A las dos y media de la madrugada mis dos valijas (con todas las pequeñas obras de la puesta
de la ArtWeekChile2022 debidamente embaladas y documentadas) y yo llegamos a Ezeiza. Y aunque el vuelo llegó puntual a las 7, un
tráfico indescriptible hizo que desde el aeropuerto de Santiago a la Casona
de Santa Rosa de Apoquindo, en Las Condes, tardara casi dos horas. Así, recién pasadas las 10 y media
de la mañana mis valijas y yo empezamos el montaje del stand 76.
Cuatro
horas después más o menos me di por satisfecha.
Las cintas bifaz no sostienen todo lo que deberían y se pegan a los dedos
al intentar manipularlas, por lo que acabé con las maños pringosas y manchadas y
los nervios destrozados. Al parecer, el
sol va a pegar en mis obras durante la primera parte del día, por lo que tendría
que arbitrar un remedio para eso, pero ahora estoy tan cansada que no puedo ni
pensar. Lo lógico sería cubrirlas con
una tela o papel oscuro hasta que el sol rote y develarlas cada día cuando ya
no corran riesgo, pero mi nivel de agotamiento me dice que por hoy ya
está. Si puedo recuperar algo de fuerzas
tal vez mañana me ocupe de ese asunto.
El arte no es para blanditos, pero mis maltrechos pies marcan la agenda,
sobre todo si a la inauguración oficial quiero concurrir calzada.
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