domingo, 19 de enero de 2020




     Quizá Finis Terra es, literalmente, lo que queda al final del mundo.  Condicionada por la geografía acá abajo, tan al sur, tan al margen de todo, acabé descubriendo –yo con mis carabelas- lo obvio: Finis Terra es dónde estoy parada.

     Entonces, me dice, mandame una postal.  Es una broma vieja entre nosotros, que remite a un siglo que se fue a velocidad excesiva.  Ya nadie manda postalitas de cartón; pronto las generaciones digitales ignorarán por completo semejante grato ritual.  Ya no se envían postales desde el fin del mundo.  Postales de Finis Terra.

     Supongo que ahí se inició la idea de enviarle al “centro del mundo” una postal desde Finis Terra.  Y como siempre se trata de lo mismo –o acaba en lo mismo- el plan involucraba lo que somos y lo que hacemos.  Tenía sobre mi mesa de trabajo el listado anual de los 100 referentes del arte que publicó ArtReview el pasado diciembre y señalándola me desafió: Mandales una postal…

      Conste que estoy jugando, que no se si realmente enviaré algo a alguien.  Pero la idea era divertida, y en la vorágine de trazar planes absurdos en el aire uno se entusiasma y a mí el entusiasmo se me va a las manos y nada me hace más feliz que dibujar.

     Veamos, las postales tradicionales (esos trocitos de cartulina que se envían por correo postal) reseñan la idiosincrasia del lugar.  Corresponde, pues, que las nuestras hablen de lo que se hace por acá.  Levanto la cabeza y me mira una de mis chicas de Burlesque.  Listo, vamos por ahí.  Le Cirque será el eje de este primer juego.


























      Empezamos:






















































      Bueno, no es exacta pero no se trata de auto-plagio sino de remembranza, de contar qué se puede encontrar tan al sur del planeta.  A la tijera entonces…























¡y al fuego!  (a veces sospecho que hago absolutamente todo sólo por jugar con el encendedor...)


























































































     Me desquicia de placer ver como la tinta plateada sobrevive al chamuscado del fuego.  Una delicia.





























     Papel artesanal azul como el original, claro, aunque no sea la misma exacta tonalidad.  Pero insisto, se trata de tentar, de contar que puede encontrarse en esta distante Finis Terra.



































     Y ahora un rato de aplastamiento dentro de un block de bocetos, tiene que secar el agua que apagó el incendio y enderezar el maltratado papel.  Después seguiremos a bingo…



















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