Aunque
se suponga que en el “negocio” del arte prima la originalidad, parece que en
distintas partes del planeta se anda pensando lo mismo.
Refería
en este blog en el final de la entrada del 30 de Julio del 2020 que:
“¿Tiene sentido pensar en muestras físicas
para lo que queda del año? La reducción
de público asistente derivado de los protocolos que se están trazando ¿justifica
el alto costo que el artista debe afrontar para mover su obra? Todos en el mercado hablan de repensar las
formas de exhibición, pero las muestras virtuales se agotan en sus propias
posibilidades cuando las plataformas de difusión son las redes, donde todos
estamos desesperadamente mostrando (mal, amontonado, sin ningún atractivo para
el espectador). Y armar exhibiciones en
otro tipo de plataformas tampoco nos asegura visibilidad si no se invierte en una
campaña de publicidad sectorizada. De
cualquier manera, sigue siendo demasiado caro y muy poco productivo para el
artista. Ni físico ni virtual, las ideas
brillan por su escasez.
Hace unos días en un tweet Jerry Saltz (crítico de arte neoyorkino,
ganador del Pulitzer) planteaba similar futuro para las vidrieras abandonadas
por la pandemia:
Casi
al mismo tiempo, la galería italiana Massimo de Carlo opta por abrir en Paris
una mini galería/vidriera para exhibir una sola obra:
Parece que por ahí va la cosa, tomando escaparates vacíos para
transformarlos en plataformas de exhibición solo para afuera, sin ingreso de
espectadores ni eventos sociales ni vernissages. Supongo que a los galeristas les favorece esta
modalidad, ya que se ahorran los gastos fijos de personal para atender al
público, de seguridad y catering. Pero
para los artistas no debería existir mayor beneficio, porque tengo la sospecha
de que el alquiler de esos espacios, de esos “cubos blancos” va a seguir
saliendo de nuestro bolsillo. Pasaremos
de rentar metros lineales de pared para colgar la obra a alquilar una vidriera herrumbrosa
de un local comercial que tuvo que cerrar por mérito de la peste, a gastar en
adecuarla con cerramientos pulcros y múltiples luminarias, y asumir el riesgo si alguien de un piedrazo rompe el vidrio y se hace (o
destruye porque sí) lo que exhibimos.
Nunca win-win para el artista.
Puede ponerse el mundo patas para arriba, cambiar de un manotazo todas
las reglas de juego conocidas, adaptarnos a los golpes a una impensada realidad
salida de una novela apocalíptica, pero aun en ese revoltijo caótico una única verdad
se mantendrá inalterable: los artistas seguimos pagando todos los costos y
corriendo todos los riesgos si queremos mostrar nuestro trabajo.
gracias por tu invitación, tienes un muy buen trabajo, muy expresivo.
ResponderEliminarSe puede profundizar en el tema...,las invitaciones que abundan en las redes implican grandes gastos para el artista visual, expos condicionadas al alquiler de un espacio no existe tal cosa como sin ánimo de lucro. Antes todo era complicado al tener que peregrinar buscando el galerista o el manchant.Ahora tampoco tenemos eso...las obras languidecen en los talleres esperando comprador.
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