lunes, 29 de octubre de 2012

   


     Llueve y, o (como sospecho) Buenos Aires se está hundiendo y entonces toda lluvia es demasiado, o los mayas tenían razón y estamos cerca de la gota que colma el vaso. Llovió y colapsamos (¿otra vez?). Nos quedamos sin luz y nos volvimos inútiles. Sin Internet, sin computadoras ni teléfonos fijos, scaners y faxes, sin señal en los celulares, no hay radio, no hay TV. Los porteros eléctricos se silencian y los ascensores no nos trasladan. Aislados, desamparados, incapacitados para cualquier labor. Nada puedo hacer en la oficina: sin aire acondicionado con esta humedad no se puede respirar y sin cafetera (¡dios santo!) me veo privada de la cafeína esencial para el funcionamiento a media máquina de mi cerebro. Nada. Ni leer se puede (y no por los e-books) sino que por lo nublado estamos sumidos en una penumbra amenazante y los tubos, obvio, no encienden.






     Hasta para alguien como yo, estructuralmente básica y primitiva, la falta de electricidad me tara. Puede que si la coyuntura se extiende en el tiempo logre superarme al extremo de hervir agua en una hornalla a gas y “artesanalmente” preparar café. Hasta recordar dónde se le ponían las pilas a la radio para no quedar tan fuera del mundo. Buscar en lo profundo de un armario un viejo teléfono de línea que, conectado a la toma, posiblemente funcione (si es que logro recordar algún número hoy sepultado en las agendas de la computadora o del celular sin batería). Pero sospecho que la tecnología nos ha hecho evolucionar hacia la paciencia y todos preferimos esperar a que deje de llover y la energía eléctrica vuelva y no tengamos que llegar al extremo de volver a depender de nosotros mismos. No puede durar mucho el apagón, ¿no? 

  Pasaran los inventos y el ir con los tiempos no lo veréis/ Y el si no me conecto las bandas más anchas y los que cobréis./ Pasaran las marcas y los ipeis, recuerda que esta canción/ Es música y siempre flota.” 

Alejandro Sanz La música no se toca






     A oscuras en mi escritorio escribo con una bic negra en una hoja A4, como hacíamos ya no me acuerdo cuando. Si vuelve la luz quizá lo trasplante al blog. Si no, ha sido suficiente consuelo en el hastío de esta forzada abstinencia de tecnología. Releo en el reportaje a Eco en la Revista de La Nación de la semana pasada: 

    
 El libro da una garantía de supervivencia. Puede bastar un gran apagón para destruir toda mi biblioteca electrónica. Pero yo colecciono libros antiguos. Aquí hay libros de quinientos años, que parecen impresos ayer, de una frescura… Esa es la ventaja del libro, da una mayor garantía de supervivencia.” 

Umberto Eco, “Un libro es una máquina para construir un lector”, por Diego Mazzei, La Nación Revista del 21 de Octubre de 2012, página 23.









MUSEO






     “Creo que en la escritura poética, como en la pintura o la música, el asunto es la retórica, ´lo que queda´, la poesía. Mi ilusión ha sido siempre ser más cada vez el poeta de ´lo que queda´, hasta llegar un día a no escribir. Escribir no es sino una preparación para no escribir, para el estado de gracia poético, intelectual o sensitivo. Ser uno poesía y no poeta."

Juan Ramón Jimenez, Cartas Literarias – Carta a Luis Cernuda Editorial Bruguera S.A: Barcelona 1977, página 59.-






     “No quiero decir que el gusto popular sea malo y todo lo que es desechado por el mal gusto sea bueno: lo que quiero decir es que las sobras son probablemente cosas feas, pero si trabajas un poco con ellas y las transformas en hermosas o al menos en interesantes, se despilfarra mucho menos. (…) Como puede verse, es un procedimiento operativo muy económico. Y es también el más divertido porque, como ya he dicho, las sobras son intrínsecamente divertidas. La vida en Nueva York brinda muchas ocasiones para querer lo que otros no quieren: para querer las sobras. (…) Sólo en dos casos hago una excepción a mi filosofía sobre el uso de las sobras: 1) mi perro y 2) la comida. Sé que debería haber ido a la perrera a buscar el perro, pero me lo he comprado. (…) Debo admitir también que no soporto comer sobras.-“ 

  Andy Warhol, La filosofía de Andy Warhol (1975) – Historia de la Fealdad a cargo de Umberto Eco, Random House Mondadori S.A. Barcelona 2007, pág. 418






“A un joven que, como muchos otros, le preguntó cuales eran las recetas del éxito, Dalí le respondió: “Debes ser un snob como yo… Para mi el esnobismo, sobre todo en la época del surrealismo, constituía una verdadera estrategia… Yo era el único en frecuentar la alta sociedad y en ser recibido por ella. Los demás surrealistas no conocían este ambiente y no eran aceptados en él. Ante ellos, siempre podía levantarme de pronto y decir: ´Estoy invitado a comer´, dejándoles suponer o prever (lo sabrían al día siguiente y era todavía mucho mejor que se enteraran por terceros), que se trataba de una invitación en casa de los Faucigny Lucinge o en la de personas que ellos consideraban como fruto prohibido, porque jamás eran invitados por ellas. Inmediatamente después, cuando llegaba a casa de gente tan distinguida, practicaba otro esnobismo todavía más astuto. Decía ´Les ruego que me disculpen, pero deberé retirarme después del café, pues tengo que ir a encontrarme con el grupo surrealista´, que les describía como un grupo aun más cerrado que el de la aristocracia y el de todas las gentes que ellos conocían; ya los surrealistas me enviaban cartas de insultos y opinaban que la gente de la buena sociedad era un hato de gilipollas que no sabían nada de nada. En ese momento, el esnobismo consistía en poder decir de improviso: ´Miren, tengo que irme a la Place Blanche donde hay una reunión muy importante del grupo surrealista´. Esto causaba gran efecto. Por un lado, tenía a las personas de la alta sociedad intrigadas de que yo pudiera ir a un sitio que a ellos les estaba vedado y, por el otro, traía de cabeza a los surrealistas. Yo, en cambio, iba siempre a los lugres a los que no podían ir ni unos ni otros. El esnobismo consiste en ir siempre a los sitios a donde los demás no tienen acceso, lo que crea en ellos un sentimiento de inferioridad. En todas las relaciones humanas existe una manera de dominar por completo la situación. Era mi política para con el surrealismo.”

