sábado, 28 de septiembre de 2013




     En el marco de la actividad Jornadas de bibliotecas a puertas abiertas se desarrolló esta tarde la presentación del documental “Juan Muraña, comentado por su autor”, realizado en 1983 en el Colegio Normal 8, con alumnos de ese colegio y del Mariano Acosta interactuando con Jorge Luis Borges. El documental, recuperado y editado por la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, se exhibió con la presencia de María Kodama, quien luego conversó –con ese modo suyo sereno y sumamente gentil- con los asistentes. 

     Definir el evento como una MA-RA-VI-LLA resulta certero pero poco descriptivo. El ambiente cordial del encuentro, la camaradería que se destiló con naturalidad entre los concurrentes, la magia que se desplegó desde la pantalla con el cálido trato de Borges hacia los demás, su manera sencilla y amable de explicar su colosal proceso creativo, su simpleza didáctica para trasmitir su pasión y su goce por la literatura, y la charla final de María Kodama, una mujer que trasmite sin esfuerzo su paz personal y su vibrante y permanente cariño por Borges al relatar con gracia y simpatía montones de anécdotas que pintan a un hombre real, divertido y desbordante de disfrute por la vida y por las letras.






     A lo largo de casi tres horas el mundo fue, dentro de las paredes del Centro de Lecturas: Debate y Trasmisión, de Ambrosetti 1000 de la Ciudad de Buenos Aires, un lugar absolutamente acogedor para habitar. Para mí, que me enteré por una gacetilla de prensa que recibí por mail de www.vivilibros.com , y que concurrí porque se dieron una serie de casualidades que me permitieron la asistencia, fue un PLACER absoluto. Mi pública gratitud a Viviana Rosenzwit que coordinó el evento y que, como responsable de Viví Libros, me hizo llegar la invitación. 

     Dice Borges en el Prólogo de Los Conjurados (ese libro que dedica precisamente a María Kodama) que: “Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día que no estemos, un instante, en el paraíso.” Me atrevo a sospechar que esta tarde en la calle Ambrosetti unas cuantas personas disfrutamos de ese instante de paraíso.









martes, 24 de septiembre de 2013




     Para (presunto) alivio de quienes constantemente me aconsejan hacer algún tipo de terapia, si bien sigo perseverando en mi contumaz desidia hacia la integridad de mi salud mental, he dado en una de mis últimas cacerías con un librito de lo más simpático escrito por un psiquiatra. Trata de identificar las patologías que aquejaron a figuras históricas y en particular a los genios del arte. Obviamente son especulaciones no del todo convincentes, máxime cuando este autor toma como base los “diagnósticos” de otros médicos que lo precedieron en el análisis. Pero es fascinante el modo en que puede “interpretarse” y sustentarse seudo-científicamente algunas conductas para justificar patologías que probablemente nunca existieron fuera de la mente del analista en cuestión. Por puro instinto corporativo, me detuve y marqué algunos párrafos dedicados a célebres pintores:






“En cuanto a la otra grata y perdurable fabulación sobre el carácter revolucionario, indómito, rebelde, etc. de Goya, tan del gusto del artista “comprometido” de nuestros días, tiene el mismo fondo de verosimilitud que las demás fantasías. Sin resultar necesariamente servil, Goya se adaptó a todas las cambiantes circunstancias. Sin pasarse al lado donde el sol más calienta, se dejó acariciar por él sin la menor protesta. Mal genio, aspereza, terquedad, nada tienen que ver con la gallarda y generosa rebeldía. A Carlos IV, Godoy, José Bonaparte, Fernando VII y el diablo en persona, aceptará con una sola condición: que le dejen pintar. Es lo único que de verdad le interesa, y es la clave interpretativa de toda su biografía y evolución plástica. También aquí Ortega da en el centro de la diana, la vocación de pintor de Goya: ´…Es improbable que en ningún otro (pintor contemporáneo) se diese una vocación tan decidida y total, tan coextensiva con su persona. Cabría decir que Goya no tenía esa vocación, sino que la vocación le tenía a él, le poseía por completo. Ya veremos en qué sentido preciso habrá que considerarle como un efectivo poseso, como un endemoniado por el demonio de su propio astro… Esta advertencia es capital para entender a Goya, su vida y su obra.´ "  (La supuesta Psicosis de Goya, pág. 151)






