Hay días en los que cuesta mucho creer que
las cosas regresarán a cierta normalidad.
Por más que querramos a fuerza de voluntarismo organizar exhibiciones físicas,
los vaivenes de los confinamientos y la incertidumbre de si podremos cruzar o
no las fronteras (ya sea en persona, ya la obra en envío postal) hace
que el sentido común nos mantenga quietos a la espera de que aclare. Pero a veces la convicción de que nunca volverá a aclarar en la única
certeza.
No
hay mal que dure mil años, nos dice el refrán y en modo reflejo se contesta
que siempre que llovió paró. Pero
la vida se nos pasa, la angustia se vuelve crónica y esta sensación de que es inútil cualquier
intento de trasladar la obra se vuelve ley inconmovible. ¿Qué más se puede hacer ante la realidad que
asumirla? Seguimos en estado de
hibernación forzosa.
Al
no poder movernos hacia afuera queda seguir yendo hacia dentro. Continúo trazando -lenta y desganadamente- mi versión personalísima de
las cartas de tarot que conforman mis Cartas desde el Encierro:
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