(Diario de un Genio) – Robert Descharnes – Gilles Néret, Salvador Dalí – Benedikt Taschen 1990, pág. 113/114






     “…Así que un par de días más tarde, Billy Wilder se presentó en su despacho y le dijo: -Mister Goldwyn, creo que tengo algo para usted. Entonces Wilder lo aduló un poco, explicándole que se trataba de un personaje que sólo podría valorar alguien que no se dejara guiar demasiado por los gustos del público. -Pero usted- comentó Wilder-, usted hizo una película con el directo Leopold Stokovsky, debería de ser usted el hombre adecuado. Goldwyn miró a Wilder con recelo. -¿Cuál es el argumento? -Una película sobre la vida de Nijinsky. Goldwyn preguntó: -¿Quién es ese Nijinsky? Así que Wilder empezó a contarle que Nijinsky había sido el pobre hijo de un campesino que había soñado en convertirse en un gran bailarín. Y se convirtió en un gran bailarín, ya que nadie que estuviera por debajo de la categoría de Igor Stravinsky escribió para él música de ballet, y fue él quién creó la coreografía para la escenificación del Preludio a la siesta de un fauno de Debussy. -¿Y la historia? Wilder le contó cómo Diaghilev descubrió a aquel joven campesino, hermoso y fuerte, en la escuela de ballet. -¿Sabe usted quién es Diaghilev?-le preguntó Wilder a Goldwyn. -¡Ni idea!- dijo Goldwyn. Diaghilev era el mayor empresario del famoso ballet ruso, vio al joven y se enamoró inmediatamente de él. Goldwyn interrumpió a Wilder: -Por favor, dígame, ¿Diaghilev era una mujer?: Wilder contestó: -No, era un hombre. A esto repuso Goldwyn: -¿Qué clase de historia es ésta? ¿Dos hombres? ¿Dos maricas? ¡Cállese de una vez, Wilder! Wilder intentó explicarle que era mucho más que una historia de amor. Le explicó cómo Diaghilev convirtió a Nijinsky en la mayor estrella del ballet del mundo. Y cómo empezó la tragedia, cuando Nijinsky, durante una gira por Sudamérica se enamoró de una bailarina del grupo y se casó con ella en Buenos Aires. Cuando le llegó la noticia a Diaghilev, en San Petersburgo, se puso como loco. Cuando la compañía volvió, le hizo al bailarín una terrible escena y amenazó con destruirlo. Ahí empezó el declive de Nijinsky. Al final se volvió loco. Goldwyn lo interrumpió: -Un momento, un momento, hasta ahora tenemos a dos maricas, de los cuales uno además se vuelve loco, ¿y de esto quiere hacer una película? Tengo una mujer a la que quiero y a la que tengo que mantener y tengo un prestigio que no puedo perder. ¡Cállese de una vez Wilder! Wilder le rogó que le dejara continuar contando la historia. Un día, Nijinsky fue internado en el mejor sanatorio de Suiza y allí, llegó al convencimiento de que era un caballo. Desesperado, Goldwyn miró fijamente a Wilder: -¿Un caballo? -Sí- dijo Wilder-, un caballo. Por las mañanas, cuando abrían las celdas, salía al jardín y galopaba feliz por él. Al llegar aquí, a Goldwyn se le acabó la paciencia. -¡Un caballo que es marica y que galopa en el jardín! ¡Acabe usted con esta absurda historia! ¡Me está haciendo perder el tiempo! Wilder se levantó y salió. Mientras abandonaba el despacho le dijo a Goldwyn: -¡Está bien! Si quiere un happy end, míster Goldwyn, tengo una idea. Nijinsky, no sólo cree ser una caballo, sino que además gana el derby de Kentucky. Wilder vio cómo Goldwyn cogía un cenicero de su mesa y apuntaba hacia él. Tuvo el tiempo justo para cerrar la puerta a sus espaldas.” 

Billy Wilder con Hellmuth Karasek, Nadie es perfecto Ediciones Grijalbo S.A., Barcelona 1993, Pág. 100/102








viernes, 26 de octubre de 2012




“La única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco.” 

 Salvador Dali






     Es muy difícil poder reconocer en voz alta en una ciudad como Buenos Aires que uno “no” se analiza. Cuando en medio de la conversación más banal y superficial sale a relucir alguna de mis rarezas (imposible evitarlo, ¡son tantas!), enseguida mi ocasional interlocutor pregunta: "¿Y qué te dice tu terapeuta?" Es probable que me ruborice un poco cuando balbuceo con evidente sentimiento de culpa: Nada. Yo no me analizo…” 

     Quiero aclarar en presurosa defensa que no tengo nada en contra, que de hecho la psicología me es simpática. (Tan simpática como me resultan los perros gran danés y los san bernardo, aunque esté convencida de que la única convivencia posible es con un gato). Sé que una buena terapia puede ser la diferencia entre el suicidio y la buena vida. Más aun: en mi trabajo “civil” acabo aconsejando al 80% de mis clientes que acudan a un psicólogo a fin de poder sobrellevar a nivel personal los conflictos que los trajeron a estar sentados del otro lado de mi escritorio. 

      Si yo sintiera angustia por algo obviamente buscaría consuelo en la terapia (en la improbable hipótesis que un buen syrah, un policial inglés y música con dejo caribeño no pudieran ser paliativo suficiente como lo han sido hasta el presente). Y siempre que mi eventual analista dejara sentado por escrito y firmado ante notario público, avalado por todo su patrimonio, que por ningún motivo me libraría de cualquiera de mis múltiples “excentricidades”. 

     Yo y todos mis otros yo, mis voces, mis alucinaciones y mis psicosis varias tenemos una convivencia muy aceitada y vivimos felizmente en comunidad disociada de toda realidad. Definitivamente, nada de “salud mental” para mí, gracias. No hay de qué.






