Todo amague
de limitar mis habituales exageraciones quedó en el olvido. Recuperé ese dibujo en tinta abandonado para “levemente”
ajustarlo a las medidas requeridas y aggiornarlo un poco. Pero pronto estaba haciendo lo mismo de
siempre: agregué papel en felpita amarillo con una estampilla conmemorativa de
un film de Chaplin y una etiqueta (con felpita roja) de correo aéreo. Es un hecho: hasta que no acabe con esos
papeles aterciopelados voy a ser incapaz de resistirme a su encanto y los voy a
seguir incluyendo en mis obras.
Y también sucumbí
a un papel encerado ocre (de una bolsa de packaging de sushi) que me resulta irresistible
para una mano que esgrime la pluma y unos anteojos sin patilla.
Así quedó
esta pequeña obra que pretendía fuera muy sobria pero… pasaron cosas.
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