    ¿El error está en llamar a eso arte o el error es la campaña de prensa tan precaria que está malvendiendo lo que debiera ser una elevada performance de artistas exquisitos digna de mejor explicación? 

     El error es no hibernar hasta que pase arteBA...





    

     Promesas rotas
 
 
   

   Me había prometido (muy seriamente, por cierto) no engancharme con la edición de arteBA de este año.  Ya sé de qué se trata, ya sé que mi indignación es infructuosa (para ellos, para mí es productiva: me agranda la úlcera), que no está a mi alcance ni siquiera rasguñar levemente su esfera de absoluta inimputabilidad.  Allá ellos, desacreditando el arte nacional y el nivel de sensatez del mercado local; acá yo, plañiendo de frustrada e inútil ira y observando ¡otra vez! su patético circo vergonzante. 

     Pero acabo de encender la computadora y por ritual imprudente reviso mi correo y me llegan las malvadas capturas de pantalla de mis más malvadas mal llamadas amistades.

    Y leo:
 


 
     Cuento hasta diez, recuerdo cuando le prestaba atención a ese asunto de la meditación, ver violeta, la imperturbabilidad a lo David Carradine en Kung Fu.  Está bien, me digo, respirando lento y  pausado.  Van a psicoanalizar los cuadros.  Qué bonito.  Se ve que está de moda la arteterapia; es sabido que muchos que dejan de fumar, para no entrar a darle a la comida, se compran la cajita de témperas.  En toda clínica psiquiátrica encuentra primer empleo el maestro de dibujo y pintura recién egresado de la Prilidiano.  Está bien.  Los artistas están un poco chiflados, así que el diván es decoración necesaria en una feria de arte que se precie de tal.  Sigo.
 
 
      Y si bien soy astuta y NO ENCIENDO LA RADIO,  enseguidita veo el twitter:

 
     O.K.  Va a pinta con la lengua.  ¿Por qué insisto en dedicarme al arte si yo, apenas, uso un lápiz y un pincel?  ¡De eso se trataba, pedazo de estúpida!, que venís perdiendo el tiempo desde hace más de treinta años: se trataba de andar lamiendo y chupando por ahí.

      Sospecho que sí, que de chupar, ni más ni menos, venía la cuestión.  Ir lamiendo lo que debía lamerse en aras de conseguir entrar en arteBA.  Lo que pasa es que a mí me lavaron el cerebro con eso de la dignidad y la ética.  Tamaño desperdicio.  Era tan simple como andar a los lengüetazos, dejando el asco de lado y envolviéndose en la bandera de la conveniencia y la oportunidad.

     Mejor ve voy a conseguir un Valium y un Pepto Bismol.
 
 
 
 
 

lunes, 25 de mayo de 2015




     Terminé la primera  de mis Bandejas Enmascaradas.  La bautizada oficialmente Uno.  Al final, la idea de que fueran medias máscaras naufragó completamente. Daba despojado, con una pata floja en el equilibrio de toda la obra. Igual, no estoy satisfecha; el asunto requiere más experimentación, más dimensiones. 




     Pero siempre es igual: los primeros intentos son pura intención, sólo la práctica disciplinada y terca permite el vuelo.  Veremos. 






domingo, 24 de mayo de 2015


Sobre cómo se puede ser causa involuntaria del divague ajeno y del enojo propio. 





















    Terminé ayer para mí La Digestión, para la realidad fáctica Las Sobras de Hondius y para la corrección de ponerle nombres entendibles  a las obras Puerto de Palos.

 

     Ya conté (en la entrada  del 4 de abril de este año) que La Digestión era el título del trabajo escolar hecho sobre el cartón de metro diez por ochenta que acabó herrumbrado en mi taller.  Yo soy incapaz de tirar nada, y el cartón estaba bastante bueno salvo el relieve del intestino –delgado y grueso- que las jóvenes estudiantes autoras de la lámina ilustrativa había realzado con una plastilina ya seca.  Fue fácil alisar la superficie y pegar los trozos de passepartout negro que me habían sobrado del montaje de las seis obritas que fueron a New York, La Serie de Hondius.  Es claro y simple: la digestión fue mi motivación de inicio, y usé las sobras de Hondius para la composición.