     Hace años, cuando exhibí por primera vez Las Flores del Mal, me contactó alguien, presuntamente psicólogo, que quería entrevistarme para una revista de la especialidad reproduciendo alguno de mis trabajos. Quería indagar sobre la significancia de las mujeres fragmentadas en el fondo de mis obras. Fui astuta entonces: lo evadí y jamás posibilité esa conversación. Seguí evadiendo el diván desde entonces. Las obras de esa serie, casi veinte años después, siguen siendo bellas y personales, y yo –pese a no analizarme- he podido sobrevivir y, a mi criterio, seguir avanzando (ahora pinto hombres desnudos y enteros). Todo tiene un orden cósmico. Tal vez de haber en estos años exorcizado mis fantasmas no estaría todavía pintando, indiferente a la nada de dinero que me produce el arte e inconmovible al actual y constante rechazo a mis intentos de exponer. Tal vez hubiera llegado a ser absolutamente normal. Seguramente ya no sería yo. Y si no fuera yo ya no sabría que ser.








martes, 23 de octubre de 2012

     



     “Yo diría que barroco es aquel estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades y que linda con su propia caricatura. (…) Yo diría que barroca es la etapa final de todo arte, cuando éste exhibe y dilapida sus medios. El barroquismo es intelectual y Bernard Shaw ha declarado que toda labor intelectual es humorística. (…) Los doctores del Gran Vehículo enseñan que lo esencial del universo es su vacuidad. Tienen plena razón en lo referente a esa mínima parte del universo que es este libro. (…) No es otra cosa que apariencia, que una superficie de imágenes; por eso mismo puede acaso agradar.” 

Jorge Luis Borges, Historia Universal de la Infamia Prólogo edición 1954, Emecé Editores S.A., Buenos Aires 1954.






     Sólo imágenes, una superficie de imágenes. Así sentí cuando un arrebato propio de mi mal humor actual me llevó al revoleo en mi taller. El argumento racional era que quería acomodar para hacer espacio. La motivación física era que quería descargar la frustración tirando algo. La trampa anímica fue que si no podía pintar al menos podía mirar mi propio trabajo abandonado. 

     Las obras inconclusas son un tema para mí. Me ocupan un lugar necesario pero me retienen la voluntad y soy incapaz de tirarlas. Vuelvo sobre ellas para confirmar que sólo son imágenes, que no tienen el alma independizada de las obras que, terminadas, son libres de mí. ¿Estará mal que sólo sean eso? ¿Que sólo pretendan agradar, como dice Borges, y no cambiar el mundo? No van a quedar en los libros de historia del arte. No propenden a la inmortalidad. 

      Sólo son bonitas. Lindas e inofensivas. Y mágicas en cuanto pueden cambiar mi (mal) humor y recuperarme para la civilización. Tal vez el truco en todo (en el arte, en la vida) sea no tomarse nada tan en serio y definitivamente no pretender demasiado. Simplemente ser, aunque de modo inconcluso. Ser, lo que se pueda y hasta donde alcance, y punto.






“…Por consiguiente te encomiendo el castigo, Almirante Kuo-Lang. No pongas en olvido que la clemencia es un atributo imperial y que sería presunción de un súbdito asumirla. Sé cruel, sé justo, sé obedecido, sé victorioso.”

Jorge Luis Borges, Historia Universal de la Infamia – La Viuda Ching, Pirata, Emecé Editores S.A., Buenos Aires 1954.





lunes, 22 de octubre de 2012

MUSEO






Quedé como en éxtasis… Con febril premura/ 
¡Síguela! Gritaron cuerpo y alma al par. / 
…Pero tuve miedo de amar con locura,/ 
de abrir mis heridas que suelen sangrar / 
¡y no obstante toda mi sed de ternura, / 
cerrando los ojos, la dejé pasar! 

Amado Nervo (1870-1919) Cobardía (fragmento)






     “¿No te buscaba quizá a ti? Quizá estoy aquí sólo para esperarte. ¿Te he perdido cada vez porque no te he reconocido? ¿Te he perdido cada vez porque te he reconocido y no me he atrevido? ¿Te he perdido cada vez porque al reconocerte sabía que debía perderte?” 

Umberto Eco, El Péndulo de Foucault






     “Marlowe caminaba por el sendero rojizo del cementerio entre tumbas chatas y blancas. (…) Regresaba sin saber por qué al lugar donde siete años atrás había vistió enterrar al viejo Stan Laurel. (…) Al llegar a la tumba vio a un hombre que estaba parado frente a ella, quieto como una estatua. (…) -¿Lo conocía?- preguntó Marlowe. El hombre bajó la vista y miró al detective. En sus labios apareció una sonrisa sin sentido, como si se dispusiera a iniciar una charla amable. -No personalmente. ¿Usted es pariente? Hablaba un inglés tan malo que Marlowe tuvo que hacer un esfuerzo para entender el sentido de la frase. -No. ¿De dónde es usted? Si es que existe alguna parte en el mundo donde se hable de esa manera. -Soy argentino. Perdóneme, nunca tuve facilidad para el inglés. -¿Qué hace aquí, frente al viejo Stan? ¿Anota el lugar para incluirlo en las guías de turismo de los gauchos? -¿Perdón? Marlowe se acercó al hombre que dejó de apoyarse ene la tumba vecina. No entendía bien esa sonrisa permanente en la cara redonda y mofletuda. -Mire, amigo- dijo en castellano-, hablo bastante bien el español y creo que eso será un alivio para usted. Le pregunté que hace frente al viejo Stan? -Nada. ¿Está prohibido pararse aquí? Desde que llegué a Estados Unidos estoy cometiendo infracciones. -Le habrá costado explicarse. Soy detective privado; Laurel me había contratado poco antes de morir. -¿Para qué? -Manías de viejo. Se estaba muriendo y lo sabía. Era un hombre desesperado. (…) El hombre cobró un súbito interés por el detective. (…) -Discúlpeme- habló bajando la voz, como si tuviera vergüenza de lo que iba a decir-; tengo mucho interés en hablar con usted sobre Laurel (…) Soy periodista, pero no busco información. Estoy escribiendo una novela sobre Laurel y Hardy… (…) -¿Cómo se llama? -Soriano. Osvaldo Soriano. -Soy Philip Marlowe. Con e final.” 

