lunes, 31 de julio de 2017



 
 


     Me resulta inevitable emocionarme al encontrar una de mis obras enredada en otros asuntos por completo ajenos a mí y a la órbita mínima donde me muevo.  Encontrar  a Que dios detrás de Dios… en la página de otra persona es una manera inmejorable de arrancar la mañana de un lunes de una semana que promete ser absolutamente complicada.

 



 
 
     
       ¿Qué hace mi obra en la página del arquitecto y escritor Manuel Rivas?  La coincidencia de que él escribiera un artículo en la edición de la revista Soles donde la tapa se ilustró con Que dios detrás de Dios…  Esto pasó hace ya diecisiete años (¡cómo corre el tiempo!) y yo recién ahora registro este vínculo circunstancial, casi intrascendente,  pero que me alegra luminosamente esta mañana lluviosa de invierno.




 
 

 
 

     No sé si le llegará pero vaya desde acá un cordial saludo a Manuel Rivas, quién aloja en su espacio la imagen de una obra a la que quiero mucho y que -si mi información  no está desactualizada- debe seguir su camino por tierras cordobesas.


 

Post data:  Así inició su peregrinación a Córdoba (y, hasta donde sé, pudo llegar sin mayores complicaciones):



 
 
 


 
 

domingo, 30 de julio de 2017

Burlesque - Área de Clowns



Burlesque Troupe
mixtura sobre papel y tela, 40X40 cms.
















The Cabaret Circus
mixtura sobre papel y tela, 40X40 cms.



















































viernes, 28 de julio de 2017







     Han incorporado el registro de mi muestra en el Taller de Arte de la Universidad Nacional del Nordeste (Resistencia, Chaco, allá por 1996) en el BDU, catálogo bibliográfico cooperativo, conformado por universidades y bibliotecas del país.  El súmmum de un ratón de biblioteca como yo.












































































































     


     Post Data:  Revolví en mis archivos y encontré el catálogo y los afiches de esa muestra.  Uno de los más lindos que se hicieron con mi obra.




































lunes, 24 de julio de 2017






























     Hay obras que arrancan como una acción indeterminada, como algún ejercicio de práctica, y luego se van conformando como aquellas excesivamente personales y definitivamente significativas en el conjunto de nuestra obra. Así fue con Prólogo, que marcó un quiebre con mi conciencia de “arte serio” (óleo sobre tela, prolijo y académico), y ya no tuve pudor en la mezcolanza a mansalva. 






     Perdida en jugar con esta composición, agregándoles esmalte de uñas, algunos estraces y hasta trocitos de servilleta en un (innecesario) decoupage, mientras trabajo con un poco de óleo en el rostro y en las manos, agrego craquelantes para marcar contrastes posteriores con betún de Judea.  ¿Para qué?  Porque la obra lo pide, porque ella ya está fuera de mis manos y se autodetermina a su gusto.  Su gusto que es tan próximo al mío en cuanto a excesos, caprichos  y exageraciones.  Siempre está la pregunta latente de ¿aguantará tanto el papel?, ¿se podrá enmarcar con vidrio sin que se despegue tanto accesorio superpuesto? 








     


     Pero me gusta, aun en su despropósito tiene un sentido claro:  We re all mad here…  ¿Quién puede discutir eso?