sábado, 5 de octubre de 2024

 





          

      Estaba buscando papel para arrancar una nueva obra de la serie inspirada en El penúltimo inferno de Borges, el libro de Silvia Rins.  Quería trabajar con el capítulo Un Ejercicio de memoria: “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. J.L.B.  La memoria, madre de las musas, es una furcia por infiel...

      Juegos de memoria, superposición de imágenes, ese batiburrillo total de múltiple miscelánea que se configura en mi cabeza apenas cierro los ojos.  Con esa intención fui a buscar papel de dimensión mayor a la que venía usando en esta serie, pero el amontonamiento precario de mi taller nuevamente propendió al derrumbe y me vi obligada a dedicar mi tiempo a realizar limpieza y a cambiar el orden de mi desorden para obtener un poco de estabilidad.

    Acabé separando trabajos terminados de inconclusos, inconclusos más o menos aceptables de inconclusos espantosos, y definí aquello que debía ir de una buena vez a la basura.

      Me mudé dos veces en mi vida: la primera de la casa de mi infancia a un departamento con una  especie de galponcito en la terraza que fue mi taller por 5 años.  En esa mudanza mucho de todo lo hecho desde mis amagues infantiles hasta llegada la treintena o quedaron ahí o se destruyeron tras mi partida.  Solo estuve 5 años en ese luminoso departamento cuando me mudé a mi casa, en esa mudanza poco se perdió y casi todo vino conmigo, donde los últimos 20 años se ha ido acumulando sobre mi tablero y en cajoneras improvisadas en derredor.  Y en esta forzada limpieza di con un trabajo que vino conmigo en mi segunda mudanza y que quedó sin terminar aunque no recuerdo por qué la abandoné. 

     No tenía registro de esta obra hasta el momento en que la reencontré, con su cúmulo de juegos tan personales: el Indi de la primea película, jeroglíficos egipcios, mapas por todos lados y la evolución de Mickey Mouse cruzando como la línea del Ecuador de la obra.  Es evidente que laqueé el diseño del fondo para trabajar en óleo el retrato de Borges en primer plano, y la base que di a la piel de rostro y manos parece óptima para empezar con los detalles a pincel, lo que obviamente no hice.  Supongo que cuando esperé a que secara la base de óleo para trabajar encima algo pasó y mi atención se fue para otro lado.  Pero es extraño que no volviera, porque ahora que la veo recuerdo que me gustaba el conjunto. 































     Puede que coincidiera con la ruptura de mi tercer caballete (porque la lámina es de un metro de alto por 70 centímetros de base y requiere se la monte de pie para pintar sobre ella) y es bastante probable que dejara el trabajo final del rostro para cuando comprara un nuevo caballete.  Lo cierto es que nunca compré un cuarto caballete de pie porque nunca logré tirar los tres anteriores, totalmente destartalados e inservibles, que siguen ocupando espacio pero que son demasiado cercanos a mis afectos para deshacerme de ellos.  Seguramente la obra quedó sobre mi tablero a la espera, y en el interín apoyé otro cosa sobre ella, y después otra, y otra, y otra, y llegué hasta acá.

 

     Pero ahora, encuentro este trabajo inconcluso digno de recomponerse e intentar concluirlo como un verdadero Ejercicio de Memoria.  Limpié el papel del polvo de los años de olvido, y definí un poco la imagen de Indi con acrílicos y trabajé con marcadores por arriba de la laca para acentuar algunos sectores del laberinto del fondo.  Di tinta negra los contornos evolutivos de Mickey.  Voy a completar el retrato central pero no con óleo (sigo sin caballete de pie), probablemente juegue con otras tintas y un poco de grafito color.  Y voy a incorporar superponiendo otros papeles (porque eso es lo que hago ahora) para recargar -como si hiciera falta- un poco más la composición.  Veremos que queda, si es finalmente una inconclusa concluida o termina regresando a su destino de no salir nunca de mi tablero.

 









































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