 Osvaldo Soriano, Triste, solitario y final Grupo Editorial Planeta S.A. Buenos Aires 2010, pág. 47/50






     “Más allá de las puertas de los sesenta años, Mrs. Dolly Vanbruck ha logrado la trascendencia de un prodigio. Es un prodigio, un fenómeno, una creación eximia, rival de la Afrodita de Rodas, una maravilla de la ciencia; algo que en realidad debería exhibirse, no sólo para el arqueólogo, para el sinvergüenza, para el capitán, los marineros y este Escarabajo, sino para cuantos valoran los extremos de perfección que es susceptible de alcanzar la obra de arte. Cirujanos estetas, magistrales, competentes en recortar, transportar y modelar, lo han conseguido. Cuanto la configura – la cara, el cuello, el vientre, las nalgas, las piernas, los brazos- han sido objeto de operaciones delicadas y costosas, tan sutiles que se requieren la experiencia y el buen ojo de un especialista, para detectar las ocultas puntadas que dan firmeza y armazón al artificio, al singular muñeco, recompuesto, ajustado, pintado y teñido, que es Mrs. Dolly Vanbruck, Mrs. Vanbruck acostada, ofrecida, inmóvil, sin parpadear, sin respirar casi, en la cubierta del yacht “Lady Van”: todo, con excepción de sus manos. Sus manos fueron invencibles. Los años, la avanzada madurez, la desagradable carga que Mrs. Vanbruck pretendía haber suprimido, gracias a los doctores en juventud, hallaron refugio par su postrer rebeldía, más fuerte que el asedio de los bisturíes, en las trincheras de las arrugas, en los bastiones de las artríticas falanges, en los tortuosos pasadizos de las venas, en las pecas amarillas como la muerte, en la crueldad de esas manos, delatoras, invulnerables. He ahí la justificación de los guantes permanentes, supremo recurso. Puesto que no se redujo y asimiló al enemigo, por lo menos se lo descartó, eliminando su visible y sexagenaria agresividad. Y se difundió la versión, apenas aceptada por algunos papanatas, de que aquello de los guantes era una originalidad más, de las muchas que caracterizaban a Mrs. Vanbruck, quién se resistía a tocar, a rozar lo que fuera, sin la defensa aisladora de sus estuches. Acumulaba cientos de pares, confeccionados con los materiales y los colores más distintos, y en cualquier tiempo, a cualquier hora, el Brillante de Mr. Aloysius Vanbruck en la siniestra, y en la diestra yo, el Escarabajo egipcio de lapislázuli, comprado en Paris siete años atrás, lucíamos sobre los guantes variados. (…) Algo monstruoso irrumpió en nuestra culta concordia, con tan insólita furia que ni tiempo tuvimos de salvaguardarnos. Nadie reaccionó, ni los cercanos marineros, ni el atónito Mr. Jim, ni la amodorrada Mrs. Vanbruck. ¡El italiano, el italiano, el demente Giovanni Fornaio, estaba sobre nosotros, vociferando, resoplando y braceando, tal la alegoría de un quemante ciclón! Y lo caprichoso, lo inicuo, es que se las tomó conmigo, que hasta entonces nada tenía que ver con el asunto. En vez de emprenderlas con el Brillante, fue conmigo, con el inocente Escarabajo de lapislázuli, que se ensañó su rabia. Lo razonable hubiese sido que si a Giovanni se le iba el alma tras los quilates del solitario, insistiese en su exigencia, y si ésta no surtía efecto, reiterase el forcejeo, pero… ¡qué va!: Giovanni Fornaio sabía que el aro de Brillante no podía atravesar el promontorio formado por el nudillo de Mrs. Dolly, sino mediante el auxilio paciente y hábil del ladino jabón, así que, estrafalariamente, con una típica maquinación de beodo, abandonó la posibilidad resbaladiza de ese recurso, y empezó a tirar de mí, a riesgo de desarticular el dedo de la norteamericana, mientras mascullaba frases coléricas, en cuya oscuridad zigzagueaba, brusca, la palabra “jettatore”: -¡Questo jettatore! ¡Questo maledetto scarabocchio jettatore! ¡Qué injuria!, ¡qué abuso!, ¡qué improcedencia! ¿De que mierda, sacro Osiris, habrá surgido la leyenda vesánica de que los escarabajos egipcios traemos mala suerte? ¡Qué errónea información! ¡Al contrario, traemos buena suerte, somos talismanes! ¡Esto lo sabe cualquiera, menos un napolitano rústico! ¡Qué animal! (…) ¡Miserable! ¡Ay, el muy bestia atinó a arrancarme del dedo de Mrs. Vanbruck, que chillaba, flacamente socorrida por su ineficaz idólatra, Mr. Jim! -¡Jettatore! ¡Jettatore! Y ante de que un marinero, o el telegrafista, o el médico de los masajes y de las pomadas, que acudían a la carrera por el puente, alcanzasen a terciar y a salvarme, el bruto me arrojó por encima de la borda al Mar Egeo. La última imagen que recogí, previa a la zambullida, fue el rostro de maniquí de vidriera de Mrs. Vanbruck… y el titilar del Brillante en su mano trajeada de verde, relampagueando como si se riera. (…) Indignado, sulfurado, maldiciendo a Giovanni Fornaio y a su puerca familia, mandándolos a reunirse con los peores excrementos y a las cámaras de atroces verdugos; aborreciendo al italiano jettatore, jettatore él, culpable de mi perra desventura, empecé a descender, a descender, en el seno del agua tibia que a medida que bajaba se iba enfriando. Un mundo misterioso, enteramente nuevo para mí…” 

Manuel Mujica Lainez, El Escarabajo, Plaza & Janés Editores S.A. Barcelona, 1996, Pág. 11/17



sábado, 20 de octubre de 2012




Origen del Silencio. Pese a que las malas leguas me acusan de disfrutar el “desaparecerme” intempestivamente sin alegar causa o motivo y reaparecer sin remordimientos después, el reciente silencio en mi blog fue debido pura y exclusivamente a un exceso de sociabilización. Lo que decanta en un creciente mal humor de proporciones antológicas. No pude pintar durante casi una semana. No tuve ni tiempo ni concentración ni paz. Y cuando eso pasa mi carácter (el verdadero, no la amable mascarita) se oscurece y brota mi versión personal de Mr. Hyde


      Desde siempre me pregunto como es posible que la gente de mi entorno no haga aunque sea un mínimo esfuerzo para evitar que me mute en este monstruo agresivo e insoportable aplicando el básico procedimiento de dejarme pintar tranquila. Cuando pinto, insisto, mi humor es luminoso y pacífico, me vuelvo hasta simpática. Casi puedo pasar por un ser humano normal. Pero no. Nadie es prudente. Se confabulan para entorpecerme la soledad, para aturdirme con toneladas de domesticidad absurda, para robarme la capacidad de concentración. Y logran volverme materialmente feroz. Si no puedo pintar, obviamente, pocas ganas tengo de escribir en este blog sobre todo lo que NO estoy haciendo. 

