Mientras que la realidad local
avanza determinada hacia el caos más absoluto y la incertidumbre es la dimensión
cotidiana, se vuelve difícil tratar de proyectar actividades para un futuro
medianamente cercano. De verdad muy difícil. Es mentira que uno, como artista, puede
abstraerse de todo lo exterior para dedicarse a la creación. La obra tiene demasiados efectos en el mundo
real como para poder escindirse por completo.
Así, mientras hacemos malabares para que el derrumbe económico del país no
nos arrastre hasta el extremo, intentamos proveernos de materiales que empiezan
a escasear mientras otros se cotizan a valores tan disparatados que siendo
imposible comprarlos empezamos el estudio de sucedáneos más precarios.
Si bien como artista del subdesarrollo
trabajo barato (sobre papel y con cualquier cosa que adhiera), hasta mis
insumos básicos empiezan a entrar al universo del ridículo. Todo, realmente todo, se está volviendo muy difícil
estos días.
Había estado en tratativas para acceder a
las ferias de Art San Diego en septiembre y Spectrum Miami Art Fair para
fines de noviembre principios de diciembre.
Pero los costos se vuelven minuto a minuto más inaccesible y sigue
siendo tan engorroso tratar de pagar en el exterior una reserva que de solo
pensar en intentarlo el sentido común aconseja renunciar a esos proyectos en
mérito de la salud mental.
Casi como mecanismo de defensa trato de
encaminar una vía alternativa, el trabajar en obra específica que pueda
trasladar sin riesgo en una valija para enmarcar simple con marcos medidas estándar
de cualquier Ikea o similar del lugar de destino. Organizo mi cabeza para sostener la idea de
mostrar mi obra fronteras afuera pero reduciendo al máximo la interacción desde
acá (cada vez más imposible) y augurar que, llevada al límite, patee el
tablero unos de estos días y pueda irme en busca de una lunas menos fría llevando al menos parte de mi obra conmigo.
Insisto, es muy difícil todo por estos
días. Huyo hacia una propuesta que me divierta y me ayude a la evasión. Empiezo con retratos menos clásicos, con una
estética de caras de muñecas. Pruebo una
medida más pequeña que la habitual, unos 30X30 cms. Fácil de transportar, barato de enmarcar,
supuestamente accesible para la venta, sencillo de colgar en un huequito. Así empezamos. Voy de a tres, porque visualizo una puesta sobre
pared de múltiples retratos, como una sola obra compuesta de pedacitos que se
ensamblan. Color intenso y gestualidad
amable, necesito huir de la Argentina del 2022 con urgencia.
Tras los
primeros esbozos paso a darle intervención al fuego. Quiero piezas pequeñas pero con toda mi idiosincrasia. Como planeo múltiples obras sobre las que
seleccionaré las más apropiadas (mi tendencia a las inconclusas va en ascenso en estos tiempos inciertos) opté
por un papel de bajo gramaje, escolar de precio razonable, para el inicio de
cada obra. El fuego y el agua maltratan mucho ese tipo de papel no preparado para tamaño ajetreo.
Conseguí
por Mercado Libre lo que al parecer son las últimas hojas de papel batik (eso
debo creer por la falta de oferta en línea y la inexistencia de este tipo de
papel en las librerías donde habitualmente lo conseguía). Solo tres colores, dos hojas de cada
uno. Vamos con él, recortando también a
30X30 cms.
A veces
uno trabaja sin gran idea de lo que hace, dejándose llevar y permitiendo que la
obra se autodetermine sola, convirtiéndonos en meros instrumentos de la acción
creativa. Otras veces, como ahora, se
impone la necesidad personal de hacer lo que nos gusta hacer, los que nos da un
placer físico y espiritual que funcione como refugio del entorno. Quiero componer obras llenas de luz y de
color, de impulso vital, de dominio sereno de las circunstancias. Obras que configuren una trinchera donde parapetarme
en estos tiempos horribles de final anunciado.
Necesito que estas pequeñas obras sean mi hogar. Mi espacio íntimo y seguro en Finis
Terra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario