domingo, 20 de enero de 2019




     La cuestión fue así.  Me llega la convocatoria del Rochester Contemporary Art Center de New York para la muestra Cute&Paste:






     Interesante propuesta, pero no me dan los tiempos para preparar algo antes del 20 de febrero estando como estoy en este momento, más o menos, en veintiocho cosas distintas a la vez.  Una pena, pero suele pasar y me resigno mientras sigo con mis chiquicientos proyectos en curso.

     Gente entrometida con supuestas buenas intenciones empieza a machacarme con que postule algunos dibujos de la vieja serie de Fantasías de una muñeca inflable, ya que muchos de ellos adhieren al concepto “collage” de la convocatoria.  Sí, pero no.  Son obras demasiado viejas y piden trabajos posteriores al 2016.












     Entonces (porque, lamentablemente, conoce demasiado bien todo mi trabajo) se ensaña con una obra inconclusa, vieja también pero, argumenta, si la termino ahora su data sería 2019. 

     Me niego, obviamente,  Alguna razón había en que quedara inconclusa.  







     Pero me martilla el cerebro con su insistencia al punto que, por conservar mi simil salud mental, acepto buscarla y ver si está en mi taller y en qué estado.  Demoré más de una semana pero finalmente hoy me hice un rato y la encontré.  Maltratada por el tiempo, por la humedad, y por no haberla preservado en su momento con fijadores o lacas.  Predominando el pastel tiza el descuido la ha borroneado en los contornos y ensuciado en general.  Y los bordes se han roto por el amontonamiento descuidado entre demasiados cachivaches.  El papel aguanta todo hasta que no aguanta más.










     La obra es divertida, clara en su discurso y técnicamente un despilfarro lúdico con su confeti de diario cortado en redondelitos con la máquina agujereadora.   Pero requería trabajo en su época para terminarla y ahora requiere algo próximo a un milagro.  Podría intentar recuperar los colores, limpiar algunos sectores usando acrílico y aplicar lo que no existía en el tiempo en que fue concebida: lapiceras de gel.  De pronto lo que empezó como un fastidio se convierte en un grato desafío: recuperar una obra de mi propia desidia.  Habrá que ver que resulta de esto.









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