Esta sensación de que todo lo que era ya
no volverá a ser es agobiante. El
aislamiento voluntario no me complica ya que sociabilizar no es mi fuerte, y
verme obligada a encerrarme en mi taller realmente es una oportunidad para el
placer. Pero las actividades programadas
caen unas tras otras, llegan los avisos de cierre de espacios y galerías con
ininterrumpida continuidad, y la incertidumbre y el pánico empieza a filtrarse
en las redes (aun cuando tratamos de mantener estrictos contactos selectivos).
Desde
hace días se multiplican imágenes de personas desesperadas por abastecerse de alimentos
(comprensible) y cantidades absurdas de papel higiénico (inentendible
para muchos). Sin ser de los que han
abarrotado sus reservas, creo que puedo entender una de esas compras
compulsivas. En estas horas de angustia
también encuentro consuelo en jugar con rollos de cartón…
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