“Lógicamente en Arlés no se habla de otra cosa, y cunde el temor a Vincent. Hade interrumpir el retrato de la mujer de su fiel amigo el cartero Roulin: ´Porque temo que ella no querrá posar mientras siga ausente su marido.´ Vincent está penosamente consciente del recelo que inspira: ´Aunque todo el mundo tenga miedo de mí, con el tiempo eso puede desaparecer.´ Por desgracia, no desaparece, ni siquiera de su misma conciencia: ´…Dejadme continuar tranquilamente mi trabajo; si es el de un loco, tanto peor.´ ´Las intolerables alucinaciones han cesado, a fuerza de tomar bromuro de potasio.´ ´O encerradme en una cabañuela de locos, no me opongo si es conveniente, o dejadme trabajar con todas mis fuerzas.´ ´Todo el mundo tendrá un día neurosis, histeria, baile de San Vito u otra cosa.´ ´En verdad, todavía tengo signos de la sobreexcitación precedente, pero eso no tiene nada de raro; en esta buena región tarasconesa todo el mundo está un poco tocado.´ En los días en que escribe estas frases está haciendo obras maestras. Trabaja, como en todos los intervalos en que su enfermedad lo permite: ´Como un verdadero poseso, experimento más que nunca un sordo furor de trabajo, y creo que ello contribuirá a curarme. Quizá me ocurra algo parecido a lo que refiere Delacroix; he encontrado la pintura cuando ya no tengo dientes ni aliento; en el sentido de que mi triste enfermedad me hace trabajar con un furor sordo, muy lentamente, pero de la mañana a la noche, sin parar…´ Está legítimamente orgulloso de sus girasoles: ´Sabes que Jeannin posee la peonía, que Quost tiene la malvarrosa; pero yo poseo un poco el girasol.´ (…) Las orientaciones estéticas de Van Gogh nunca se ven afectadas por la enfermedad, siguen una línea que se estructuró antes de ella y que prosigue su desarrollo lógico. La psicosis se interrumpe de vez en cuando, nunca le desvía. Un sector de la mente de Vincent está enfermo, no su pintura, contra lo que pensaron los primeros estudios psiquiátricos importantes sobre Vincent, desorientados por la originalidad, por la genialidad innovadora, que se interpretó equivocadamente como extravagancia patológica. Carta a carta explica coherentemente cada uno de sus cuadros, el porqué y para qué de los matices cromáticos y de dibujos, en exhibición de suprema lucidez estética en los intervalos de las agudizaciones de la enfermedad. Esta característica se mantendrá hasta el fin.” (El Crepúsculo de Van Gogh pág. 183/185)




“Por ello son mucho más útiles las observaciones que las deducciones, aunque cuando éstas las hace alguien de tanto talento como Freud siempre interesan, aunque se equivoque; pues en el peor de los casos, si no aporta datos para conocer mejor al artista, sí nos los da para verle a él, en este caso a Freud, del que vamos a glosar su estudio sobre Leonardo Da Vinci; pero antes creo conveniente recordar el clima psicológico en que se orienta la libido de Leonardo. El ´pecado innombrable´. De este modo lo llamaban sus contemporáneos, pero lo cierto es que no paraban de nombrarlo. Precisamente en vida de Leonardo ocurrió el intento de reforma de Savonarola, el cual fanatizó Florencia en una ola de puritanismo que terminó al ser quemado él en la hoguera. En el mismo acto de su brutal suplicio, refieren que Benvenuto Bianco, uno de los dignatarios florentinos, exclamó: ´Bueno, ya podemos volver a disfrutar con la sodomía.´ La extensión del problema la encontramos reflejada en un sermón de Savonarola. Cuatro años antes (1494), tronaba dirigiendo este párrafo a los sacerdotes florentinos: ´Os conmino que abandonéis a vuestras concubinas, a que dejéis a vuestros jovencitos lampiños. Dejad, os digo, ese vicio, el pecado innombrable…´ (…) Las inclinaciones homosexuales se deducen de dos series de hechos: la morfología feminoide, o andrógina, de muchos de sus retratos, como el San Juan, etc., y el que siempre contrató a jovencillos de gran hermosura para su servicio. Muchos le acompañaron durante años, y a varios recordó en su testamento. Razona Freud que, no habiendo destacado ninguno de ellos después pese a tan excepcional maestro, no era por muestra de talento por lo que los seleccionaba.” (Psicopatología del Arte, pág, 278/280) 


Juan Antonio Vallejo-Nágera Locos Egregios Editorial Planeta S.A. Buenos Aires 1992





sábado, 21 de septiembre de 2013




     Hace unos días repasaba –por mandato escolar- el concepto de anáfora, ese recurso poético de reforzar una imagen por medio de la reiteración rítmica de una misma palabra al inicio de cada frase o verbo. Y como las ideas son pocas y a uno lo acechan, esta mañana me preguntaba si debía calificar la coincidencia de la referencia borgeana en dos columnas de opinión, una al lado de la otra a página 7 del suplemento Sábado de La Nación, como una forma (chapucera) de licencia poética. O si era más bien un desliz del diagramador o del encargado de edición. O, simplemente era yo haciendo alarde de fastidio con esta tendencia a analizarlo todo. 

