miércoles, 30 de diciembre de 2020

 


























          El año del espanto.  El año en que se volvió costumbre sentarnos a la noche frente al televisor a contar los muertos del día.  El año en que nos encerramos, que reprimimos con pánico cualquier manifestación de afecto.  El año en que rendimos un culto (innecesario) a la soledad.  El año en que el miedo a lo que sea (a la peste, a la muerte en solitario, a la pérdida material, a la incapacidad de adaptarse a las nuevas reglas de juego) nos ganó.

 

     Quién sabe lo que nos depara el año que se inicia en unas horas, pero no puede ser tan espantoso como este.  Al menos, no nos va a tomar por sorpresa; avisados ya no cabe la traición a nuestras expectativas.


      Arrancamos de nuevo con lo que queda de nosotros, sin otro entusiasmo que dejar el 2020 atrás y dispuestos a seguir adelante, porque eso es lo que hacemos.  Aguantar abroquelados, adaptarnos hasta donde se pueda, y seguir.  El instinto de supervivencia es el más fuerte que tenemos.  Seguimos adelante.  Sin otra cosa por la que brindar que el estar vivos, que de verdad y tras estos meses, ciertamente no es poco.












martes, 29 de diciembre de 2020

 

     Seguimos.  Día tres.






 

     Dorados.  En mi proceso creativo el dorado es inevitable.  ¿Por qué? Porque el dorado en sus múltiples variables me gusta, así de simple.  Esa vieja historia de mi tendencia a los “brillitos” que me ha generado más de un dolor de cabeza.  Como un disfraz glamoroso, una pretensión de lujo que no se corresponde a la realidad real.  O será esa parte de sangre india que aún me corre por las venas, y como todo buen original sudamericano tiendo a incluir el oro en la indumentaria diaria.  Soy de la tierra que generó el mito de El Dorado, ¿cómo apartarme de la tradición?  Mi obra se resigna a su destino y a mi genética.

 



































 



     Además, los verdes y los dorados se llevan bien.  Tanto que  el exceso que voy anunciando  no hace que se pierda del todo el equilibrio.  Se que estoy al filo del abismo de hacer estropicio en la composición, pero creo que todavía hay margen de mantener la armonía y salvar el trabajo.  Seguiremos un poco más.






























 


sábado, 26 de diciembre de 2020

 


      Seguimos.  Día dos.

      Extendemos el vestido del papel blanco original al papel base color.  Me limito a tres lapiceras de tinta en gel, blanco y verde más claro y más oscuro.  Podría afirmar que me obligo a esa restricción de color para controlar mis excesos, pero la verdad es que solamente tengo dos lapiceras verdes y con eso hay que arreglarse.     Proceso creativo condicionado por la realidad logística.










 

 

     Intensificamos un poco los tonos con acrílico verde, tierra, marfil y blanco.











 

 

     Y empezamos a limpiar el fondo en torno al vestido para recortarlo un poco más.  Hasta acá me sigue gustando mucho.  Seguiremos.






















viernes, 25 de diciembre de 2020

 


              ¿Hablamos del  proceso creativo?   Pero del proceso creativo en serio, de esa cadena -lógica o no- de acciones que encierran contenidos intencionales del artista en el camino de componer una obra.  No un tutorial de YouTube.  No desparramar pintura con un tarrito y zarandear el bastidor para que se esparza y ¡listo! Arte Abstracto para el living, en colores que combinan con los almohadones del sofá. Que día tenemos…   Navidades en pandemia y exceso del alcohol para mitigar distancias, combo fatal.

 

      El proceso creativo decíamos, como compromiso de vincular la intencionalidad personal con la creación de un algo con significancia (la que sea) para llegar y comunicar con el otro.  El proceso creativo como la vida real en acción de un artista.   O algo así.  Se me pasa el fastidio y reconozco que muchas de esas acciones tienen un contenido poco épico, más de la logística diaria y, en mi caso, del aplicar cotidiano del “es lo que hay” y “lo atamos con alambre”.  O con cinta de papel.

 

     En mi escasez de papel y lo carísimo que se ha vuelto el de calidad, me veo limitada a un block de bocetos.  Pero quiero hacer algo más grande y entonces en vez de salir a comprar una hoja 50x70 centímetros decido usar dos hojas pequeñas que, momentáneamente, uno con cinta de papel.











 

     Hecho, tenemos el tamaño que queríamos.  Trazo las líneas de una vieja postal italiana de siglo y medio para atrás.  Quiero trabajar texturas en la ropa dejando un poco de lado el rostro y la piel.  Me amenazo minimizar las cruzas y las inserciones absurdas.  Necesito entretenerme, pues, con un vestido recargado.  Perlas, cintas y encajes para jugar mis juegos de exceso.





















 

     Tras acentuar todo con un poco de acuarela vuelvo a separa las hojas.  Adios cinta de papel, agradecida por la asistencia.   Momento de que intervenga el fuego.   ¿Por qué quemar el papel?  Primero, porque voy a adherirlo a un papel color y necesito reducir el blanco innecesario.  Porque donde dejo el papel blanco necesito que el soporte se introduzca de prepo.  Fusionar los dos soportes.  Los huecos que deja la llama son una ventana  abierta que entrecruza los dos mundos.






















 

     ¿Pero por qué con fuego?  ¿Por que no sencillamente recortar el exceso de papel?  Porque no sería divertido.  Porque el fuego implica un riesgo, un alea, ese vector incontrolable, ese desafío a arriesgarse al todo o nada, a que se arruine por completo  o que surja esa línea, ese color, ese relieve que justifique toda la obra.  El fuego aporta sorpresa, imprevisión, vulnerabilidad e intensidades en las sombras.  El fuego es lo que torna cada obra  irrepetible: imposible volver a reproducir el resultado.  El fuego es hacedor de originalidad.  Uno solo, exclusivo y único.  Sin copias ni plagios posibles por acá. 




















 

 

   “Me duele tanto el alma de extrañarte que se me hizo un agujero en mitad del pecho…” podría plañir la dama del retrato a causa del encierro y la distancia obligada por esta peste interminable.  Podría, supongo.  Nos pasa a tantos por estos días...

 























 


     Dejamos de lado sentimentalismos varios y vamos con una lámina de un verde inglés, intenso y sobrio, para adherir las dos piezas y formar otra vez una sola imagen blanca y chamuscada.  











 


 

     Seguiremos.










domingo, 20 de diciembre de 2020