En los últimos años y por estos lados (es lo que más conozco por sufrirlo día tras
día), pareciera que todo el sistema oficial (digamos, la parte del “mercado” que se sustenta del erario público)
se dedica a sostener, promocionar y, en definitiva, privilegiar a las galerías
por sobre los artistas.
Las ferias
internacionales, la presencia en bienales, el patrocinio en grandes
eventos, todo es para las galerías, nunca para un artista individual. Uno los escucha hablar de proyectar el arte
nacional, de posicionarnos en el mundo, pero siempre a quién se proyecta y a
quién se posiciona es a tal o cual galería, a ese curador, a ese “agente externo”,
pero nunca a un artista individual. Nosotros estamos al margen, como
siempre. No tenemos llegada a ningún
lado sino es teniendo que sufrir la intermediación de una galería (qué, como sabemos, nunca es desinteresada ni
gratuita).
Hace un par de días me trataban de
convencer cuán conveniente sería para mí formar parte de un evento a través de
la galería X, la que obviamente tenía que cobrarme un pequeño arancel (¡pequeño!) porque, claro, la economía
está mal, que la devaluación, la suba de las tarifas y la disparada del dólar,
no se pueden cubrir todos los costos de una muestra sin la participación del artista. Creo que
ahí hice el primer comentario fuera de lugar: dije que en realidad nada pueden
hacer sin el artista, ya que si no hay obra no hay galería. Además de poner las obras que serán el objeto de la exhibición hay que colaborar
con el pago del alquiler de la sala, la boleta de luz y los vasitos de plástico
para el brindis. Cuando me mostraron los
flyers de promoción del evento,
lógicamente tuve que notar que la gráfica apuntaba a dar preeminencia al nombre
de la galería, la foto de la fachada en primer lugar, todo el diseño
pretendiendo que la imagen primordial que se grabara en la memoria del
espectador fuera la marca del galerista.
Los nombres de los artistas en letra chica y ninguna obra en particular,
sólo un plano genérico de la puesta, con gente, porque es esencial que se
entienda que es una galería exitosa, con mucha afluencia de público. El artista trabajando para la gloria de la
galería.
Sí, ya se, esto es así. Siempre fue así. Eso está claro. Pero no hay razón para que uno tenga que
resignarse sin protestar y, encima, hacer como si nos estuvieran haciendo un
favor. No me insistieron demasiado, se
dieron cuenta de que no estaba comprando la versión sonrosada que pretendían venderme. Yo entiendo que es un negocio, pero, bueno,
no me hace gracia que ese negocio se sostenga exclusivamente de explotar al
artista. Como en la naturaleza, se da la selección natural: el fuerte se come al débil, la supervivencia del más apto. ¿Cómo sobrevivirán las galerías si ya no pueden fagocitarse a los artistas? ¿Podrá evolucionarse para convertir a los artistas en los predadores del mercado? Poco probable, pero preciosa fantasía...
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