Finalmente
junio. Hay una estúpida tradición
familiar, con la que me han machacado desde niña, de que mayo es mes de desgracias.
Obviamente, me he educado para no creer en esas cosas, pero mi subconsciente es
harina de otro costal. No se le da ninguna
entidad a esa paparruchada del diablo, pero por las dudas se avanza al grito de
Vade Retro Satanás esgrimiendo una cruz como ariete. Es evidente que aquello con lo que nos han
hostigado persistentemente en nuestra infancia nos sigue cobrando peaje.
Traumas infantiles que condenan a perpetuidad.
Pero es junio,
y se siente como haber atravesado el desierto más o menos entera (más o menos,
siempre colaboramos para apestarnos o lastimarnos en mayo, somos el perro de Pavlov), y por un rato disfrutamos la euforia
de la liberación. Vuelta al trabajo entusiasta, a avanzar con proyectos y a sentirnos
propietaria de nuestra existencia sin incidencia de maleficios ajenos.
Nos disponemos a terminar La Reina de Tréboles (segunda versión). Tampoco nos gusta del todo pero sí un poco más que el primer intento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario