Ya
no llevo la cuenta de la cantidad de días que se prolonga esta desorganizada
cuarentena (¿144?), solo me resigno a este encierro desproporcionado, sin
sentido ni finalidad, a este experimento perverso de quienes no saben qué otra
cosa hacer más que meternos miedo y echarnos la culpa mientras nos destrozan el
alma, la psiquis y la economía.
Es tan extraño deambular en este contexto,
adaptándose a la mínima expresión de todo para sobrevivir, siendo testigos de
tanta vida y tanta ilusión destrozada. Error
sobre error intuimos que el final no será feliz, que todavía nos espera lo peor
por delante. Cuesta ponerle ganas a cada
día.
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