     Como corresponde, leo de izquierda a derecha. Empecé leyendo la columna “En algún lugar del mundo” de Hernán Iglesias Illa Google quiere que seamos inmortales”, que refiere al anuncio de Google de crear una empresa dedicada a “la vejez y sus enfermedades asociadas”. La vejez es una falla en el sistema, dicen, y entonces se le puede encontrar cura. Y el autor de la columna al hablar de la inmortalidad rememora el cuento “El Inmortal” de Borges y a su personaje Marco Flaminio Rufo. Termina su análisis así: “`La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres` le hace decir Borges a Rufo en El Inmortal. Si viviéramos 150 años, creo, seríamos casi tan preciosos. Pero igual de patéticos.”






     La cita y en especial el hacerme revivir ese cuento maravilloso (uno de los que casi sé, literalmente, de memoria) me predispone de muy buen humor hasta que leo la columna vecina, también enredada con Borges. La columna de la derecha (melliza, mismo diseño, mismas cantidad de columnas) corresponde al espacio de opinión “Ideas y personas” de Julieta Sopeña; el artículo El infinito borgeano convertido en luz”. Y leo la descripción de la muestra “El Aleph” de los artistas europeos Anthony McCall y Mischa Kuball en el Faena Art Center: “…en el piso inferior la puesta de Kuball consta de bolas de disco apenas iluminadas que giran y reflejan puntitos en el piso, el techo y la pared, pintados de negro, desdibujando por completo sus límites. (…) ;McCall, en tanto, recreó enormes conos de luz traslúcidos que parten del techo hasta crear, en el suelo, contornos de formas variadas (obras difíciles de explicar si las hay). En ambos casos queda claro que el curador quiso jugarle una pasada (aunque buena) al espectador: El Aleph o jaque mate a los sentidos.” 








     Por supuesto que leer las características de esta muestra de arte (la que obviamente no voy a concurrir a visitar) logra malhumorarme no sólo por el día sino por el próximo lustro. Yo sé que cualquiera dirá que es mera envidia, porque yo no accedo con mi trabajo al Faena, pero una obra que se describa como “puntitos” de luz en la pared es algo que –vaya uno a saber por qué misterio- me irrita. Yo puedo pensar en El Aleph y ver la escalera, y ese escalón en particular sobre el que flota una esfera que reproduce el antes, el ahora y el futuro de todo lo que hay, hubo y habrá en el mundo; y puedo ver a Baudolino tratando de explicárselo al falso Preste Juan allende la tierra conocida. Puedo ver muchísimas imágenes con la sola mención de la primera letra del alfabeto. Pero ciertamente puntitos de luz en una pared pintada de negro NO. Y ni que decir de los conos que resultan indescriptibles… Y el jaque mate a los “sentidos” (al sentido común, será). ¿Por qué lo tiene que llamar “arte”? ¿Por qué tildarlos de “obra”? Son provocaciones, puestas para “epatar” (¡qué expresión antigua!). Serán ideas, búsquedas creativas. Pero no son obras y, realmente, la simplificación oportunista es lo más lejano a Borges que pueda existir. Sospecho que los “artistas europeos” y el bendito “curador” poco han entendido (de todo).-





jueves, 19 de septiembre de 2013




El pasado sábado 14 publicaba La Nación en su sección de Opinión un artículo de Héctor M. Guyot que magistralmente relataba el mismo problema y la misma duda que me ha estado aquejando los últimos tiempos: 