     Pero bueno, como uno busca que el eventual observador no familiarizado con los intrincados recovecos de nuestro cerebro entienda lo que está mirando, la bauticé oficialmente Puerto de Palos por los barquitos que dibujé con tintas claras sobre el cartón negro.  ¿Era realmente el Puerto de Palos el modelo que tomé de base?  Lo ignoro, porque la imagen que copie era una que había recortado de un diario hará por lo menos quince años y entonces no cuidé de resguardar la data identificatoria.  Un dibujo antiguo de un puerto.  Adorable.  Yo al principio apenas si estaba jugando sobre las sobras de Hondius con esos barquitos endebles.  Podría ser o no el de Palos, para mí –y por ponerle un nombre decente a La Digestión- lo fue.



      Obra terminada y a mi gusto, sería para afuera Puerto de Palos y fin de la cuestión.

 

     Pero las coincidencias suelen darse con acopio de malicia.  El proverbial humor negro de dios. Tienden a combinarse factores nefastos: personas estúpidas, yo y exceso etílico.  Alguien –un estúpido- entró a explicarme (a mí, que hice la obra y me hallaba en estado de que la embriaguez superaba mi natural cortesía) lo que ésta significaba con tono de verdad revelada y certeza indiscutible.  


     Después de escucharle un rato disertar equivocación tras equivocación sobre Colón y del por qué partió de Palos me puse muy molesta.  Creo que no era por mi obra, puntapié inicial de su monólogo, sino porque despotricaba injustamente sobre Colón,  quién en ese momento se me representaba más que nunca como un Depardieu en todo su esplendor.  A milímetros de mi enojo, quise cortarlo afirmando con la lógica obstinación que nace de un buen Syrah:  -En realidad, la obra se llama La Digestión.



     Se suponía que el estúpido debía callarse y, a lo sumo tras una pausa incómoda, cuestionarme el por qué de ese segundo nombre.  Pero el estúpido era MUY estúpido y exclamó como si fuera una consecuencia obvia de sus dichos: -Claro, la figura yacente es América, a la espera para fagocitarse la anquilosada cultura europea y concebir un nuevo régimen de libertad y progreso.  La América que espera para vencer al conquistador infame.


    Iba a protestar, ahora sí auténticamente furiosa, que mi chica (que según se la mirase por su cadera engañosa podía ser tomada por un chico) no estaba asechando a nadie para comérselo.  Pero alguien me agarró de un brazo y me distrajo.  El estúpido continuo disertando con tono grandilocuente sobre Juan Días de Solís y si habían sido guaraníes o charrúas los que se lo comieron a las brasas en tierras bonaerenses para concretar la sublimación de la justicia poética sobre el invasor. 


     -No decís siempre que la obra se completa en cada observador-  me susurró ese alguien, evitándome de vuelta la intervención indignada. - La versión alimentaria es la de él, no lo contradigas.  ¿Qué te importa?  El aparato digestivo que se esconde detrás de los cartones no puede abandonar su influencia…  


     Honestamente, no sé por qué me molestaba tanto el desvarío ajeno sobre mi obra.  Quizá porque le atribuía un resentimiento inexistente o una finalidad moralizante que los dioses de todos los credos me eviten siempre incluir en mi trabajo. Quizá sólo porque venía de un reconocido estúpido. 


      Puerto de Palos a.k.a. Las Sobras de Hondius a.k.a. La Digestión es sólo la secuela de  la patología acumuladora de rezagos que padezco.  Sólo un juego.   No tengo nada en contra ni de Solís ni del charrúa (o el guaraní) que lo cocinó para la cena.  Esa historia (que la cuenta maravillosamente Mujica Láinez en su Misteriosa Buenos Aires) es parte de la cultura de la que provengo como sudamericana y rioplatense.  La mistura étnica y cultural de América propende a la riqueza del alma, a sumar no a dividir ni a buscar revanchas.  Y pretender analizar con parámetros actuales la realidad medieval de la llegada de europeos a esta tierra es un error habitual, precisamente, de los estúpidos -y a las pruebas me remito-. 


