miércoles, 30 de octubre de 2019




     No es distracción en este caso, es parte de un proyecto en el que venimos trabajando desde hace un par de meses.  Arte con basura, versión festiva.  Medio en tono de apuesta me desafió a realizar con mis rollos de cartón y usando principalmente descartes (o residuos, o basura en mi hablar normal) pequeños Nutcrackers de finalidad decorativa.  Ja! ¿no es eso lo que hago siempre? Reconozco que inicié utilizando restos de bijouterie rota, strasses rescatados, lentejuelas que quedaron de algún disfraz infantil.  Residuos en debida forma.  Pero después capitulé y compre brillitos en el Barrio Chino y me dediqué a ese leve exceso que me caracteriza.



















      El plan es fotografiar y publicar a guisa de deco-tienda en Instagram, subiendo imágenes a una por día durante noviembre. Sin señalar que son rollos de cartón y anexos rescatados del cesto de la basura. Analizar reacciones, compilar información para establecer, teóricamente tras el estudio de campo, si la intervención es la puesta en valor independientemente de lo poco nobles que sean los materiales base.  Alguna vez se inició la discusión por la calavera con diamantes de Damien Hirst, donde –¡obviamente!- con el platino y los brillantes la pieza obtenida era indiscutiblemente valiosa.  Pero arte sería hacerla igual de bella con papel y pedacitos de vidrio de botella.  De ahí para acá nos entretenemos en debatir cuándo la intervención realmente crea valor y si ese toque de Midas es lo que permite empezar a hablar de arte.





























  El fotografiar es la tarea compleja, mis pequeños cachivaches de papel fueron terapia para el stress de los últimos días y tengo varios rodando por la casa.  Me tomé la tarde para ir capturando imágenes y hacer una selección posterior.  Se supone que luzcan bien, como si fueran de materiales muy nobles y caros.  Haré como los fotógrafos de moda: ráfagas de captura, compilar mucho material, y después seleccionar, recortar y retocar.  Vamos a jugar un rato.





























Post data: Literalmente basura, el potecito de yogur que se hizo sombrero…







Las cápsulas de cereal que vienen con los yogures light de distintas marcas…











Los agitadores de un aperitivo que me quedaron de una veraniega tarde de degustaciones en Pinamar convertido en lanzas de guardias sonrosados…









Sorbetes de papel para usos varios…

















Y las bolsas de compra de lencería de Victoria´s Secret (las rosadas a rayas) para vestuario…










Y los rollos de cartón del papel de cocina para todo (cuerpos, cabezas, piernas, brazos, narices, botas y sombreritos)
































































lunes, 28 de octubre de 2019




Método creativo (AKA lógica farnelliana)
    
     “Un artista intenta que la gente se acerque a las cosas, ya que el arte tiene que ver con el hecho de compartir.  No se puede ser un artista si no se quiere compartir una experiencia, un pensamiento”.  David Hockney





     Inicio con el esbozo de una figura femenina, en una postura que implique movimiento, vibración y tensión.  ¿Por qué?  Porque no me gustan las posturas tradicionales, tímidas o recatadas.  Voy siempre por los extremos: o languidez o acción, lo que queda por el medio tiende a aburrirme demasiado pronto.

     La figura que será centro de la composición, hecha sobre papel blanco industrializado y trazado con grafito y lápices acuarelables, requiere un tratamiento que facilite la textura.  Iba a quemarlo antes de adherirlo a un papel artesanal de color pero me quedé sin fósforos y no pude encontrar ningún  encendedor  (tal vez deba empezar a sospechar que en esta casa se considera eventualmente peligrosa mi afición al fuego como interventor creativo…), así que hubo que improvisar.

         Tracé círculos que recorté para que el papel artesanal pudiera colarse a través del papel superior.  ¿Para?  Para que la textura de la superficie vaya mutando, con un patrón inicialmente razonable, a lo largo de toda la composición.  La pintura actúa distinto según el tipo de papel base, los colores reflejan distinto, la duda que se genera al espectador sobre si es o no es, la necesidad de acercamiento o de comprobar con el tacto, es un recurso para que la obra capte la atención y obligue, aunque sea por un instante, a que se la contemple con todos los sentidos alerta.










     Los bordes de los círculos los vuelvo a elevar con dimensional que después pinté con tinta dorada. ¿? Para un tercer plano, subir y bajar.  La idea de que la textura se dé también por distintos planos, distintos ángulos que lleven a que la visión de la obra cambie con el movimiento del espectador ante ella.  Si alguien está simplemente pasando por delante, con un vistazo fugaz, pueda ser atrapado por esa sensación de que hay algo raro, algo que requiere que se detenga y la mire otra vez.  Que la obra sea una trampa. 













     Y trazamos un mapa antiguo de América.  ¿La razón?  Múltiple, podría discursear un rato sobre todas las significancias que aporta la cartografía antigua.  Pero sería mentira.  Lo cierto es que aun retumba en mi cabeza el latiguillo que me repetían en mi infancia: “Los mapas no se pueden dibujar, se compran o se calcan, no-se-di-bu-jan.”  Acaté ese mandamiento injusto en la escuela, pero ya no tengo por qué hacerlo.  Sí dibujo mapas.  Cuándo quiero y cómo quiero.





















     Continuará...  (si no me distraigo con otra cosa, ya se sabe).






viernes, 25 de octubre de 2019



         Pintar es caro porque, además de todos  los múltiples costos y gastos que tenemos que cubrir los artistas de nuestro propio bolsillo, están nuestros caprichos.  Uno de los míos es el asunto del enmarcado.  Mi empecinamiento en trabajar sobre papel sin soporte previo es que no queda más remedio que enmarcar para colgar.  Y no de cualquier manera, no.  Me gustan los marcos importantes, con doble varilla, pasepartout y vidrio. O sea, me gustan los marcos costosos.  Pero la obra luce de otra manera…   ¿y que no hace un artista por bien de su obra?  Acá está Metropolitain camino a mi marquero:









Y así ha quedado:















     Vale la pequeña fortuna que he gastado.  Próxima parada: el Monasterio de Santa Catalina para la Noche de los Museos.