sábado, 17 de diciembre de 2022

 






      Pese al descontrol general actual (Argentina es estos días la esencia misma del surrealismo: eufórica y optimista por el fútbol, destruida y al filo del estallido por la economía, ansiosa de huir para afuera por mérito de la política), prolijamente trato de priorizar la organización de actividades para el primer semestre del 2023.  Y no debería ser complejo, pero lo es, sobre todo en las cuestiones prácticas.






 


     Un par de propuestas para plataformas digitales requerían que hiciera unos pequeños pagos, unos en libras esterlinas otros en dólares. Odisea absoluta. Aunque habláramos de valores inferiores a los cincuenta dólares (en moneda local equivalente a una comida discreta para dos en una pizzería de barrio) las absurdas restricciones gubernamentales convierten esa operación en una sospechosa acción de lavado de activos.  Yo soy una persona simple: en mi lógica los pagos de ese tipo los quiero hacer desde la página de mi banco, tocando dos teclas y mandando el dinero de mi cuenta de divisas a las cuentas de mis acreedores, en el país que sean que estén.  Pero eso desde hace unos años es im-po-si-ble.  El modo simple, legal y a todas luces regular y “en blanco” es obstaculizado.  No, hay que actuar por conductos oscuros, sistemas de envíos raros, hacer gestiones físicas en oficinas distantes para lograr que 40 libras sean pagaderas desde BAires en el exterior. Para el actuar gobierno, difundir mi trabajo fuera de las fronteres en vez de proyectar la cultura nacional y contribuir al afianzamiento de la marca país es alta traición a la patria.  Esta gente me tiene harta.






 


     Pero es Argentina entrando al verano, así que después de hacer cola en la vereda al rayo del sol durante más de una hora, cuando entro al local de Western Union y llego a la caja me anotician de que se cayó el sistema por un corte de luz.      Tuve que irme y volver tres veces (los cortes de luz son un clásico en estas épocas) hasta conseguir hacer los pagos.


     Para poder cumplir con otros aranceles tuve que triangular con amigos en el exterior para que paguen con su tarjeta desde ahí y yo entregar el dinero físico a algún familiar que vive por estos lados.  Es como vivir en el medievo y entregar a los Templarios locales el dinero físico para que lo restituyan outre-mer.  Disparate sobre disparate.










     Pero siempre hay margen para una nueva sorpresa.  Ayer intenté despachar mi pequeña postal para la TAE23 Vancouver.  Voy a la sucursal local de Correo Argentino con un sobre de 25x15 cms., con mi postalita asegurada en una improvisada carpeta de cartón ligero.  El sobre no pesa nada, al tacto se nota que tiene un cartoncito o papel grueso.  La empleada me rechazó por estar “cerrado” el sobre, que como va al exterior tiene que ir ABIERTO para que lo revisen en el proceso.  Me quedé anonadada, me vino a la boca preguntar por los scanners que verifican los envíos, pero se me cruzó al mismo instante que tampoco deben estar funcionando por la falta de luz o repuestos importados que ya no entran al país.  Dije algo estúpido como “bueno, abrilo y despachalo así”, y la empleada -con cara de indignación por mi osadía- me dijo que por supuesto que no, que se iba a notar que lo habían abierto ellos, que era yo quién tenía que mandarlo abierto.  Me fui sin hacer el despacho, ¿qué más?








      Al diablo con el principio de la inviolabilidad de la correspondencia -que supo ser delito federal cuando éramos un país normal-, es evidente que en el correo oficial quiere revisar todo lo que salga del país a ver si por ahí se mandan billetes en formato papel y rapiñarlos, otra explicación no se me ocurre.  Es tan estúpido e indignante todo que dan ganas de salir a la calle a patear buzones. 


     Pero estamos domesticados, así que en vez de revelarnos vamos a rehacer el sobre, sacar el cartón, poner varias páginas de una carta imaginaria entre las que proteger la postalita y volver a intentar hacer el envió diciendo, cuando me pregunten de que se trata, que es una (larga) confesión de amor a un inexistente amante extranjero.  Dicen que el amor lo puede todo, veremos si funciona.




















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