Dialéctica –
en proceso. Día de caprichos.
Llegamos a unificar el fondo, trazada toda la
figura clásica, con su propio fondo y sus arbolitos. Asumida esta primera etapa concluida
deberíamos ir hacia la dama central, preparar su base y disponerme al óleo para
empezar a subirla, a sacarla de la recarga general que es ahora el diseño. Pero me distraigo en los detalles, o en
satisfacer caprichos, que en mi caso es lo mismo.
Obtuve de regalo de cumpleaños una cajita
de acuarelas artesanales de colores metálicos.
Las ranas, la serpiente y el ave son víctimas propiciatorias para que los pruebe.
¿Me salgo del tono general de la composición? En absoluto, apenas lo resplandezco. Y ya sabemos que la acuarela suaviza el
trazado rígido de la tinta y en la mescolanza húmeda empelusa el papel y
crea esa pastita que aporta un sutil volumen que disimula errores.
Y me demoro en el eje de la composición: el
doble pie, de una y otra figura, un eco de la postura (aunque esté algo forzada). Hay una razón en ese doble pie, una lógica
interna que se me escapa pero que por instinto sé que es esencial a la
obra. Las ranas relucientes lo saben.