Tras varios
días de grato trabajo casi estaba por darla por concluida, pero algo
faltaba. Estaba lo suficientemente
recargada, casi sin espacio para incorporar nada más. Pero algo faltaba. Puede que mi inconsciente se hallara fijado
en unos post-it naranjas y amarillos que deambulan en el cajón de
mi escritorio. Y una de mis voces empezó
a replicar con insistencia: “le falta los post-it…”
Era una
idea absurda pero una vez considerada fue imposible descartarla. Tracé alguna simbología cartográfica clásica
sobre los pedacitos de papel naranja que, luego de fugaces e infructuosas argumentaciones
lógicas, terminaron siendo parte de la obra.
No sé si me convence del todo el resultado, pero al menos la monótona vocecita
con su mantra “post-it… post-it…” se acalló en mi cabeza.
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