  Desde hace un tiempo soy contrabandista. Trafico libros. (…) Eso fue lo que nos condujo a la guerra no declarada que comenzó la noche en que deposité sobre la mesa los tres tomos de Los Miserables, tapa dura, que me había mandado al diario una editorial. -¿Hasta cuándo vas a seguir trayendo libros?- dijo mi mujer-. Esto no es la Biblioteca Nacional. (…) En el diario me topé con la noticia de que en San Antonio, Texas, se aprestan a inaugurar la primera biblioteca del mundo sin papel. Unos 10.000 volúmenes virtuales. A la coordinadora del proyecto, Laura Cole, no le gusta llamarla “biblioteca sin libros” sino, simplemente, “biblioteca digital”. La iniciativa tiene sus detractores. Christopher Platt, director de colecciones y circulación de la Biblioteca Pública de Nueva York, señaló: “La gente viene aquí no sólo para acceder a un texto, sino para tocar y sentir un objeto. Y no se trata de una cuestión sentimental.” (…) ¿Me compro una iPad? ¿Empiezo a descargar mi propia biblioteca digital? Una de las ventajas es que podría entrar en casa con los siete tomos de En busca del tiempo perdido sin peso ni riesgo alguno. El precio sería clausurar una forma de memoria. Estoy de acuerdo con Platt en las cualidades sensuales del libro-papel, pero discrepo cuando descarta el factor sentimental. Una de mis bibliotecas me acompaña más o menos tal como está desde los 18 0 19 años. Pocas cosas más estables en mi vida: sobrevivió mudanzas, etapas y cambios de estado civil. Hay allí libros que aún no leí, en condición de promesa (¿qué otra cosa es un libro?). (…) Me temo que estoy entre los que van a llegar a la iPad cuando sea demasiado tarde. Hay veces que entre el problema y la solución, elegimos el problema.” 


Hécor M. Guyot, “Una Biblioteca sin libros” La Nación 14 de septiembre 2013, Opinión, página 19.






     Por mi parte no tomo seriamente ni una iPad ni un iBook. Soy de los que tienen tres versiones de Las Flores del Mal de Baudelaire por diferir las traducciones; El Gato Negro de Edgar Allan Poe en español –la primera, para entenderlo-, inglés –para apreciarlo como dios manda- y una versión en francés que me traje de un hotel en que me hospedé la única vez que viaje a Paris. Y Cianuro Espumoso (Helmeilevä Kuolema) de Agatha Christie en finlandés (que se vino conmigo de mi viaje a Panamá -cleptomanía literaria-).  


     El libro más que un objeto es para mí una deidad y renunciar a mi devoción por ellos es absoluto sacrilegio. Auténtico pecado mortal. Pero en el último mes un par de jovencitas (de once y trece años), que no se conocen entre sí, que concurren a distintos colegios y viven en distintas zonas, coincidieron ante mí leyendo El Diario de Ana Frank. Eso motivó la conversación, realmente agradable, sobre libros. Ambas grandes lectoras pese a su corta edad y por voluntad propia, seguían con leal adoración todas las sagas de moda: Harry Potter, Crepúsculo, Hush Hush, Firelight. Y ambas coincidían también en leer de sus iPad, pero que si les gustaba la historia, era necesario comprar también el libro en papel (carísimos, por cierto). Cuando les pregunté por qué su respuesta fue igual de vaga como de contundente: porque el libro es otra cosa. Si es bueno uno lo quiere tener, verlo, poderlo agarrar cuando uno quiere. Releer ciertas partes. Marcarlo. Que esté ahí, con uno. Es otra cosa. 

   Las generaciones que vienen detrás podrán estar a kilómetros de distancia en tecnología pero el auténtico amor a los libros es un amor tan absolutamente visceral y primitivo que no sienten distinto de lo que sentimos nosotros. Nunca acabarán con los libros dice Eco. AMEN.






domingo, 15 de septiembre de 2013




     Sigo rondando en torno a mi La Lista de los Ángeles. Voy, vengo, busco. ¿Qué? Qué se yo, “eso”, eso que hace que una imagen tenga autonomía estética, que la obra me mire a mí con un desplante de arrogancia y yo la mire desde fuera, satisfecha pero aparte. Eso que me haga sentir que logré dar con el punto personal en el desnudo masculino, que me identifique y me defina. El equilibrio en el placer de hacer y el placer del después, cuando yo ya no tengo nada más que ver.





En el último ejemplar de la Revista Sur que conseguí hace un par de días conmemora el centenario de Almafuerte. Escribe Eduardo González Lanuza:

  “La poesía no es para él espectáculo, ni ejercicio, sino necesidad fisiológica, hambre y sed de comunicación. (…) Ser algo es ser esclavo: no hay libertos…, o, lo que es lo mismo, sólo puede haber liberación en la nada: la conducta humana va trenzando las mallas de una red, cada una de las cuales podrá ser el resultado de una libre resolución, pero que se ciñen en torno del tejedor para irle aprisionando cada vez más irremediablemente: ser algo, es ser esclavo de ese algo, y efectivamente no hay libertos… (…) No otro es el sentido de sus famosos “Siete sonetos medicinales”, que, con prescindencia de su valor poético, pueden ser considerados como verdaderos tónicos literarios, porque en su extremada desesperación parece resurgir un final vislumbre de esperanza, no de felicidad, a la que siempre menospreciara Almafuerte, sino de afirmación de lo humano, que era lo único que en verdad le interesaba. Como demostración de esto, será necesario releer nada más que el primero de ellos: “Si te postran diez veces, te levantas/ Otras diez, otras cien, otras quinientas,/ No han de ser tus caídas tan violentas/ Ni tampoco por ley han de ser tantas./ Con el hambre genial con que las plantas/ Asimilan el humus avarientas,/ Deglutiendo el rencor de las afrentas/ Se formaron los santos y las santas./ Obsesión casi asnal, para ser fuerte,/ Nada más necesita la criatura,/ Y en cualquier infeliz se me figura/ Que se rompen las garras de la suerte…/ ¡Todos los incurables tienen cura/ Cinco segundos antes de la muerte!” He aquí la obstinación, la simple persistencia transformada en sostén único de la realidad del ser. (…) Hay que persistir, aceptar el mal, “deglutir” la afrenta en forma sorda, vegetal, como asimilan el humus las plantas, nutrirse de ellas si se quiere alcanzar esa zona superior del espíritu que es para él la santidad. Ser santo, para él, es tener la capacidad de aguante de la planta enraizada, no evitar el rencor, sino incorporarlo transformándolo. (…) Peo obstínate y triunfa. Para ser fuerte, no necesitas más que empacarte, y entonces verás como en ti se rompen las garras de la suerte: la obstinación triunfando del azar. Regresa a la simple existencia obsesiva y alcanzaras incluso la inmortalidad… (…) …se llega a ser lo que se es a fuerza de persistir en ello, única forma de eludir a la nada, y lo expresa en estos versos de otro de sus mencionados sonetos: “Procede como Dios que nunca llora,/ O como Lucifer que nunca reza,/ O como el robledal, cuya grandeza/ Necesita del agua y no la implora.” …La norma ética que le interesa es la interna de fidelidad a sí mismo: que Dios permanezca por encima del llanto y Lucifer por debajo de la piedad, tanto da.” 

Eduardo González Lanuza, “Almafuerte, existencialista Avant la Lettre", Revista Sur 229 Julio y Agosto 1954, pag. 74/76






     Debo haber leído a Almafuerte por primera vez allá por mis doce o trece años. Memoricé, lógicamente, sus Sonetos Medicinales. Por esos juegos del inconsciente muté el “obsesión casi asnal” por obcecación asnal en mi versión personal, y he aplicado concienzudamente esa premisa en mi vida desde entonces. Empacarme como mula ha sido mi estrategia constante frente a las cuestiones que realmente me importaban. La misma que me tiene luchando hoy para dar con la línea y el matiz en mis Ángeles.






     A veces me entra la sospecha de que la raíz de todos mis males (o de lo que como “males” signa mi entorno) ha sido el haber crecido con demasiado acceso a los libros. He sido maldecida por la imprenta. ¿Habrá un sector en el purgatorio para nosotros? ¿Uno con muchas estanterías y todos esos libros que nos empedraron el camino al infierno? ¿Ahí, donde en estricto uso del libre albedrío, volveremos a leerlos dispuestos, ¡sin margen de duda!, a perder nuestra alma inmortal por ellos?





miércoles, 11 de septiembre de 2013

MISCELANEAS





I.- Sobre discusiones matutinas.

Punto I): Sí, reconozco que mi ánimo por estos días no es precisamente –por así decirlo- complaciente, y que mi natural pulsión a evadir las confrontaciones parece haberme abandonado. 

Punto II): Pero no puede achacarse a mi “temperamento” el hecho de que cualquier idiota camporista diga estupideces y quede en evidencia cuando uno le cruza dos frases. A ver: si de algo uno debe hacerse cargo es de la propia ignorancia. Lee de vez en cuando algún libro, pichón. Página 12 no alcanza. Sino, cállate la boca y escuchá, que puede que aprendas algo. 

Punto III): Sí, lo digo y lo sostengo: la cultura, lo que los iluminados de este gobierno entienden por tal, son manifestaciones instintivas no “adquiridas”. La necesidad de expresión del hombre es atávica, le viene en su propia naturaleza. La pintura rupestre es anterior a la escritura, y me atrevería a decir que anterior incluso a la palabra hablada. La música y el baile son expresiones tribales básicas. El canto tiene claras connotaciones rituales, de comunicación máxima con la divinidad inalcanzable. La “cultura” (como manifestación artística en cualquiera de sus ramas) no se le da a los pueblos, los pueblos la elaboran solos. Lo que DEBE dársele a los pueblos es EDUCACION, más y mejor. De calidad y apropiada a los avances tecnológicos y científicos de la época. No hay necesidad de darle música y bailes (¡murgas!), porque eso ya lo tienen, lo generan por derecho propio sin necesidad de “beneficencia” externa. Es una vergüenza que estos seudos progresistas de cartón pintado pretendan atribuírselo como logro gubernamental. Lo hacen fácil: quieren la gratitud por darnos lo que ya teníamos de antes. Caraduras. Solo espero que más pronto que tarde les alcance la MEMORIA de sus hechos y ocupen el lugar que les corresponde. La impunidad que gozan hoy es la sombra de un gobierno corrupto y transitorio. Porque los gobiernos pasan. Y quedamos los testigos de su vergonzosa conducta. En algo les doy la razón: NO HAY QUE PERMITIR EL OLVIDO. Hay que ser responsable de lo que uno hace y de lo que uno dice y del precio que se ha aceptado ponerle a la propia dignidad.






