sábado, 27 de febrero de 2021






     Cuando años ha me enfrentaba a un nuevo rechazo de mi trabajo me preguntaba -muchas veces desencajada en llanto- que sentido tenía la insistencia si lo que hacía no era lo suficientemente bueno para ser aceptado por los que -suponía- eran los dueños de la verdad.

 

    Pero pese a ello seguía pintando porque ya había quemado las naves en mi adolescencia.  Era eso o la nada.  Era aferrarme a la posibilidad de que mi vida podía justificarse por el arte o un final acelerado, consciente y provocado, por el camino de todos los vicios.  Cuando no se tiene otra cosa se insiste, no por terquead sino por mero instinto de supervivencia.

 







     Y los años pasan y ante el rechazo se empieza a reaccionar con cierta cuota de indiferente familiaridad.  Es lo normal, es el mundo al que estamos acostumbrados.  Se sigue, simplemente, porque es lo  que hacemos.  Excepcionalmente, nos agarraban con la guardia baja y clamábamos desesperadas a los cielos por iluminación, por saber cuál era la verdad.  ¿Debíamos insistir, realmente había algún mínimo valor en nuestro trabajo?  ¿Para qué perpetuar la humillación de que nuestra obra fuera rechazada una y otra vez, muchas veces sin ser siquiera desembalada?  Pero el ¿cuál es la verdad? duraba cada vez menos frente a la necesidad física de volver a las líneas y al color.



 







     Tardé llegar a la vida adulta para descubrir que la única verdad es el placer del acto creativo.  No importan los fracasos, no importa que nadie dé el mínimo valor a nuestro trabajo, que realmente no sea bueno en el sentido artístico.  Pero el hacer nos significa una felicidad física, constante y leal, independiente de toda opinión ajena.  Podemos estar sumidos en la oscuridad más absoluta, en el hueco más profundo, pero ese juego de luces, esa mirada que de repente nos mira desde el papel, ese vértigo que golpea directo al estómago cuando una línea se aproxima a  la exactitud de la forma, ese pequeño instante de  magia de las naderías del arte lo justifica todo.  



















 

No hay comentarios:

Publicar un comentario