martes, 29 de diciembre de 2020

 

     Seguimos.  Día tres.






 

     Dorados.  En mi proceso creativo el dorado es inevitable.  ¿Por qué? Porque el dorado en sus múltiples variables me gusta, así de simple.  Esa vieja historia de mi tendencia a los “brillitos” que me ha generado más de un dolor de cabeza.  Como un disfraz glamoroso, una pretensión de lujo que no se corresponde a la realidad real.  O será esa parte de sangre india que aún me corre por las venas, y como todo buen original sudamericano tiendo a incluir el oro en la indumentaria diaria.  Soy de la tierra que generó el mito de El Dorado, ¿cómo apartarme de la tradición?  Mi obra se resigna a su destino y a mi genética.

 



































 



     Además, los verdes y los dorados se llevan bien.  Tanto que  el exceso que voy anunciando  no hace que se pierda del todo el equilibrio.  Se que estoy al filo del abismo de hacer estropicio en la composición, pero creo que todavía hay margen de mantener la armonía y salvar el trabajo.  Seguiremos un poco más.






























 


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