Me llega la convocatoria a la 16 Bienal
de Artes Visuales Mulier, Mulieris 2026 que organiza el Museo de la
Universidad de Alicante, España, y mi primera reacción es sumarme,
porque soy mulier, mujer, y entiendo que me están hablando a mí. Después
leo las bases y veo que “tiene como objetivo propiciar una reflexión plural
y comprometida con la construcción de nuevos imaginarios femeninos a través del
arte contemporáneo.”
Ahí
me entra la sospecha de que quizá mi obra no sea exactamente propia para la reflexión
“comprometida” y menos con “nuevos imaginarios”, ya que no puedo
negar que mi estado mental siempre fluye en la estética de los años 30/40 del
siglo pasado. Pero insisto en que soy una
mulier, y mi imaginación es femenina y hago arte contemporáneo, y además
estoy habituada a que me rechacen por inadecuada o indefinida o demasiado
intrincada así que ¿por qué no hacer algo para postular a Mulier, Mulieris?
Parto de un retrato femenino. Una rubia angelical, muy, pero muy, de mi gusto. Una de mis voces -la sensata- me dice que probablemente el “nuevo imaginario” preferiría un retrato más andrógino y hasta con algún sesgo masculino. Pero estoy acostumbrada a dejar a mis voces hablando solas.
Someto
a mi linda rubia al fuego, en honor a la resiliencia femenina que ya ha dejado sentado
el precedente de que nos den por donde sea siempre resurgimos más fuertes y definidas Y los resabios chamuscados del retrato los adhiero
a un papel artesanal de degradés de rosas y lilas. Vamos con todos los estereotipos, insiste
mi voz seria, el rosado es para las nenas.
Agrego una
dama con sombrero y máscara, para, tal vez, sugerir sutilmente que tras una cara
bonita hay mucha más profundidad. Pero la
sutileza no es lo mío y recalco la idea con una clásica grafía de los locos años
20 que anuncia un Masquerade Ball.
Y si vamos a exagerar, ¡exageremos!, y me dejo llevar por el placer de
trazar otra lánguida dama enmascarada.
Los antifaces no son necesariamente femeninos, me justifico. Los hombres tienen enmascarados por todos lados,
el Zorro, el Llanero Solitario, Batman y los anteojos de Superman. No importa el género, todos somos algo más de
lo que luce a primer vistazo. Agrego algo
de ornamentación arquitectónica y una especie de camafeo, que eso sí es tan
femenino.
Y agrego un angelito, aunque después me doy
cuenta de que no tiene alas, por lo que creo que técnicamente es un puttis,
un seudo angelito ornamental, puro artificio.
Trabajo un
poco el retrato central…
Y ahora sí,
me detengo en un angelito con grandes alas, en un papelito rosa (todo escrito del otro lado), para superponer al conjunto.
Y después pasaron
cosas. Una de esas crisis que te trastocan
todo, que te tienen corriendo por todos lados y que hacen que te refugies a medianoche
a dibujar para recuperar la estabilidad mental y compilar fuerzas para los días
de incertidumbre que siguen. Por eso no
fotografié los avances, perdida en mi refugio soló me dediqué a avanzar.
En estos días desordenados entró Lilith en la composición, porque antes de Eva fue Lilith…
Y como es sabido
que en cada mujer hay una bruja, reseñamos el detalle:
En
ese contexto mis voces se agitaron un poco y me gritaban a coro que mi
obra en nada cumplía con la consigna a la que pretendía aplicar, así que les di la razón
(en vano intento de silenciarlas) y en un bando rosado incluí la proclama
ceci n´est pas une femme, no es una mujer. Y ya está.
En un fragmento
de partitura una mano ofrece una flor que es un sol en una estrella, porque ya estábamos
en pleno desborde.
Y en un pedacito
de mi papelito de terciopelo rojo un corazón con cerradura y la sugerencia de
una música en andante lento para conseguir
la llave.
Así quedó la versión final de Masquerade Ball. Ya veremos cuál es su destino.





















































