Parece que Finis Terra no refiere a una
ubicación geográfica (la mía) sino a una cuestión fáctica y temporal (la
del mundo): se acaba todo. Al menos,
se acabó todo lo proyectado, lo previsto y habitual, lo que conocimos hasta
este momento.
Lo programado para este año
se canceló: no existen ferias internacionales de arte si no hay posibilidad de trasladarse
desde distintos puntos del planeta. Si
no hay público para que asista cuando a todos nos aconsejan –cuando no nos
ordenan- no salir de nuestras casas.
Mis chicas cazadoras no habrán de viajar en breve a Barcelona. La exhibición off line ha
dejado de ser viable por un tiempo y sólo nos queda la circulación on
line. A adaptarse. El arte nunca fue para débiles.
Este aparente principio del
apocalipsis también afectó al proyecto de la Postales de Finis Terra,
porque cuando intenté remitir las últimas realizadas los empleados del correo
me dijeron que no tenía sentido que las despachara, porque cortaron los vuelos
a esos destinos (Italia) y que tampoco se estaba prestando el servicio
postal en el país de destino; que no podía cobrarme por un servicio que sabía
no me iban a dar. Las postalitas y yo
volvimos decepcionadas y cabizbajas a casa.
¿Qué otra cosa podemos hacer?
Resignación y espera. Todo lo que
fue ya no es más. Los tiempos
interesantes se han vuelto tiempos desesperantes.
Nos queda la vida virtual,
el seguir contactando sin contacto físico, proyectando las imágenes mientras
las obras originales se quedan con nosotros acovachadas en el taller. Nos cambian las reglas sobre la marcha pero
el juego continúa. Ni mejor ni peor,
distinto. Hay que seguir jugando. Nunca nadie nos prometió que la vida que
elegimos sería fácil...
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