II.- Compensación literaria.

    Y como si los dioses quisieran desagraviarme (¡justo a mi, que les niego la existencia!), revolviendo en los anaqueles de una librería de usados de calle Corrientes me encuentro con un ejemplar de la Revista Sur del año 1954. ¡Cómo no va ese hallazgo a cambiarme el humor! Leyéndolo por arriba en el colectivo, volviendo a casa, leo:


  Escribe Ezequiel Martínez Estrada en Muerte y Transfiguración de Martin Fierro (T I pág. 38): ´Cualquier excelencia despierta la hostilidad que desde el centro de los seres más queridos se propaga hacia la periferia. Todo grande hombre está solo y el movimiento de sístole que protege al incapaz, expulsa en vigorosa diástole al bien dotado por Dios o por la naturaleza, particularmente al benefactor.´ Con esto queda planteado un oscuro y difícil problema de psicología de lo colectivo, concerniente a la relación individuo-sociedad. Sin el menor deseo de formular paradojas, puede decirse que no todo hombre por el hecho de ser solitario es grande; pero sí, en cambio, puede afirmarse que todo gran hombre es, de preferencia, un solitario. Y es igualmente exacto que la grandeza (cualquier “excelencia”, como dice Martínez Estrada) despierta la hostilidad. (…) …Repárese que vive más en comunidad el sabio, el filósofo, el pedagogo, el artista, que encerrado entre cuatro paredes busca y encuentra los medios para hacer menos imperfecta y dolorosa la condición humana, que la inconmensurable multitud de personas que se juntan jueves o domingos para reunir sus individualidades en un todo ficticio, que es más inútil, estéril y seco que las arenas del desierto.”

José Juan Bruera,   Tres ideas sobre la soledad,  Revista SUR Nro. 229, Julio y Agosto de 1954, Pág. 34





martes, 10 de septiembre de 2013




Que es necesario, diga lo que diga Danton, llevar siempre a la patria en la suela de los zapatos. Francia parce muy bárbara vista de cerca. Pero vayan a Bélgica y no serán tan severos con vuestro país. Como Joubert agradecía a Dios que lo había hecho hombre y no mujer, vosotros le agradecéis que os haya hecho, no belgas, sino franceses. (…) La cuestión del tabaco. Inconvenientes de la Libertad. La cuestión de la cocina. Nada de carnes asadas. Todo es estofado. Todo es condimentado con manteca rancia (por economía o por gusto). Legumbres execrables (naturalmente, o por la maneca). Nunca guisos. Los cocineros belgas creen que una cocina muy sazonada es una cocina con mucha sal. (…) Aversión a la risa. Carcajadas sin motivo. Se relata una anécdota conmovedora; el belga se desternilla de risa para hacer creer que ha comprendido. Los belgas son rumiantes que no digieren nada. (…) Es difícil asignar un lugar al belga en la escala de los seres. Sin embargo se puede afirmar que se lo debe clasificar entre el mono y el molusco. Hay lugar. (…) Y en fin (y es la mayoría de la nación) una multitud de personas que cuando se le habla de algo dicen: “Usted no cree lo que dice”. Se sobreentiende: “Porque yo no lo comprendo.” (…) (Nada más ridículo que buscar la verdad en el número.) El sufragio universal y las mesas giratorias. (…) Por lo demás, en Bélgica es cosa sabida que tal elección, en tal localidad, cuesta tanto. Se conoce el precio para todas las localidades. (…) A propósito de la vida barata, lo único barato es una banca en la Cámara. Aquí una elección no es demasiado cara. Hay diputados que no han pagado por la suya más de 30.000 francos. Es barato en comparación con Inglaterra y los Estados Unidos. Eso prueba que una conciencia belga no es cara y que el paladar belga no es delicado.” 

 Charles Baudelaire Pobre Bélgica, Editorial Losada S.A. Buenos Aires 1999, págs. 19, 40, 57, 59, 145, 146.






