Últimos
detalles de composición de El bibliófilo. Al inadecuado angelito de Swedenborg
decidí incorporarle el resplandor del foil plata, para que brille conforme a su
inteligencia (aunque carezca de vestimentas).
El riesgo de que la cola que uso para adherir en vez de sostener el foil
ablande el papel blanco base y arranque el diseño del angelito era bastante
elevado, pero ya decidida a hacerlo no hay otra alternativa que dejar que sea el destino quien
disponga si va a ser un resplandor inteligente o uno de absoluta torpeza. Posicionar el pedacito de plata, frotar con
una moneda y a ver que quedó…
En la foto
no luce el efecto iridiscente del foil, pero en persona, afortunadamente, quedó
bastante bien.
Y ahí debía
detenerme, pero la sensación de que algo faltaba se volvió insoportable. El exceso de texto en la zona inferior
central pedía un detalle, un toque, algo, que equilibrara y compensara toda
la composición. Y que fuera amarillo (el
amarillo de Wilde sigue siendo el que impone las reglas, realmente una
personalidad muy mandona). En libre asociación
de ideas (o de obsesiones) recordé mis pequeños post-it fluo que
ya usé en otra obra. La medida es
perfecta. El amarillo no es tan amarillo
pero funciona en trilogía engamada con el amarillo de la pechera del Conejo
de Alicia. ¿Qué implicaría
el post-it? Una advertencia de lo que
puede pasarnos cuando le damos demasiada libertad a la imaginación: volvernos
cucarachas. Kafka será el cierre
adecuado a la exuberante composición. Y
en tan pequeño pedacito de papel amarillo fuimos por el final de La
Metamorfosis.
Pero aunque
el lugar era el correcto, tampoco se trata de encubrir el sitio exacto de La
isla del Tesoro. Skeleton
Island aún puede verse, ya que la idea de un post-it es que quede
sujeto pero flotante. Si se levanta la
cucaracha podemos ver la X que señala el tesoro.
Ahora si me
voy a dejar de recargar el diseño y
trabajar la obra en unidad. Me pondré a hacer lo que se suponen que hacen los
retratistas: a pulir la expresión, a trabajar en los rasgos para que El Bibliófilo
surja contundente en un primer plano, para arriba y para adelante. Ahora a las cosas como nos aconsejaba
Ortega y Gasset.
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