     Por un buen rato rumié la posibilidad de cambiarle el nombre de Puerto de Palos.  Pero es cierto, la obra una vez concluida es libre de mí y su diálogo se vuelve personal con cada espectador.  Tal vez deba contar la versión del estúpido, tal vez deba ser apenas un juego estético, tal vez deba recordar el placer de la creación provocadora.  Tal vez... quién sabe.  Yo, ciertamente, no.







sábado, 23 de mayo de 2015



Cultura versus rentabilidad, cuater (o como ser insufriblemente monotemático).




Pego a continuación un artículo de El País (http://cultura.elpais.com/cultura/2015/05/22/actualidad/1432321800_041580.html), que mientras leía me alegraba la mañana pensando que acá, en el fin del mundo, en un país en plena recesión y con la actividad cultural ignorada mayoritariamente, esas cosas no pasan.  Pero después pensé en los exitosos artistas manufactureros, esos que tienen operarios a su servicio para hacer las obritas que luego venden como decoración de dormitorios infantiles, y me entró la duda. 


     Y confirmé que el Gran Mercado del arte no es para mí.  Todo muy bien, todo muy lindo, yo rompo los trabajos que no me satisfacen y quemo los que me gustan,  pero aceptar venderle una obra a alguien que la va a atacar con una tijera…  muy Grace Kelly by Hitchcock en Dial M for Murder pero para mí no, gracias; te lo agradezco pero No.

 

El emprendedor tecnológico y voraz coleccionista de artistas emergentes Stefan Simchowitz, de   44 años, entró en 2013 en el estudio de Amalia Ulman, una creadora conceptual entonces de 24   años. Vio dos telas de gran tamaño salpicadas de ojos azules. Le gustaron. Amalia accedió a   vendérselas. “Estaba desesperada”, cuenta. “No tenía nada para comer”. Lo que ignoraba era la   propuesta terrible del acuerdo. El coleccionista quería trocearlas. Así era más fácil que   encontrara mercado. Aceptó. Fausto vendiendo su alma artística al diablo. Le pagó 150 dólares   por pieza. También, por ser justos con la historia, Simchowitz había ayudado antes con 500.000 dólares a Amalia en un momento difícil. El autobús de la línea Greyhound en el que viajaba   desde Nueva York a Chicago se estrelló. Hubo un muerto y una decena de heridos. Despertó en   un hospital con una fractura abierta de tibia y una deuda médica que el coleccionista respaldó.
Simchowitz representa bien ese perfil del nuevo coleccionista que ha emergido con el advenimiento del capitalismo artístico. Compra de forma agresiva creadores jóvenes, vende rápido y gana dinero. ¿Pero es esto lo que significa coleccionar hoy? “El coleccionista especulador define nuestro tiempo”, relata Elena Foster Ochoa, editora y fundadora de la editorial Ivorypress. “Ni siente ni padece la obra. Para él es una commodity como puede ser el oro o el petróleo”.
El economista alemán Magnus Resch (fundador de la base de datos Larry’s List) calcula que en el mundo operan entre 8.000 y 10.000 coleccionistas. Personas que acuden habitualmente a galerías y ferias internacionales y que manejan al menos un millón de dólares (881.000 euros) en bonos, acciones o dinero. De estos, 3.111 son “visibles”.
Sin embargo, frente a la obsesión por la oscuridad que representan coleccionistas suizos y rusos hay otros que buscan luz y taquígrafos. Bastantes encargan sus propios museos a arquitectos de marca y los abren al público. Son colecciones que se miden por miles de obras y exhiben artistas muy próximos al mercado. Pero los propietarios saben que, además de prestigio y beneficios fiscales, abrir estos contenedores les permite comprar en condiciones preferentes en las galerías.
El matrimonio Eli y Edythe Broad representa muy bien ese signo de los tiempos. El 20 de septiembre inaugurarán en Los Ángeles el museo The Broad, que albergará su colección privada de más de 2.000 obras. Proyectado por el estudio Diller Scofidio + Renfro, el edificio ha costado 140 millones de dólares. Una cifra asumible para Eli Broad, quien gestiona una fortuna de 7.100 millones. “Uno se convierte quizá en coleccionista cuando va más allá de decorar la casa”, explica el magnate por correo electrónico, “entonces el coleccionismo se convierte más que en una pasión en una adicción”. Soledad Lorenzo habla de “la maravillosa ludopatía que es coleccionar”. Al tiempo que la galerista Oliva Arauna reivindica un coleccionista que “se implique más con los galeristas y los artistas. No que acuda a una subasta porque haya salido una obra barata”. Se trata, según el creador Sergio Prego, de “mantener una relación afectiva con el arte y con el objeto”.
Desde luego, la lírica no exime de la realidad de las cosas. Hay infinidad de coleccionistas atraídos por la exhibición del dinero y el estatus. La venezolana Ella Fontanals-Cisneros posee una de las mejores colecciones de arte latinoamericano del mundo. Más de 2.000 piezas que exhibe en su fundación (CIFO) en Miami. Pero Ella se queja: “Han surgido una multitud de nuevos coleccionistas que no sé ni cómo llamarlos. Un coleccionista tiene que tener valor, tiene que gustarle la investigación y buscar cosas nuevas”.

