miércoles, 5 de marzo de 2025

 








 

           Hay una sensación (una especie de instinto) que se traduce en insatisfacción cuando a una obra le falta “algo”.  Puede que la composición nos guste, que algunos sectores nos resulten francamente divertidos (como el angelito y su arco, las colas de las sirenas o la estampilla de dos centavos de la libertad con escudito), pero al mirarla en conjunto algo está mal.  Definitivamente mal y molesto.
















 

     Puede que sea el tono del papel base (ya me pasó antes, tiene una opacidad que desluce, que se come la intensidad de la tinta) que reste fuerza al conjunto.  Pero si fuera solo eso debería poder contrarrestarlo con mayor ferocidad en la paleta.  Aunque intento acentuar colores y empastar luces, sigue habiendo algo que falta.

















 

     Es en estos momentos en los que se desata una pelea en la que siempre pierdo.  Trato de salvar la obra, de trabajarla un poco más, de descubrir que es eso que me molesta tanto, lo que falta o lo que sobra, ese “algo” que desequilibra todo.  Pero por lo general no lo descubro y allá va la lámina a la pila de las inconclusas.  Puede que la falla esté en mi mirada, puede que alguna preferencia personal sea lo que entorpezca todo (falta una mirada, un gesto que  transmita emoción).  Alguna que otra vez una inconclusa para mí fue rescatada tiempo después  por la mirada de alguien más y yo ya no volví a verla con ese “fallo” de insatisfacción. 





 

     Pero de cualquier manera, voy a trabajarla un poco más, no más no sea por el angelito lila que ha disparado una flecha  directo al corazón de mi chica de la Bristol.

 














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