      Soy una artista LENTA: cada obra me lleva muchísimo tiempo. Me regodeo en el detalle, disfruto por sobre todas las cosas la ejecución, el mero hacer. Soy una artista DISPERSA: trabajo en demasiados proyectos a la vez; es inevitable, todo me provoca, todo me alucina. Soy una especie de filtro. Lo que llega a mí es procesado según mi código estético y racional y proyectado hacia fuera by farnell. Mi esencia de filtro quiere filtrar. ¿Por qué no me dejan hacerlo? Cuando no pinto me pongo tan alegre como un dragón enjaulado. ¡Córranse que los quemo! 

      Difícilmente este fin de semana mi humor mejore. Más sociabilización me está acechando por los rincones. Más vida de animal gregario. Quiero consolarme pensando que debe de existir un cupo de sociabilización forzosa (como el estúpido “cupo femenino”), una cantidad de horas al año que tengo que cumplir alternando civilizadamente con otras personas. Cubierto mi cupo obligatorio supongo que después soy liberada y puedo aplicar mi tiempo a lo que quiero (pintar) sin interferencias. Pero mi consuelo fracasa: queda la Navidad todavía y a mi ya no me queda capacidad de aguante… 

    Como burlándose de mi tragedia canta Serrat desde mi reproductor: No es verdad que me dé nauseas la Navidad…” No hay salida. Debería irme a vivir con el abuelito de Heidi.








domingo, 14 de octubre de 2012




MUSEO

     “Mani, el fundador del maniqueísmo, un cristiano hereje que los mazdeos consideraban uno de ellos. El gran reproche que Mani le hacía a Jesús era precisamente no haber escrito. (…) ¡Ah, si Jesús hubiera escrito, decía Mani, en lugar de haber dejado esa tarea a otros! ¡Qué prestigio, qué autoridad, qué palabra indiscutible! Pero bueno, prefería hablar. El libro todavía no era lo que nosotros llamamos libro y Jesús no era Virgilio.” 

Jean-Claude Carrière Nadie acabará con los libros (en colaboración con Umberto Eco) Ramdon House Mondadori S.A. Buenos Aires 2010 pág. 102.






     “...Si bien yo no diría que el Evangelio de Marcos es falso, contiene una gran exageración. Y ofrecería menos por Mateo, y por Lucas y Juan, que me dieron palabras que nunca pronuncié y me describieron como apacible cuando estaba pálido de cólera. Sus palabras fueron escritas mucho después de que yo me hubiera ido, y sólo repiten lo que les dijeron los ancianos. Hombres muy ancianos. Es posible apoyarse en tales historias como en un arbusto que se libera de sus raíces y vuela en el viento. De modo que yo brindaré mi propia versión. A quienes me pregunten cómo llegaron mis palabras a estas páginas, les diré que lo consideren un pequeño milagro. (Mi evangelio, después de todo, hablará de milagros.) No obstante, desearía ajustarme más a la verdad. Marcos, Mateo, Lucas y Juan buscaban incrementar su rebaño. (…) Algunos de los escribas sólo querían hablar a los judíos listos a seguirme después de mi muerte, y otros predicaban sólo a los gentiles que odiaban a los judíos pero que tenían fe en mí. Como cada uno aspiraba a fortalecer su propia Iglesia, ¿cómo era posible no dejar de mezclar lo que era verdad con lo que no lo era? (…) Lo que me resta decir no es ni una historia simple ni carente de sorpresa, pero es verdad, por lo menos en todo lo que recuerdo.” 

  Norman Mailer, El Evangelio según el Hijo, Emecé Editores S.A. Buenos Aires 2006, pag. 9/10.






     “Jesús muere, muere, y ya va dejando la vida, cuando de pronto el cielo se abre de par en par por encima de su cabeza, y Dios aparece, vestido como estuvo en la barca, y su voz resuena por toda la tierra diciendo, Tú eres mi Hijo muy amado, en ti pongo toda mi complacencia. Entonces comprendió Jesús que vino traído al engaño como se lleva al cordero al sacrificio, que su vida fue trazada desde el principio de los principios para morir así, y, trayéndole la memoria el río de sangre y de sufrimiento que de su lado nacerá e inundará toda la tierra, clamó al cielo abierto donde Dios le sonreía, Hombres, perdonadle, porque él no sabe lo que hizo. Luego se fue muriendo en medio de un sueño, estaba en Nazaret y oía que su padre le decía, encogiéndose de hombros y sonriendo también, Ni yo puedo hacerte todas las preguntas, ni tú puedes darme todas las respuestas.” 

José Saramago, El Evangelio según Jesucristo, Santillana Ediciones Generales S.L. Madrid 2006, pág. 491/492






     “Uno de los hábitos de la mente es la invención de imaginaciones horribles. Ha inventado el Infierno, ha inventado la predestinación al Infierno, ha imaginado las ideas platónicas, la quimera, la esfinge, los anormales números transfinitos (donde la parte no es menos copiosa que el todo), las máscaras, los espejos, las óperas, la teratológica Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espectro insoluble, articulados en un solo organismo… Yo he procurado rescatar del olvido un horror subalterno: la vasta Biblioteca contradictoria, cuyos desiertos verticales de libros corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira.” 

  Jorge Luis Borges, La Biblioteca total, Sur, Buenos Aires Año IX Nro. 59 Agosto 1939.








sábado, 13 de octubre de 2012




     Es necesario hacer lugar. O mudarme Pero no se puede seguir así. Trabajando alegremente (alegremente quiere decir que bailoteaba posesa al son de la música estridente que hacia retumbar las paredes) en mi La Santa Inquisición II tropecé con una caja y me fui al suelo, derribando conmigo el caballete, la obra en que trabajaba, y el otro caballete que tiene (o tenía) atado un soporte de cartón donde están sujeta dos láminas que no me decido si sigo o no. 

      Por suerte todo cayó aparatosamente para la derecha porque de caer hacia la izquierda hubiera derribado a mi Tótem de papel y no creo que este hubiera sobrevivido. Todo el derrumbe volvió a poner en evidencia (de-nue-vo) mi falta de espacio. 