Lunes, 9 de Setiembre de 2013 Cristina afirmó que "este es un gobierno sin beneficio de inventario. Nos hacemos cargo de todo, de lo que nos corresponde y de lo que no nos corresponde también", expresó. Cristina lo dijo al encabezar esta tarde el acto de inauguración de la Casa de la Cultura Villa 21, en el barrio de Barracas, que oficiará como sede de la secretaría de Cultura de la Nación y contará con un auditorio para 300 personas, aulas, talleres y un canal de televisión "Es la primera vez que el Estado llega con esta presencia tan activa a un lugar como la villa Barracas, la más importante demográficamente de la ciudad", sostuvo. "Es un milagro que hemos hecho los seres humanos pensando en el prójimo", dijo Cristina, quien agregó: "Hemos logrado sorprender, asombrar y hacer creer a un cura en la política, porque sabés qué Pepe, esto lo hizo la política", refiriéndose al padre José "Pepe" Di Paola, cura referente de la villa 21, presente en el acto. La presidenta afirmó hoy que "lo importante es el milagro que hemos hecho los seres humanos pensando en el prójimo, en el otro" y remarcó que "lo importante es integrar, que nadie rechace a nadie". Cristina también afirmó que siente "que estamos saldando una pequeña parte de la inmensa deuda que hay" y agregó que "tenemos que buscar que nadie se sienta mal, que nadie rechace a nadie. Los dirigentes políticos tenemos que lograr armonía". "Hoy anotamos uno o dos palitos en la columna del haber. Ver a nuestros chicos, ocupados, capacitándose y concibiendo la cultura no sólo reservada a quienes tuvieron acceso a educación, eso es armonía y paz social", agregó. La presidenta se mostró hoy junto al flamante candidato oficialista a la Legislatura porteña, el ex canciller Jorge Taiana. El encuentro se produjo durante la visita de la jefa del Estado a la villa 21 del porteño barrio de Barracas donde inauguró un centro cultural. Durante el acto en la Villa 21, también participaron los principales candidatos del Frente para la Victoria de la ciudad de Buenos Aires: Daniel Filmus para el Senado, Juan Cabandié a Diputados y Taiana a la Legislatura porteña. 

Fuente: www.agepeba.org (AgePeBa es un medio público de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).)






     ¿Por qué la noticia de la faraona trasladando la Secretaria de Cultura a la Villa 21 me trajo a la cabeza la “Pobre Bélgica” de Baudelaire? ¿Será porque sigo sin poder creer la frase: nuestros chicos, ocupados, capacitándose y concibiendo la cultura no sólo reservada a quienes tuvieron acceso a educación”? ¿No se supone que las dos premisas básicas que justifican la existencia del estado es dar salud y EDUCACIÓN a todos los ciudadanos? ¿A los que no tuvieron acceso a la educación le vamos a dar “cultura”? ¿Y para qué? ¿No sería mejor darles, directamente, educación? ¿DE QUE CARAJO HABLA ESTA MUJER?





jueves, 5 de septiembre de 2013

    ¡Feliz cumpleaños, reina! Aunque nadie vaya más allá de la frase trivial y hecha, aunque no importe demasiado –realmente- tu felicidad ni hoy ni nunca. Estamos solos, ¿no? Ya sabíamos eso. No se puede esperar demasiado de nadie, es estúpido hacerlo. Más cuando uno sabe demasiado bien con que bueyes ara. Es así y no hay que darle vueltas. No se esperan peras del olmo, realmente no-se-es-pe-ran. Hacerlo sería esgrimir una especie de “fe” irracional, totalmente incompatible con nuestra escrupulosa certeza racional. No. Nada nos sorprende porque sabemos que nada hay que esperar. 

     Cada cual mira su ombligo, su propia importancia es la única que cuenta y los demás, entre los que estamos incluidos, somos seres secundarios cuya importancia solo cuenta en la medida que les damos protagonismo. Es así y ¿quién se atreve a discutirlo? Somos una especie de coro griego, atrás, a la sombra, se escucha pero no se vé y, ciertamente , ¡no hemos sido nunca los protagonistas de la tragedia! Ellos lo son, nosotros no. No sé por qué esta manía de pretender llamar la atención que no podemos superar… Al cabo de los años (¡tantos años!) todavía nos afecta (al menos por un rato) y acabamos, casi como un ritual, en mitad de un mar de lágrimas preguntándonos por qué no pudieron querernos un poco más… 


 (No subo imágenes. Esto es demasiado patético para que Farnellita se haga cargo. Este nivel de miseria es absolutamente personal.)

