Seguimos.
Día tres.
Dorados. En mi proceso creativo el dorado es inevitable. ¿Por qué? Porque el dorado en sus múltiples
variables me gusta, así de simple. Esa
vieja historia de mi tendencia a los “brillitos” que me ha generado más de un
dolor de cabeza. Como un disfraz
glamoroso, una pretensión de lujo que no se corresponde a la realidad real. O será esa parte de sangre india que aún me
corre por las venas, y como todo buen original sudamericano tiendo a incluir el
oro en la indumentaria diaria. Soy de la
tierra que generó el mito de El Dorado, ¿cómo apartarme de la
tradición? Mi obra se resigna a su
destino y a mi genética.
Además,
los verdes y los dorados se llevan bien.
Tanto que el exceso que voy anunciando
no hace que se pierda del todo el equilibrio. Se que estoy al filo del abismo de hacer
estropicio en la composición, pero creo que todavía hay margen de mantener la armonía
y salvar el trabajo. Seguiremos un poco
más.
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