      Enardecida amenacé a los cielos y a los hados que iba a hacer limpieza y salté feroz sobre la caja que había iniciado la hecatombe. Pero cuando la abrí para ver que era y tirar todo a la basura encontré unas viejas carpetas con manuscritos. Propios y ajenos (es que yo guardo todo). Alguna vez había dicho que iba a organizar esos escritos para intentar después publicarlos. Junté cosas de varios autores vocacionales ganados por la “vida civil”, obligados a tener que trabajar de cualquier cosa por necesidad, y me dije que en cuanto pudiera haría justicia editorial. Pasa el tiempo, me distraigo en otra cosa, y acumulo proyectos para cuando tenga cinco minutos de tiempo.

      Y ahí estoy, montones y montones de cosas a mi alrededor, valiosas para mi, pero que me quitan espacio. Obviamente no puedo tirar todo eso. Pero pensé que tal vez podría hacer lo que estoy haciendo con mis diarios: subirlos a la web. Los voy transcribiendo con la excusa de subirlos a un blog y los guardo en un pen-drive y en el cosmos cibernético. Tiro papel y gano espacio. 
 -No vas a tirar nada- afirma con incredulidad una de mis voces. -Son manuscritos, tu alma de bibliotecaria te va a hacer conservarlos. Y los que están tipiados tienen anotaciones de los autores. Todo eso va a seguir dando vueltas y estorbando por acá. 
-Pero al menos los va a acomodar en el intento- dice conciliadora otra de mis voces- y en una de esas los saca del taller y los lleva a la biblioteca. 
-¿A la biblioteca que está a punto de derrumbarse por el peso?- acota escéptica y malintencionada. Reconozco que es la de anteojos- Vamos a amanecer un día aplastadas bajo el peso de sus libros. 

     Si se derrumbara la biblioteca, que está en el primer piso pero en el otro extremo de la casa (de hecho sobre el dormitorio), mi taller sobreviviría pero seguiría siendo escaso a mis necesidades. Sospecho que la única solución es mudarlo a otro lugar, pero carezco de medios al día de hoy para poder hacerlo. Y obviamente no voy a dejar de pintar hasta que pueda alquilar o comprar un sitio donde tenga espacio para hacerlo. Así que voy a tratar sólo de hacer un poquito de lugar sacando papelerío literario (aunque sólo lo saque de ahí para subirlo a mi otro sitio atestado). Vinculo este blog con Trastienda Literaria – Letras Ajenas & Literatura Amateur. Ahí voy a ir subiendo lo que he venido acumulando estos años y sospecho que lo que seguirá llegando a mis manos. Tiendo hacia lo excesivo, siempre. Adhiero al demasiado de todo.







martes, 9 de octubre de 2012




     En mi última cacería de libros dí (en teoría) con un espécimen de lo más interesante. Encontré en una librería de usados sobre Corrientes casi 9 de Julio (un sitio para revolver, con mucha cosa vieja pero con un dueño bastante conocedor como para que los precios no sean tan baratos) “El Grupo Sur – Una biografía colectiva” de Oscar Hermes Villordo

      La obra promete reseñar la historia de la Revista Sur y de sus creadores. Tiene unas pocas fotos de la época que valen por sí pero el estilo del autor es errático y por momentos confuso. No logra trasmitir ni el entorno de época ni la personalidad de los personajes. Pero vale en cuanto cita textualmente comentarios y opiniones documentando el origen (revistas y diarios de la época, autobiografías y obra editada). Interesante como punta de lanza y decepcionante por que en tema tan rico uno acaba rescatando muy poco. 

     La Revista Sur es uno de mis fetiches. Tengo la (peregrina) ambición de compilar en mi biblioteca la colección completa de la Revista. Considerando que se empezó a editar en 1931, como revista trimestral, que desde 1935 hasta 1950 sale en forma mensual, luego bimestralmente hasta agosto de 1970, semestral hasta 1980 y en forma esporádica hasta 1992, mi plan es reconstruir la realidad literaria durante un lapso de casi 60 años. Un proyecto faraónico si parto de que sólo he conseguido hasta ahora dos números de la Revista (el número 268 de enero-febrero de 1961 cuando celebraba sus 30 años, y el número 342 de enero-junio 1978).






     Pero en mi búsqueda voy entreteniéndome con la “captura” de especímenes vinculados: conseguí la compilación de todos los artículos que Borges escribió y publicó en Sur durante el período 1931-1980 (Borges en Sur, Emecé Editores S.A. Buenos Aires 1999), la Octava Serie 1968/1970 de Testimonios de Victoria Ocampo, dos biografías de la Ocampo (Victoria Ocampo de Laura Ayerza de Castillo y Odile Felgine, Circe Ediciones SA Barcelona 1998 y Victoria Ocampo por Adolfo de Obieta, Editorial Corregidor, Buenos Aires 2000), la maravillosa colección de cartas de Victoria a su hermana favorita (Cartas a Angélica y otros, Editorial Sudamericana Buenos Aires 1997) y un librito precioso de Flaminia Ocampo (Victoria y sus Amigos Ediciones Aquilinas SA Buenos Aires 2009) que retrata a Victoria y sus amistades (Gabriela Mistral, Waldo Frank, Ortega y Gasset, Virginia Wolf, entre otros) basándose en su entrecruzamiento postal y comentarios 
autobiográficos.






     Obvia decir que siento una clara fascinación por Victoria Ocampo personaje y una absoluta admiración por lo que significó para la cultura de Argentina, de América y del mundo. Y mi total respeto por una mujer que en una época donde la igualdad de derechos ni siquiera era una fantasía en las cabezas feministas hizo lo que quiso sin andar pidiendo permiso. Ella fundó Sur en 1931, en la Argentina el voto femenino comenzó en 1945 y recién en 1967 la mujer casada dejó de ser “incapaz” y dejó de estar legalmente sometida a su esposo. Victoria Ocampo no necesitó que ninguna ley (hecha por hombres) la "autorizara" a ser ella y llevar acabo sus proyectos.






