Más allá
de que algunos tildarían mi estructura psíquica como patológica, que uno no sólo
escuche voces sino que le asigne tareas específicas que ejecutan
satisfactoriamente, es una ayuda concreta para que el dichoso multitasking que afrontamos
los artistas independientes no sea autodestructivo.
En estos
momentos, organizando y preparando la muestra para la Feria de enero, el tic-tac
del tiempo me tiene erizada como un gato mientras me divido y desprendo como
una escultura de la Minujin. Una
de mis yo se sienta a redactar gacetillas y preparar kits de prensa mientras
otra vertiente (a la voz rubia se le da muy bien eso) diseña flyers y folletería
para mandar a la gráfica, mientras pide presupuestos para cotejar y construye videítos
cortos para difundir en redes. Otro de
mis desprendimientos (la voz más fría y racional, esa tan estructurada y
eficaz) se aboca a tramitar expedientes administrativos de Avisos de Exportación,
uno por obra, para un apacible y legal
cruce del Rio de la Plata. La voz
más llorona, la buena hija del vecino, se encarga de la logística y se abraza a
mi marquero de toda la vida suplicándole que haga lo que quiera que ya no puede
decidir ni el color del passepartout ni el ancho de la varilla.
Otra yo,
más viril, trata de explicarle al ferretero que tipo de gancho en L es
imprescindible para colocar sobre los paneles del stand y tirar desde ahí la
tanza para que soporte el peso de cada cuadro, elige escaleritas de tres
peldaños rebatibles y anda con la cinta de medir calculando el espacio de acopio
en el baúl y en el asiento trasero del auto para estructurar embalajes
milimétricos y seguros. La voz fría, esa
que me agota con su eficiencia, quiere redactar contratos civiles de
compraventa internacional que incluyan los certificados de autenticidad, de
manera que si hubiera una eventual venta no fuera necesario requerir a los
Organizadores la facturación, y ahí va leyendo
legislación comparada del Mercosur para la redacción del proyecto. A la voz rubia se le ha ocurrido que
necesitamos diseñar sobres para embalar las
Postales, individualmente, por si se venden o si quiero
regalarlas a guisa de merchandising, porque todas mis yo concordamos que
en las ferias uno va a relacionarse y no está de más tener un detalle con la
gente correcta. Alguien, ya no sé quién,
se entusiasmó con la idea de souvenires farnellianos para
repartir el día de la vernisagge pero no he querido prestar atención y
de momento no incluir más tareas en la
interminable lista que tengo pegada en la heladera.
Aun no se
quién se va a ocupar se conseguir los pasajes y bodega en el Buquebus y ni
que decir de reservar hospedaje, ya que yo, o sea, lo que queda de mí,
simplemente quiere sentarse a dibujar para no enloquecer por completo. Mis Postales, con sus papelitos
de felpa amarillo y rojo, son mi refugio de salud mental
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