No hay razones, digo. Pero las hay, sólo que no voy a
mencionarlas. Las sé, conozco sin margen
de duda de que se tratan. Pero hay algo
de vulgaridad imperdonable en argumentar sobre traumas infantiles. Si, claro, sirven de excusas, pero las
excusas no construyen y estamos muy ocupadas edificando el camino hacia Finis
Terra. Si, no es algo “para
nosotros”, por eso precisamente no aspiro ir a ningún lugar al que me han
repetido hasta el cansancio que no pertenezco. Me dedico a construirlo en mi dimensión
privada, paralela y exclusiva, reservándome sin culpas el derecho de admisión.
No hay razones, repito. Ninguna razón más allá de mi capricho de artista. C´est la vie.
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