martes, 23 de abril de 2019








     Después de pasar horas (días, meses, ¡siglos!) discutiendo lo mismo, cada uno en su postura inconmovible, lo ideal es retirarse y poner kilómetros de distancia física a efectos de no seguir escuchando nuestros mutuos, irreductibles e insoportables argumentos. A esta altura poco importa quién tenga razón (ninguno) o cuál se aproxima más a un resultado práctico y eficaz (nadie); nuestras teorías son una postura de vida y con la edad que tenemos  no vamos a cambiar y a desmontar la estructura sobre la que venimos sosteniéndonos la existencia.   Lo sensato es mantener distancia, cada cual en lo suyo, y que por lo menos nos quede  la remembranza de lo que alguna vez fue una grata amistad.










     Somos lo que somos y hacemos lo que hacemos.  Es lo que hay y punto.  Quién prometa una mágica solución para mutar destinos, aggiornar talentos y rejuvenecer convicciones, está mintiendo.  Ni coach, ni gurú ni santo patrono, estamos demasiados viejos, cansados y hartos para soportar el advenedizo de turno que pretende con sus carabelas descubrirnos las Américas.  Ya existían, mi amigo, desde antes de ser descubiertas y con nosotros adentro.   Sigamos en paz, cada cual con su versión de la historia, pero no pretendas que compre el relato estúpido del “buen negocio” a costa del trabajo ajeno.  Los artistas tendemos a ser amables y tranquilos pero hasta nuestra paciencia tiene límites.
















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