viernes, 28 de octubre de 2016


  Sobre las obras perdidas – La precuela

     Comencé a perder obra en el año 1992.  Era un ambicioso proyecto de exhibiciones de artistas argentinos en Estados Unidos, coordinadas por una asociación de artistas independientes acá y una supuesta galería allá.  Hubo una convocatoria por los diarios a presentar bocetos sobre una serie de temas específicos, el mío pasó la preselección, y así fue que concreté  Autonomía de lo bello, la primera de mis obras que viajó hacia el Norte (y que, por supuesto, jamás regresó).




      Supuestamente la primera muestra –en Phoenix, Arizona-  fue un éxito, y me dijeron que mi obra se había vendido a un basquetbolista (un globetrotter, especificaron, como augurio de buena fortuna).  Yo era muy joven y tímida y no pregunté ni cual había sido el precio ni cuando ese dinero llegaría a mis manos.  Por el contrario, dejé que me cebaran a enviar más obra, para lo que sería una seguidilla de exhibiciones en Arizona y en hoteles de cinco estrellas de Miami.  Sin preguntar mucho ni resguardarme de ningún modo (y sin internet por entonces  para cotejar la veracidad de los eventos) mandé gustosa e ingenua a Autonomía de lo bello II y a unas obritas viejas (que no me convencían mucho pero que era lo único que tenía disponible por entonces sobre tela) a su presunto destino de gloria en territorio norteamericano.






     Resultado final y previsible: nunca recibí el dinero de la  ¿venta? de Autonomía…  ni tuve noticias de ninguna de esas obras.  La asociación de artistas se disolvió, al galerista que manejaba las cosas allá  no hubo modo de contactarlo, el tiempo pasó y el mundo (mi mundo) siguió girando. 

     Sólo me quedó de esa aventura el boceto inicial de Autonomía de lo bello:






     Es evidente, ante los hechos, que esa pérdida inicial no me desalentó a seguir enviando obra a destinos desconocidos con poco criterio y sin ningún reaseguro.  La Cuadrilla de la Langosta marchó a España y ahí quedó. 






Imagen quemada, Otra imagen quemada e Imagen en rosa también marcharon a distintos eventos en tierras europeas y no supieron retornar a casa:  










Un par de dibujos se quedaron en México… 





     Y para demostrar que soy capaz de perder obra a la vuelta de la esquina, Sangre de Puma se me perdió en la mismísima Capital: estaba en exhibición en una galería sobre calle Maipú que de un día para el otro desapareció en la intempestiva construcción de una torre y no hubo manera de reencontrar al galerista que la tenía -al que tampoco  busqué tan exhaustivamente que digamos-.  






Apostilla:  Hay otra cantidad de obras que se han quedado en el limbo de mis mudanzas, que podría saber dónde están pero que no quiero buscar ante la sospecha del deterioro causado por no haberlas cuidado como corresponde.  Mis obras no sólo deben hacerse su propio camino sino que deben sobrevivir a mi enorme capacidad de distracción.









jueves, 27 de octubre de 2016


     Sobre las obras perdidas – Episodio III 

 



     Hay obras perdidas que en rigor de verdad no están perdidas porque se supone que sé dónde están.   En el 2008 participé de la Bienal Balconadas, en Betanzos, La Coruña, España.  Toda la  tramitación fue via mail y la obra -Me fui en busca de una luna menos fría- viajó por correo postal, en este caso sin ningún problema.  Me confirmaron arribo y combinamos que el retiro sería personal, que me guardarían la obra hasta que yo viajara a buscarla, lo que en mis planes por aquel tiempo sería casi un año después del evento.  A su tiempo me llegó -también por correo postal- el precioso catálogo del evento donde se veía mi obra colgada de un balcón de la ciudad de Betanzos.
 


 

     La vida hace sus planes deshaciendo los propios y finalmente no viajé a España cuando lo tenía previsto.  Tampoco me contacté para avisar la contingencia y pedir me la reenviaran vía postal a mi costo.  De hecho, no volví a tener ninguna comunicación con las personas con las que había mantenido hasta entonces un muy cordial intercambio.  Como siempre, pasó el tiempo mientras yo me distraía en otras cosas…

     En enero del 2017 voy a estar en Españasalvo imprevistos, ya tengo el pasaje-.  Podría ir a buscar la obra, pero sé que no voy a hacerlo.  ¿Por qué?  Porque es así.  Porque el tiempo es escaso y seguramente me demore en exceso en El Prado (mi santa peregrinación a Goya), sintiendo que el destino de cada obra es exclusivo de ella.  Que tal vez esté arrumbada en un depósito pero tal vez alguien se encariño y la llevó consigo, y en ese caso qué derecho tengo de aparecer a interrumpir. 
 
      No es desidia, no es indiferencia, mucho menos falta de cariño.  Es simplemente creer que lo que debe ser será, independiente de mí.  Si Me fui en busca de una luna menos fría tiene que volver a casa será ella la que va encontrar el camino de vuelta.
 
 
 
 
 
 
 

miércoles, 26 de octubre de 2016



   Sobre las obras perdidas – Episodio II























     A diferencia de las siete pequeñas obras de la serie The Silk Road, que previo a su desaparición fueron exhibidas en dos eventos concretos (de los que conservo fotos y reseñas de prensa), de las dos obras de Plagiaria que se perdieron en el Reino Unido ni siquiera sé si alguna vez fueron colgadas realmente antes de entrar al limbo de las cosas que no se sabe dónde están.

