Avances de Un ejercicio de memoria
Finalmente
me hice de un rato para trabajar en el retrato central. Si bien la base y la primera mano la había pintado al óleo, no tenía ganas de seguir con esa técnica. Y estando en plena temporada de
extravagancias, me permití hacer un experimento que me revoloteaba en la cabeza
desde hacía un tiempo. Me propuse
trabajar el rostro con lápices acuarelables a los que iba a diluir no con agua esta
vez sino con tinta al alcohol de unos marcadores. Podía salir bien o dar por perdida la obra
definitivamente. Probé. Me gustó bastante el resultado.
La textura
de la piel quedó suntuosa, con unos empastes en blanco de pintura a la tiza
para algunas luces y resaltar el cabello.
Probablemente tenga que pulir algunos detalles, pero hasta acá avanzamos
satisfactoriamente.
Pero en
cuanto al resto de la composición, la encontraba demasiado “ordenada”. Si, en el fondo hay un montón (literalmente
“¡un montón!”) de imágenes diversas que evocan la universalidad cultural,
pero todas tan prolijamente alineadas y enmarcadas por el laberinto dorado que se
me enervan los nervios. Necesito más
libertad, formas que se salgan de los planos, más improvisación y capricho. Y necesito luz, no hay ni un vestigio de papel
crudo en el conjunto. Así que voy a
agregarle un poco.
Añado un dibujo en tinta en gel sobre papel
blanco de una alegoría de la inspiración, de la evocación a las musas. Dice el bando (que dejo en papel sin tratar, para que aporte un poco de iluminación lateral al retrato) “Ego Musarum Sacerdos”, algo así
como “soy el sacerdote de las musas”, quien las invoca y quien las
domina. El dueño de las musas.
Un poco más
satisfecha y ya dispuesta a agregar más imágenes superpuestas en papeles de otras
textura, me distraje con el galeón y sus monstruos marinos. Necesito más barcos, me dije, y por qué no
agregarle barquitos de papel. Sólo que
como hay tanta reminiscencia a oriente, opté por usar un papel de diario que
llegó a mis manos envolviendo unos cuenquitos que me trajeron de Marruecos como
souvenir hace un par de años. Los
cuenquitos los agradecí, pero me fascinó el bollo de papel en el que venían protegidos
para el viaje en avión. Guardé esos
fragmentos de periódico en escritura árabe como un tesoro, para usarlos alguna
vez en algo. Llegó el momento. Confeccioné tres barquitos de papel que
fueron a navegar con el galeón solitario y sus monstruos marinos.
Ahora estoy
muy abocada en agregarle un diseño de laberinto sobre el papel de felpa
amarilla que estoy usando en mis Postales. Ese papelito aterciopelado me tiene
trastornada. Por un momento traté de resistir la tentación, traté
de mantenerme contenida, pero después de incorporar los barquitos árabes abandoné toda prudencia y determiné oficialmente que Un ejercicio de memoria será mi
liberado campo de juego.