domingo, 22 de marzo de 2020





     Tercer día de cuarentena.  Pintar al óleo, en caballete y con luz natural, es pintar.  Reconozco que todo lo otro que hago son formas camufladas de dibujar.  Casi siempre estoy dibujando, con tinta, con grafito, acuarela o acrílico.  Simulo otra cosa, hago como si, pero sigo dibujando.  Sólo cuando vuelvo al óleo realmente estoy pintando.







     Se siente distinto, se siente REAL.  Pintar implica dejar la razón de lado y permitir que los sentidos tomen el control.  Se siente el color con el estómago, la forma con la vibración del pincel; cuando logramos ese detalle, ese mínimo efecto, cuando hicimos algo bien, un escalofrío nos recorre la columna vertebral y sabemos que el universo todo tiene un sentido.  Pintar no es un concepto, pintar es algo absolutamente físico.


























     Por supuesto que pintar implica un compromiso mucho mayor al que requiere el enredase con líneas y color.  Y estos días donde todo está patas para arriba entregarse a un juego comprometido es casi un mecanismo de defensa.

     Los angelitos -que me gustaban mucho en tinta en gel- me han entretenido toda la mañana.  Pedían un relieve, una intensidad, un redefinirse en tierras sombras, que no pude desoír.

































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