domingo, 28 de febrero de 2021

 











     Al principio, cuando sin llegar a la veintena quería mostrar mi obra a través de salones y concursos, como explicación al sistemático rechazo aquellos que sabían me decían que el dibujo era un arte menor, que debía despojar mi trabajo de tanto dibujo.  Los escuché, ¿cómo no hacerlo?,  y durante mucho tiempo me negué a “dibujar”.  Aunque lo único que logré fue, pincel en mano, seguir dibujando con pintura, de un modo muy tosco y rígido. Entonces pasaron a criticar mi falta de plasticidad  como causa de mis constantes fracasos.  No cuestiono todos los rechazos de mis primeros años, mi trabajo era muy malo.  Pero sigue doliéndome hoy, más de treinta años después, que llamaran al dibujo “un arte menor” y me enemistaran con él.

 







     Reconoceré que eran tiempos en que lo no figurativo y lo abstracto eran las estrellitas dominantes, para pasar casi enseguida a un supuesto arte conceptual -a mi criterio- decididamente estúpido y snob.  Seguía yo renegando del dibujo, aunque se colara en cualquier cosa que hiciera. 









 

     Recién ya empezados los 90 alguien con buen criterio y absoluta buena fe me sugirió:  “¿Y si dibujás y postulás  en esa disciplina?”.  Nunca entenderá suficientemente esa persona lo agradecida que le estaré siempre por el consejo.  Dejé de lado prejuicios y temores a un arte presuntamente menor y asumí mi identidad de dibujante.  El primer primer premio que obtuvo mi obra fue en dibujo.  De ser siempre rechazada en las preselecciones a entrar y ser premiada sólo por aceptar el placer de dibujar.   Somos lo que somos, cuanto antes nos hagamos cargo más simple se vuelve el destino que nos toca.






Femeneidad Reprimida

grafito sobre papel - 50X70 cms.
1er. Premio Dibujo Galería Núcleo de Arte - Salón Fin de año 1997







     De allá para acá, dibujamos sin pudor.  Y jugamos, claro, con mixturas varias, con cierta tendencia a la irreverencia y al exceso.  Pero dibujamos.  Dibujamos siempre.




















sábado, 27 de febrero de 2021






     Cuando años ha me enfrentaba a un nuevo rechazo de mi trabajo me preguntaba -muchas veces desencajada en llanto- que sentido tenía la insistencia si lo que hacía no era lo suficientemente bueno para ser aceptado por los que -suponía- eran los dueños de la verdad.

 

    Pero pese a ello seguía pintando porque ya había quemado las naves en mi adolescencia.  Era eso o la nada.  Era aferrarme a la posibilidad de que mi vida podía justificarse por el arte o un final acelerado, consciente y provocado, por el camino de todos los vicios.  Cuando no se tiene otra cosa se insiste, no por terquead sino por mero instinto de supervivencia.

 







     Y los años pasan y ante el rechazo se empieza a reaccionar con cierta cuota de indiferente familiaridad.  Es lo normal, es el mundo al que estamos acostumbrados.  Se sigue, simplemente, porque es lo  que hacemos.  Excepcionalmente, nos agarraban con la guardia baja y clamábamos desesperadas a los cielos por iluminación, por saber cuál era la verdad.  ¿Debíamos insistir, realmente había algún mínimo valor en nuestro trabajo?  ¿Para qué perpetuar la humillación de que nuestra obra fuera rechazada una y otra vez, muchas veces sin ser siquiera desembalada?  Pero el ¿cuál es la verdad? duraba cada vez menos frente a la necesidad física de volver a las líneas y al color.



 







     Tardé llegar a la vida adulta para descubrir que la única verdad es el placer del acto creativo.  No importan los fracasos, no importa que nadie dé el mínimo valor a nuestro trabajo, que realmente no sea bueno en el sentido artístico.  Pero el hacer nos significa una felicidad física, constante y leal, independiente de toda opinión ajena.  Podemos estar sumidos en la oscuridad más absoluta, en el hueco más profundo, pero ese juego de luces, esa mirada que de repente nos mira desde el papel, ese vértigo que golpea directo al estómago cuando una línea se aproxima a  la exactitud de la forma, ese pequeño instante de  magia de las naderías del arte lo justifica todo.  



















 

martes, 23 de febrero de 2021

 

Au Nom de la Rose - versión final

mixtura sobre papel intervenido con fuego































































Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.

Jorge Luis Borges, El Golem (fragmento)








sábado, 20 de febrero de 2021

 


Brigitte, versión final







































































































 

          Post Data:  Ante la cada vez más imperiosa falta de espacio, Brigitte se queda momentáneamente  sobre el escritorio en mi biblioteca. Pero ya que mi biblioteca lleva años convertida en una especie de cueva privada de resguardo de mis obras, me resigno al creciente amontonamiento hasta que surja algo mejor.

 


























viernes, 19 de febrero de 2021

 


      Y agregar angelitos resulta tan relajante como las guardas.  Es un hecho: doy prioridad a mis caprichos.





























jueves, 18 de febrero de 2021























          Cada cual lucha contra el stress con lo que le funciona.  En lo personal, me resulta hacer guardas.  Intentar la simetría dibujando en espejo, igualando el soporte de papel blanco, papel quemado, papel color para sostener el equilibrio de una guarda estrafalaria.  Mientras me concentro en ese juego de líneas puedo evadirme  de una realidad cada vez más asfixiante.