miércoles, 26 de enero de 2022

 






     ¡Qué difícil todo! Si uno pudiera liberarse de los condicionamientos rígidos que la vida nos impuso.  Si fuera tan simple como levantarse una mañana y decidir que ya nada nos importa y arrancar hacia adelante sin ningún equipaje.  Pero no hay manera.  Los traumas infantiles colonizan nuestra cabeza y cuanto más intentamos ignorarlos clavan bandera en primera línea y dirigen el orden de las cosas.


     Probablemente somos quienes somos precisamente por el bagaje que arreamos a cuesta, pero la fantasía de deshacernos de él es la constante que sostiene el agobio diario.  ¿Cuánto se esconde en la obra?  Difícil decirlo, quiero creer que mi trabajo es libre de mi oscuridad, de esa intimidad exclusiva que quisiera borrar pero se me cuela por horarios día a día. Esas cosas de las que no hablo (y que, por tanto, no existen para mi entorno) y que no deberían figurar en ningún lado.  Pero me pregunto a veces si no están ahí, si no soy quién las perdura  porque son -pese a mi intensión de olvido- el sostén invisible de mi obra.


     Huyo hacia el color.  Si.  Pero no deja de ser una huida.  Y huir no es irse.  Finis Terra sigue quedando demasiado lejos.   


















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