Lo asumo: estoy en un pico de fastidio
próximo al límite. Entre la peste, la
alborotada generación de cristal y el despliegue de política miserable en todos
los flancos, es muy difícil mantenerse tranquila y centrada en lo que sabemos
es lo importante.
Probablemente colabore con mi mal humor un
nuevo rechazo a mi obra (¿reamente pensamos que podríamos ser seleccionadas
en un salón nacional?, ¿realmente?) y la incesante cadena de cancelaciones
y postergaciones de eventos que teníamos apalabrados desde febrero 2020 y
siguen sin fecha en el horizonte.
Es inhumana la templanza en este contexto.
Respondemos a la decadencia con más
decadencia. Amontono restos de papeles
maltratados (rotos, sucios, arrugados, inservibles) y los fijo a un
destartalado bastidor de madera abandonado en mi taller. Unifico el pegote con dorados que pretenderán ser una guarda ornamental.
Descomprimo un poco esbozando un retrato
clásico de Maude Fealy para centrar la composición:
Y jugamos con fuego, esa acción tan border
si se tiene en cuenta la cantidad de pinturas y lacas inflamables (por
no hablar de mis botellones de kerosene) que apilo junto a la pileta donde emprendo
mi intervención ígnea…
Como base para un trabajo definitivamente
determinado por la necesidad de aislarme del universo y priorizar mi exclusivo
placer diría que vamos bien.
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