     El asunto empezó con el sitio de arte de Saatchi (el anterior, el que permitía subir gratuitamente obras en los años 2006/2007).  En esta web me contactan los (presuntos) responsables de la galería The Brick Lane Gallery, de Londres,  invitándome a participar de un formato de exposiciones colectivas de artistas emergentes llamado Art in Mind.  Había, por supuesto, que abonar un derecho de participación, pero era bastante accesible en ese momento (año 2008) y creí que era una posibilidad  interesante. 

     Vía mail (mi viejo mail de Hotmail) combinamos todos, giré el dinero, tramité prolijamente mi derecho de exportación transitoria y me apronté al envío de Mi Danae y de Venus del Portulano, dos mixturas sobre tela y papel intervenido con fuego, montadas sobre bastidor de madera de 60X90 centímetros cada una de ellas.
























     Los conflictos aquella vez fueron con el Correo Argentino, que pese a mi correcto trámite ante Artes Visuales y mi permiso de exportación de arte, me impidieron la remisión de las obras montadas en bastidor (supuestamente por exceder un tamaño pre-fijado) y obligándome a desmontarlas y enviarlas enrolladas en una caja tubo de encomiendas.  Las obras fueron despachadas a inicios del 2009, avisé a la Galería de cómo llegarían y pedí me indican el costo de volver a montarlas para remitir el dinero necesario para ello.  A partir de ahí no volví a saber nada.  Mandé otros mails que nunca me contestaron.  Mis obras debían integrar la Art in Mind de marzo de 2009, así que esperé esa fecha suponiendo que en el ajetreo del montaje no tenían tiempo de confirmarme nada.  Silencio de radio.

     A mediados del 2009 un virus me impidió por el resto de ese año acceder a mi cuenta de Hotmail.  Googlee hasta el cansancio a The Brick Lane Gallery , a la espera de capturar en la red alguna imagen de los eventos de las Art in Mind y constatar si en alguna habían figurado mis obras.  Siguió pasando el tiempo; desde mi nuevo correo de Gmail mandé múltiples consultas que siempre tuvieron el silencio como respuesta.  Siguió pasando el tiempo, me entretuve en otras cosas, el asunto pasó al olvido.




















      No sé si Mi Danae y Venus del Portulano llegaron realmente a manos de los responsables de  la The Brick Lane Gallery o si siguen en su caja tubo en alguna oficina de correos.  Ignoro si volvieron a montarse y si alguna persona ha vuelto a verlas físicamente.  Me queda la duda y sus imágenes.  Y un ítem más en mi lista de obras perdidas.












 

Post data:  Encontré la nota por la que formalmente se me invitaba al evento y que utilicé para tramitar el permiso de exportación:


 
 
 
 
 
 





 

martes, 25 de octubre de 2016


     Acabo de recibir un mail informándome que en un sitio de arte me han dejado un comentario:

















      Y aunque, como decimos por acá, suena más como un cebo para algún cuento del tío que como un interés real, bueno, igual uno se siente halagado de que nuestro trabajo haya llamado la atención de alguien más allá de las (buenas o malas) intenciones que éste tenga.  ¿Qué si voy a contactarla?  Por supuesto, la curiosidad siempre mata al gato.   Imposible resistirse.







   Sobre las obras perdidas – Episodio I
























     Me preguntaron sobre la disponibilidad de una de las obras de la serie The Silk Road.  Mal momento (por la circunstancial compañía) y mal lugar (no tenía por donde escabullirme para evitar la respuesta).  No podía decir la verdad ("No sé dónde están") y balbucí un nada creíble y seudo profesional: “Las tengo comprometidas para un par de muestras el año próximo, de momento no están a la venta”.

     La verdad verdadera –esa que no iba a decir en frente de todos- es que se quedaron en España después de un par de exhibiciones cuando perdí el contacto con la última persona que las tuvo en su poder.  “Perdí contacto” significa que me dejé estar, siempre entretenida en otras cosas, y no me ocupe seriamente de su reintegro.  Demasiado tiempo después, cuando por mail intenté reanudar la conversación, nadie contestó.  ¿Insistí?, no, obviamente.  Prefiero imaginar que están en buenas manos  y que eventualmente alguien las disfrutará colgadas en alguna pared desconocida.  Mi fe es toda para ellas: las creo bonitas, gratas para la compañía, capaces de conseguir que se las cuide y se las quiera por mérito propio.

























    Y así esas siete pequeñas obras se suman a mi catálogo de perdidas.  Claro que me cuesta reconocerlo públicamente, sé muy bien que suena a desidia y torpeza, a una concreta incapacidad de manejar mis asuntos con eficacia mercantil.  No sólo pierdo dinero, ¡pierdo obras!, mejor sería que dejara todo en otras manos…  Íntimamente soy consciente de que nada de lo que hago o dejo de hacer es ni inocente ni casual.  Pero es complicado de explicar a quienes sólo entienden de dos por dos y de cuanta ganancia en metálico reporta cada cosa que se hace.  No me gusta pelear, no soy del tipo conflictivo.  Me alcanza con hacer lo que me viene en ganas,  aunque a quién lo vea de afuera le parezca todo pura debilidad y torpeza.