jueves, 12 de marzo de 2020


































     Parece que  Finis Terra no refiere a una ubicación geográfica (la mía) sino a una cuestión fáctica y temporal (la del mundo): se acaba todo.  Al menos, se acabó todo lo proyectado, lo previsto y habitual, lo que conocimos hasta este momento.

     Lo programado para este año se canceló: no existen ferias internacionales de arte si no hay posibilidad de trasladarse desde distintos puntos del planeta.  Si no hay público para que asista cuando a todos nos aconsejan –cuando no nos ordenan- no salir de nuestras casas.  Mis chicas cazadoras no habrán de viajar en breve a Barcelona.  La exhibición off line ha dejado de ser viable por un tiempo y sólo nos queda la circulación on line.  A adaptarse.  El arte nunca fue para débiles.



















     Este aparente principio del apocalipsis también afectó al proyecto de la Postales de Finis Terra, porque cuando intenté remitir las últimas realizadas los empleados del correo me dijeron que no tenía sentido que las despachara, porque cortaron los vuelos a esos destinos (Italia) y que tampoco se estaba prestando el servicio postal en el país de destino; que no podía cobrarme por un servicio que sabía no me iban a dar.  Las postalitas y yo volvimos decepcionadas y cabizbajas a casa.  ¿Qué otra cosa podemos hacer?  Resignación y espera.  Todo lo que fue ya no es más.  Los tiempos interesantes se han vuelto tiempos desesperantes.








     Nos queda la vida virtual, el seguir contactando sin contacto físico, proyectando las imágenes mientras las obras originales se quedan con nosotros acovachadas en el taller.  Nos cambian las reglas sobre la marcha pero el juego continúa.  Ni mejor ni peor, distinto.  Hay que seguir jugando.  Nunca nadie nos prometió que la vida que elegimos sería  fácil...














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