Entre tener y ser

En el territorio de la imagen se manejan Emilio Pi y Elena Fernandino, empresario y psicóloga, quienes tienen una ambiciosa colección de videoarte. El vídeo tiene poca reventa y la especulación apenas existe. Emilio recurre a la historiadora de arte francesa Raymonde Moulin para explicar de qué hablamos cuando hablamos de coleccionar: “Una adhesión entusiasta a la contemporaneidad, el intenso placer de participar del descubrimiento y consolidación de artistas en el sistema y el reconocimiento dentro de la pequeña y exclusiva sociedad de amantes del arte (la vanidad)”, desgrana.
El coleccionismo actual se debate entre tener y ser. “La posesión de las obras es importante”, apunta el coleccionista y empresario mallorquín Juan Bonet, “pero resulta peligrosa. Si solo se basa en acumular al final pierde sentido y por tanto se pierde ilusión”. Porque en este caso el número no hace al monje: “Se pueden tener pocas obras y ser un gran coleccionista. Todo depende de si tienes un compromiso profundo con el arte y los artistas y te alejas de esa plaga bíblica que son los especuladores!”. Esta voz rotunda tiene 86 años y una colección con aspecto de museo de 800 obras. Marcos Martín Blanco, empresario jubilado, pugna estos días por construir en Segovia su propio espacio. “Tarea dura, a veces ingrata, pero ineludible para quienes llevamos en las venas el veneno de coleccionar”, zanja.

viernes, 22 de mayo de 2015


    Ayer otorgaron al Maestro Hermenegildo Sávat el merecido reconocimiento de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires.  Transcribo algunas frases de su discurso de agradecimiento que han sido reproducidas por distintos medios:



     "Nací en un ámbito de gente culta, pero no soy académico, fui autodidacta y, a veces, lo lamento…” (recordó sus comienzos -con solo 15 años-, cuando publicó su primer dibujo en el diario El País de Montevideo) “…Desde entonces he logrado sobrevivir con mi absoluta y saludable incapacidad de vender… Esta distinción va dirigida a una sucesión de individuos que viven todos integrados en mi persona…  (citando a Händel) …Lamentaría, señor, que mi obra hubiese tenido éxito entreteniendo. Sólo quería mejorar a la gente…”

http://www.clarin.com/cultura/Sabat-reconocimiento-UBA-honoris_causa-caricaturista_0_1361264336.html 


     He admirado al Maestro Sábat desde que tengo conciencia de haber descubierto sus dibujos en un diario.  Y con el tiempo llegué a plagiarlo (copiarlo, imitarlo, venerarlo) para el diseño de un catálogo casero de la muestra que realicé en La Manzana de Las Luces en 1995,   porque –en palabras de Borges referidas a Macedonio Fernández-: lo admiro “hasta la transcripción, hasta el apasionado y devoto plagio”.

 


    Ojalá le pueda llegar desde acá mi respeto y profunda admiración no sólo por su obra sino por su auténtica calidad de Maestro para todos los que desde atrás y pese a nuestras limitaciones venimos aprendiendo de su insuperable talento artístico  y de su indiscutible integridad y coherencia de hombre de bien.  Gracias, Maestro.