Dice el editor de “Borges en Sur” en su Nota de inicio: 

     “Como lo han señalado Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, Sur creó una comunidad de lectores. Quiso se un puente entre América y Europa. Uno de sus principios objetivos fue lograr traducciones impecables que difundieron “ideas” y obras de ficción. A esta tarea la revista dedicaría gran parte de su atención. Durante más de cuarenta años, las opiniones de Sur sobre la literatura y la vida llegaron a ser una de las fuerzas más poderosas de la cultura argentina. La revista no fue neutral. Se opuso a los regímenes totalitarios por igual, en defensa de un abstracto sentido de la libertad y la justicia.”






Victoria Ocampo escribe la Editorial del número de Aniversario de los 30 años con el formato de carta “A los lectores de Sur”. Dice allí: 

A Sur se la acusa de estar a la izquierda; se la acusa de estar a la derecha. Ha deseado independizarse de la política, no por temor de “comprometerse” sino por tristeza de no poder hacerlo a fondo con ningún partido. Un hijo de Álvarez del Vayo repetía cuando era niño (cosa que nos hacía reir): “Con la política no se juega”. ¡Pobrecito! Suponemos que habrá cambiado de parecer. Con el arte sí que no se juega, aunque se lo considere como un juego del hombre: es bueno o malo. Es o no es. Esto se sabe en Sur. (…) Se sabe que el escritor no escribe para el proletariado, ni para la oligarquía, ni para la burguesía. Si el proletariado, la oligarquía y la burguesía lo leen, o se esfuerzan por leerlo, tanto mejor. El escritor escribe. El pintor pinta. Y todo depende de que lo haga bien o mal. Una aristocracia (no la de la sangre o del dinero) lo comprenderá. Estas verdades de Perogrullo puede que no haga falta decirlas en Partisan Review. En Sur, sí. (…) La situación desventajosa en que se encuentra el artista a medida que avanza la cultura, aún inculta, de las masas es pública y notoria. Tanto en la Unión Soviética como en los EE.UU. –pongo adrede como ejemplo dos grandes países que guerrean- hay que satisfacer a esa masa. Y ya sabemos que las masas se resisten a todo lo nuevo (Bizet, Wagner en su día). O el escritor escribe en EE.UU. para las masas o no se gana el sustento (salvo raras excepciones). En U.R.S.S. o está de acuerdo con el mot d´ordre o no se publica. (…) Sobrevivimos a la manera americana, que no es la europea. Y no nos avergonzamos de esa manera, que incluye el servir de puente entre continentes. La apertura del argentino a la cultura europea (su legítima herencia) ha sido una de sus más preciosas y singulares cualidades. Quieran los dioses que no se la aniquilen.”

(Victoria Ocampo, Sur nro. 268 Enero-Febrero 1961 pág. 5/7)






Borges (que dicen no la soportaba por mandona y guaranga) escribió: 

Busco un término de comparación. Banchs es un gran poeta o (lo que sin duda es más) un poeta, pero si un demonio capaz de cambiar el pasado hiciera que sus versos no hubieran sido, el mundo sería menos bello pero la trama de la historia no habría sido alterada. Inversamente, el proceso de nuestra cultura no es concebible sin la gravitación y los estímulos de Victoria Ocampo.” 

Jorge Luis Borges, “Victoria Ocampo, 10 años después”, Revista Cultura, Año V, Número 30, Buenos Aires, 1989.








domingo, 7 de octubre de 2012

  


MUSEO 


      A la pregunta… ¿Usted se psicoanaliza o se ha psicoanalizado?, debí contestar: “Sí, me he psicoanalizado.” Cuando no me psicoanalizaba, si por cualquier causa tenía dolor de cabeza, de estómago, de cintura, me decían: ´Estás somatizando´ y agregaban: ´Vos estás bastante enfermo. Tenés que psicoanalizarte´. Un día, para que me dejaran tranquilo, me psicoanalicé. Desde entonces nunca tuve un dolor, ni enfermé, ni nada me cayó mal, ni me sentí cansado. Este maravilloso bienestar me permitió comprender que una persona psicoanalizada es indestructible: no conoce los dolores ni la enfermedad. La conclusión es evidente. Una persona que se psicoanaliza, si lo hace bien, no puede morir. Estas reflexiones me llevaron al gran descubrimiento de mi vida: Freud, el padre, el gran maestro del psicoanálisis, no puede enfermarse y morir. Porque morir ha de ser, créanme, somatizar en serio. Evidentemente Freud ha de estar vivo, escondido en alguna parte. El motivo de estas líneas, ustedes lo adivinaron, es conseguir que un vasto número de personas haga circular un petitorio para que el padre del psicoanálisis vuelva a la cátedra, al consultorio, al seno de sus admiradores y amigos. Para que salga de su incómodo escondite y vuelva. El mundo lo necesita.” 

Adolfo Bioy Casares, Descanso de caminantes - Diarios Íntimos Editorial Sudamericana Buenos Aires 2001, pág.81/82






     “Mi padre era sastre y a veces ganaba hasta 18 dólares a la semana. Pero no era un sastre corriente. Su récord de sastre más inepto que Yorkville ha llegado a producir no ha sido nunca superado. Esta fama podría legar incluso hasta algún lugar de Brooklyn o del Bronx. La idea de que papi era sastre era una opinión que sólo él detentaba. Sus clientes le conocían por “Misfit Sam”. Era el único sastre del que he oído hablar que rehusara emplear la cinta métrica. Una cinta métrica estaba muy bien para un enterrador, sostenía él, pero no para un sastre que tenía la vista infalible de un águila. Insistía en que una cinta métrica era pura fanfarronería y un absurdo completo, añadiendo que si un sastre tenía que medir a un hombre, no tenía gran cosa de sastre. Papi alardeaba de que podía medir a un hombre con sólo mirarlo, y hacerle un traje perfecto. Los resultados de sus apreciaciones eran aproximadamente tan exactos como las predicciones de Chamberlain acerca de Hitler. Nuestro vecindario estaba lleno de clientes de papi. Era fácil reconocerlos por la calle, porque todos andaban con una pierna del pantalón más larga que la otra, una manga más corta que la otra o con el cuello del abrigo indeciso acerca del lugar donde debía apoyarse. El resultado inevitable era que mi padre nunca tenía dos veces el mismo cliente.”

