domingo, 5 de enero de 2020









     Detalles.  Es difícil de explicar por qué son tan importantes los detalles.  El conjunto de esos nimios, fastidiosos, presuntamente intrascendentes detalles es en definitiva la obra.






      Cuento con varios hermosos libros de cartografía antigua, bellamente ilustrados, con reproducciones fidedignas a sus originales.  Las joyas de mi biblioteca.  Pero no son suficientes y, como ahora, me encapricho con un mapa en particular al que solo accedo por internet.  Pésimas imágenes, pixeladas, que me impiden entender acabadamente algunos textos y, sobre todo, los nombres de los ríos.  Y me desespero.  Necesito poder leer lo que voy a reproducir, aun cuando en mi grafía tampoco se entienda para el espectador.  Pero yo tengo que entenderlo.  Y no puedo.

    Agoto recursos tratando de conseguir otras imágenes o mayor data contemporánea para  descifrar el original, pero no lo logro. Esos detalles me desquician.  Un par de líneas (pequeñas, muy pequeñas) que no alcanzo a traducir las trazo en mi versión manifestando mi frustración; escribo: no sé qué estoy poniendo porque no lo alcanzo a leer.  Desde lejos, en conjunto, pareciera que el original y mi dibujo dicen lo mismo (mismo trazo, mismo espacio, similares ondulaciones).  Pero no.  No dicen lo mismo, lo mío es una queja, vaya a saber dios que dice el original.  Detalles.  Se nos va la vida -y el buen humor- en los detalles.





































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