domingo, 1 de septiembre de 2013




     ¿Por qué el empecinamiento en los diarios íntimos? ¿Por qué aún seguimos aferrados a esa tradición de regalar a las niñas el diario de Barbie o el de las Princesas, con su lapicera con plumas para accionar el mecanismo de apertura al son de musiquita de hadas? ¿Por qué perseveramos en sembrar tan peligrosa costumbre? ¿Y por qué no regalamos diarios a los varones? Se me ocurren montones de respuestas, unas más odiosas que las otras. Porque si nosotras caímos en la perdición consciente por escribir un diario, porque librar a las generaciones que nos sigue de sufrir la misma catástrofe. Porque las mujeres, aun en sus más tierno años, son naturalmente propensas al chisme y hasta el diario de La Sirenita es una potencial fuente de iniquidades. Porque los varones son mono-neuronales desde su inicio y si les ponés una pelota delante ya no tienen cupo para nada más. ¿Escribir lo que se piensa? ¿Pensar? ¡Qué cantidad de extravagancias femeninas!






     A mi obviamente me regalaron diarios a mis seis o siete años, que doy por hecho garabatié con el entusiasmo que correspondía a una criatura tan rara como yo. Pero el primero que tengo registrado (y conservo) arranca a los diez u once años. Ya había sucumbido a Haggard y a Las Minas del Rey Salomón y llevaba un diario como hiciera el bueno del Capitán John Good. Y después, cuando veía al Capitán Kirk reseñar en su bitácora las aventuras del día, ¿cómo abandonar la costumbre de un par de renglones antes de dormir?






     Y las costumbres que se arraigan de chicos después nos acompañan como fetiche. O como eficaz válvula de escape a la ira y a la frustración. Probablemente la adolescencia sea la etapa en que un diario es casi inevitable, el refugio ante las incertidumbres y los contrasentidos, donde valen como secreto esas cosas que no se pueden confesar ni a los pares. Probablemente sea entonces cuando más riesgoso sea el plasmar en tinta las confidencias del alma, al alcance de cualquier “enemigo” que, sin duda alguna, de dar con ellas las utilizaría en nuestra contra. 

      Por eso –y valga como consejo de una especialista en cubrirse las espaldas- son muy convenientes los apodos, motes o iniciales confusas. Los intrincados códigos personales. Jamás un nombre. Jamás una indicación fácil de entender. Y al cabo de los años una relee esas detalladas descripciones de personas que sabemos que debimos conocer pero, ¡por dios! que ignoramos por completo quienes son. ¿Quién era? Pero que no me acuerdo, ni por la tapas; porque no le habré puesto el nombre…






     Y al pasar más años se vuelve en la fuente inagotable de futiles venganzas. Donde podemos sincerarnos sin calibrar consecuencias sociales, familiares ni laborales. Donde podemos despotricar un relicario de conceptos soeces que le caben a cada uno de “esos” que debemos soportar con sonriente estoicismo pero que si fuera verdad que las miradas pudieran matar ya hubiéramos incinerado en el infierno hace años. Bendita urbanidad. ¡Somos personas tan correctas! 

     Al escribir podemos ser sinceros y detallar minuciosamente lo que haríamos con cierta verdura llena de aminoácidos que favorecen el drenaje y cierta zona recatadamente oculta de tal persona que así dejaría de lucir su apretada idiosincrasia por donde no se la requieren. Pero siempre sin dar nombres, solo su nomenclatura diarial. Absolutamente confidencial. Después, claro, uno cae en licencias imperdonables y todo se arruina. Ese comentario tabú que jamás debería haber salido de mi cerebro para inmortalizarse en el papel; ese reconocimiento honesto de algo que ni con bambú en la uñas de los pies reconocería nunca bajo ningún contexto ni siquiera ante mí misma; ese augurar con feroz sinceridad que si se dá la ocasión le hecho los perros hasta que lo alcance… Y ya no hay vuelta atrás.






Por eso, parafraseando a Bertolt Brecht, no hay que caer en un diario íntimo. No tiene retorno. 

No os dejéis seducir:/ 
No hay retorno alguno./ 
El día está a las puertas, / 
Hay ya viento nocturno:/ 
No vendrá otra mañana./ 
No os dejéis engañar/ 
Con que la vida es poco./ 
Bebedla a grandes tragos/ 
Porque no os bastará/ 
Cuando hayáis de perderla./ 
No os dejéis consolar./ 
Vuestro tiempo no es mucho./ 
El lodo, a los podridos./ 
La vida es lo más grande:/ 
Perderla es perder todo.” 


Bertolt Brecht, Contra la seducción