miércoles, 24 de julio de 2024

 

     Otra celebrada instantánea del mismo año nos remonta al lanzamiento de la publicación del primer número de la Revista Sur; en la fila de atrás y de pie, de izquierda a derecha, se suceden Eduardo Bullrich, Jorge Luis Borges, Francisco Romero, Eduardo Mallea, Enrique Bullrich, Victoria Ocampo y Ramón Gómez de la Serna; sentados, de derecha a izquierda, al lado de una mesita presidida por un retrato de Ricardo Güiraldes, se sientan o se agachan guardando el equilibrio Guillermo de Torre, Ernest Ansermet, Carola Padilla, María Rosa Oliver, Norah Borges, Oliverio Girondo, Pedro Henríquez Ureña. Borges sería uno de sus colaboradores habituales, hasta que la publicación se extinguiera en 1970, pese a que se mantuvo bastante al margen de las mundanas fiestas de su directora, Victoria (a ella dedicaría El jardín de los senderos que se bifurcan), y de algunos de sus invitados. Fue justamente en 1932, en una reunión en honor a Duhamel, cuando tuvo lugar el feliz y fructífero encuentro entre Borges y un joven escritor de diecisiete años, Bioy Casares. La colaboración entre ambos se iniciaría en 1936, al escribir juntos un folleto comercial muy bien pagado sobre las virtudes del yogur. A partir de una ingente bibliografía, exageraron los datos para demostrar que los búlgaros consumidores de la receta original de dicha cuajada habían llegado a sobrepasar los ciento cincuenta años, y llegaron, en medio del entusiasmo, a inventar la existencia de una familia búlgara cuya hija menor superaba los noventa años, con el subsiguiente escándalo de la empresa patrocinadora; acabaron haciendo, pues, literatura fantástica del género panfletista.

Silvia Rins, El penúltimo infierno de Borges

 

 

     Bioy ha relatado muchas veces su primer encuentro con Borges: “Lo conocí a Borges en mil novecientos treinta y dos en una reunión en San Isidro a la que nos había invitado Victoria Ocampo. Las invitaciones de Victoria, como las levas de otro tiempo, no dejaban alternativa. La reunión era en honor de un extranjero ilustre, a lo mejor Duhamel (si la cronología lo permite). Me puse a conversar con Borges. Victoria nos increpó: había que atender al huésped ilustre… Algo ofuscado y muy corto de vista, Borges volteó una lámpara. Debió de parecernos que esta pequeña catástrofe le probaría a Victoria que su actitud no había sido afortunada y proseguimos nuestra conversación. (…)  Desde aquella conversación fuimos amigos con Borges. Probablemente él notaría que yo había leído mucho y que nada me importaba como la literatura. Para mí encontrar a Borges fue como encontrar la literatura viva.”  Conversaciones en el taller literario con Carlos Cartolano (https://calledelorco.com/2014/03/06/encuentro-borges-bioy-casares/)

 

     En otro reportaje, Bioy comenta el mismo episodio del encuentro y la lámpara, pero entrando en más detalles: “Borges se puso a hablar mucho conmigo aunque yo era un chico. Victoria Ocampo, seguramente, me había invitado porque mi madre, que era amiga de ella, le habrá dicho que yo escribía. Entonces me invitaron para hacerme conocer un ambiente de escritores. Estaba allí un escritor francés, uno de los de turno de visita en la Argentina, y Victoria, que era muy mandona, muy maestra mandona, dijo: “¿Quieren dejarse de hablar entre ustedes y atender al señor fulano de tal?”. Borges se sintió un poco ofuscado. Tenía mala vista y tropezó con una lámpara tirándola al suelo. Ese incidente nos hizo sentir una cierta complicidad.” Entrevista de Mónica Sifrim en Casa de Letras – Escuela de Escritura Creativa (https://www.casadeletras.ar/2014/06/12/bioy-casares-habla-de-un-amigo/)

 

     Algunas reseñas cuentan que lo que Victoria les dijo al verlos tan ensimismados en su conversación fue “No sean mierdas, che, y atiendan a los invitados” y fue tanto la  terminología como el tono autoritario lo que hizo saltar a Borges y derribar la lámpara.  La destrucción de una lámpara como inicio de una amistad que iluminaría las letras durante muchos años resulta una alegoría preciosa. 


     Llevaba tiempo buscando excusas para intentar un retrato de Victoria Ocampo y habiendo llegado la ocasión propicia, me siento como una criatura a la que se le permite sacar todos sus juguetes y hacer desparramo incontrolado.

     Empecemos por el principio: un boceto de una Victoria joven, decidida, testadura, capaz de fundar a inicios de la década de 1930 una revista literaria de proyección internacional, en una época donde las mujeres -según la legislación vigente entonces en la Argentina- eran incapaces de derecho y no podían votar. La imagen de una mujer que podía pegarle dos gritos a Borges, ya l´enfant terrible de las letras, y hacerle romper por el sobresalto una de las hermosas lámparas de la casa de la familia Ocampo en San Isidro.  Y fuego.





























































          Sobre una cartulina lila adhiero el retrato chamuscado por el fuego y agrego algo de dibujo clásico a mi gusto: un lazo para texto, un angelito, una representación de la justicia.  Que luego vaya a escribir en el lazo la cita “Nuda Veritas” es una broma de mi inconsciente: verdad y justicia en memoria de Victoria, quien fuera presa por un régimen nefasto que años después, y de modo rastrero, se apropió del eslogan “memoria, verdad y justicia” para hacer sus negociados turbios en defraudación del Estado y de la realidad histórica.  




















 
























 

     El primer trabajo en colaboración entre Borges y Bioy fue un folleto publicitario para la “leche cuajada”, un yogur, que iba a lanzar la empresa láctea de la familia Casares.  Si bien tengo el texto del folleto completo, con sus desopilantes recetas, publicado en un librito precioso llamado Museo - Textos Inéditos, de Emecé Editores, en el ejemplar más antiguo que poseo de la Revista Sur (año 1937) aparece la publicidad concreta de la leche cuajada.  Y no me cabe duda de que la frase “Alimento para intelectuales y sedentarios en general” es la más contundente evidencia de lo que se han divertido estos dos monstruos de las letras en su colaboración literaria.


























      Copié el aviso publicitario, lo quemé un poco -porque eso es lo que hago-, y lo incorporé a la composición de la obra.


































     Y no podía omitir el clásico SUR y la flecha señalando para abajo.  Lo dije: saqué todos mis juguetes favoritos para jugar este juego en particular.  Seguimos.





























2 comentarios:

  1. Seguiré de cerca a esa maravillosa Victoria Ocampo. Con las impagables referencias a la cuajada La Martona y la revista Sur. Y pasada por el fuego, of course.

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    1. No te podés imaginar lo divertida que estoy con esto, me estoy consintiendo todos mis caprichos. Ya te voy a ir mostrando. Besos querida amiga!!!

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