Groucho Marx, Groucho y yo Tusquets Editores Barcelona 1995, pag. 22






     “…Claro, si aquel pobre cura los hubiera enseñado así, como si vinieran de la nada, nadie le habría creído. Pero una reliquia, para ser verdadera, ¿debía remontarse realmente al santo o al acontecimiento del que formaba parte? -No, sin duda. Muchas reliquias que se conservan aquí en Constantinopla son de origen dudosísimo, pero el fiel que las besa siente emanar de ellas aromas sobrenaturales. Es la fe la que las hace verdaderas, no las reliquias las que hacen verdadera a la fe. -Precisamente. También yo pensé que una reliquia vale si encuentra su justa colocación en una historia verdadera. (…) Baudolino sabía que una buena reliquia podía cambiar el destino de una ciudad, hacer que se convirtiera en meta de peregrinación ininterrumpida, transformar una ermita en un santuario. (…) Por la noche, los Reyes fueron transportados a una cripta de la iglesia de San Jorge, extramuros. Reinaldo había querido verlos, y estalló en una serie de imprecaciones indignas de un arzobispo. -¿Con bragas? ¿Y con esa caperuza que parece la de un juglar? -Señor Reinaldo, así vestían evidentemente en la época los sabios de Oriente; hace años estuve en Rávena y vi un mosaico donde los tres Magos estaban representados más o menos así en la túnica de la emperatriz Teodora. -Precisamente, cosas que pueden convencer a los grecanos de Bizancio. Pero, ¿tú te imaginas que presento en Colonia a los Reyes Magos vestidos de malabaristas? Revistámoslos. -¿Y cómo?- preguntó el poeta. -¿Y cómo? Yo te he permitido comer y beber como un feudatario escribiendo dos o tres versos al año, ¿y tú no sabes cómo vestirme a los primeros en adorar al Niño Jesús, Señor Nuestro? Los vistes como la gente se imagina que iban vestidos, como obispos, como papas, como archimandritas, ¡qué se yo!” 

Umberto Eco, Baudolino, Editorial Sudamericana SA 2008, pag. 141/144






En su cenáculo de la calle Victoria, el escritor -llamémosle así- Alberto Hidalgo señaló mi costumbre de escribir la misma página dos veces, con variaciones mínimas. Lamento haberle contestado que él no era menos binario, salvo que en su caso particular la versión primera era de otro. Tales eran los deplorables modales de aquella época, que muchos miran con nostalgia.” 

Jorge Luis Borges, Prólogo de El Otro, el Mismo, 1964




sábado, 6 de octubre de 2012




     “Tiene sentido elegir la Ocasión equivocada para convencerse de que en su momento se habría elegido la justa? Quién sabe cuántos de los que hoy han dado la cara lo habrán hecho por eso. Pero una ocasión falsa no es la Ocasión buena. ¿Podemos ser cobardes porque el coraje de los otros nos parece desproporcionado a la vacuidad de la situación?” 

  Umberto Eco, El Péndulo de Foucault, pág. 153.



      Otra vez alguien me pregunta en un cruce en mi vida “civil” (con gentileza, sin ninguna mala intención) “¿Seguís pintando?”. Y pese a ser una persona que en el pasado concurrió a mis muestras y hasta llegó a comprar una de mis obras (que sé que conserva y valora), yo no soy capaz de darle la referencia de este blog para que se “actualice” sobre mi trabajo. Solo balbuceo Sí, algo estoy haciendo” y paso rápidamente a otro tema. Puedo racionalizar que mi conducta es absurda, pero no puedo evitar comportarme así. Siento que soy demasiado yo en este espacio, y ser demasiado yo es algo que no comparto con todo el mundo.






     Una de mis voces (la rubia amable) comenta como para otra persona: 
-Es un juego de máscaras. Ser pero bajo control. Que vean lo que querés que vean. La excesiva honestidad te vuelve vulnerable y uno no puede confiar en cualquiera. Todo puede ser usado en tu contra. La de anteojos, como si estuviera en otra cosa pero no pudiera evitar hacer un comentario, le replica (intuyo yo que sin mirarla)
-Sonaría paranoico si no fuera simplemente estúpido. ¿Para que romper tanto con su Ragnarök si cuando tiene la chance de mostrarlo niega su existencia? No lo niego… 
-No lo niega-me avala la primera voz, que suena como la voz de una madre un poco harta de un crio insoportable.- Lo demora. Necesita que monten la red de seguridad antes de subirse al trapecio. – Baja el tono y agrega confidencialmente-: Ella realmente nunca corre riesgos…    ¡MENTIRA! Me indigno. Yo no soy así (creo). 
 -No es que no corra riesgos-interviene la rubia; gracias al dios que sea, ella siempre parece estar de mi lado-, sino que los corre cuando tiene oportunidad de ganar. Ha sobrevivido demasiado tiempo filando el borde, que ya le es un acto reflejo mirar donde pone los pies. Su Ragnarök requiere su propia… “circunstancia”. Puede que no la espante meterse con temas tabú pero no va a colgar sus cuadros en una salita regenteada por el Opus Dei. 
-Sería pintoresco, ¿no? E interesante escuchar los comentarios… 
-¿Cuánto tiempo, por reloj, crees que durarían colgados?- cuestiona la de anteojos, insisto, sin participar realmente en la conversación. 
-El suficiente para que nos los sacáramos de encima- concluye la madre harta.






     Nada, pero nada es así. No se trata de prudencia ni de querer garantías. Ninguna “red”. Es solo… timming… encontrar el momento, el lugar y la gente… Y además las cosas requieren espacio, no puedo ir por la vida dando explicaciones. Lo que hago es raro, yo soy rara, vivo de modo extraño. No puedo estar todo el tiempo alardeando de mi esquizofrenia práctica, de ser dos personas, de tener dos vidas, dos nombres, dos profesiones, pero de que yo, realmente yo, soy esta (¿cuál?). Mucha gente se va a sentir estafada, o decepcionada, o asustada… Y aunque realmente mucho no me importe eso, no tengo ganas de dar explicaciones. Hablar no es lo mío. Llevar un blog como un diario personal no es, definitivamente, buena idea. Dejar en evidencia mis contradicciones y mi errática personalidad es algo insensato. Esta mala costumbre de escribir…


  Letraheridos. Catalanismo derivado de lletraferits: dícese de las personas obsesionadas por la literatura hasta el punto de sufrirla morbosamente como una herida de la que no desean sanar." 

(Nota de advertencia al inicio de El Premio, Manuel Vázquez Montalbán, Editorial Planeta 2005).