lunes, 8 de junio de 2020










          Mientras que acá se oficializó una cuarentena de 101 día bajo augurio de continuidad, allende los mares empieza a reencontrarse la normalidad  programándose muestras físicas desde mediados de julio próximo en adelante.  Independientemente de si esos proyectos podrán realizarse o no a voluntad del dichoso virus, al menos es una brisa de esperanza que empieza a correr suavemente y que nos acaricia el alma.

 

     Empiezan los problemas logísticos para que las obras puedan trasladarse pese a las (algunas absurdas) restricciones que son muy del gusto de los gobernantes de turno.  Que la prohibición de salir salvo actividad esencial (discutible, para algunas de mis obras es esencial IRSE de acá), que los horarios, que la cantidad de cuadras que puedo caminar, que el barbijo y el alcohol en gel, que si me ducho en lavandina.  Veo por la televisión a multitudes de políticos yendo de acá para allá, a los abrazos y besos, amuchados para la selfie, y no encuentro razón para que existan reglas distintas para ellos y para mí.  Igualdad ante la ley creo que se llamaba antes, cuando no existía la excusa de la pandemia para avasallar los derechos constitucionales de las personas.

 







 

     Que cierto resulta que es el miedo el que permite la opresión de los tiranos, el abuso del poder y la existencia de los gobiernos inútiles.  Y también que el miedo dura un tiempo y después la pulsión de vida (y de normalidad) se impone  por sobre todo lo demás.   Algunos estúpidos, intencionados políticamente o por puro alarde de su estupidez, quieren crear la dicotomía de vida o muerte censurando a aquellos que pretendemos poner el sentido común y la responsabilidad personal como rectores de la recuperación de la vida cotidiana.  Se trata de hacerse cargo como individuos pensantes de prioridades y  riesgos.  De protegernos y proteger a nuestro entorno  sin por eso renunciar a la vida digna y real que hemos escogido y por la cual aceptamos pagar el costo necesario.  No se en que momento se entendió que íbamos a renunciar dócilmente a todo por decisión de un gobierno al que no le tenemos ninguna confianza (y con cuanta razón!).





















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