miércoles, 15 de septiembre de 2021

 









     Asumiendo mi absoluta negación de la realidad, en los momentos en que en mi entorno políticos de dudosa calidad y aún más baja educación ocupan todas las pantallas (en un despliegue obsceno de patética mediocridad que causa vergüenza ajena) me vuelco a juegos inspirados en las Artes Liberales.  Hecha Rhetorica sigo con las damas del Trivium y empiezo a trazar Dialéctica.









     El Trivium se compone de esas ars clásicas con las que más me he identificado siempre, las tres vías de la palabra.  La Gramática, o el símbolo, la palabra que nombra las cosas (en mi plano de realidad cotidiana, la lucha descarnada contra la tendencia de reducir el vocabulario cada día más); la Dialéctica, o la lógica de enlazar esas palabras con sentido (¡el razonamiento!,  ese fantasma de hoy  llamado “comprensión de textos”) y la Retórica, el uso compartido de esas palabras.  Comunicar, le dicen ahora; yo lo aproximo a la poesía.  Decir estéticamente, la belleza (tal vez vana) de la conversación. 

     Las Ars liberales tradicionalmente se alegorizan con mujeres imponentes, como las musas, si, pero estas damas ostentan el conocimiento y la prerrogativa de su transmisión. Protagonistas incuestionables. Mis versiones son, quizá, algo más relajadas, pero aspiro a que puedan trasmitir igualmente la gracia poderosa del saber y de la enseñanza generosa.










































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