No hay mucho que se pueda hacer acá más
que ser quién somos. No puedo buscar la conveniencia
mercenaria de la militancia política, que podrá generar ingresos económicos pero convierte a la obra
en panfleto y eso es imperdonable.
Tampoco puedo subirme a la ola de la “lucha por la igualdad de género”
porque, lamentablemente, adherí al feminismo desde las generaciones que me precedieron
y todo lo que proclaman ahora me parece tan antiguo. Yo ejerzo convencida la igualdad y jamás me he sentido limitada por
el mero hecho de ser mujer (ni lo he sentido ni he permitido que me lo
hicieran sentir, mis batallas las libro en persona, no necesito que las pelee
un “colectivo”, ni que me den un subsidio, ni un cupo, y mucho menos un “ministerio
de la mujer”). Así que,
lamentablemente, tampoco puedo aprovecharme de la moda feminazi porque ni lo
creo, ni me sale, ni mi obra lo permitiría.
No queda más que seguir haciendo lo
nuestro, sin pretensiones y sin ayudas externas, sin chances de conseguir
espacios de exhibición en el contexto público, sin las simpatías de los medios
académicos cooptados por la política partidaria, y en abierto choque con las galerías
locales que adhieren a la masividad correcta (y estúpida) de hablar todo
con “e” (de estupidez). Seguimos
en lo nuestro y bregando por abrirnos paso en el afuera gracias a la web, que
más nos queda.
Un retrato, fuego, una inexplicable lámina
de un verde espantoso (que ignoro por qué compré), sirenas danzarinas y
tipografía de principio del siglo XX. Lo
necesario para olvidarnos de todo lo demás. En proceso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario