viernes, 14 de enero de 2022

 

Regreso a casa.  Resumen y balance II.





 

     El primer análisis (que surgió in situ y compartimos todos los artistas) es que la organización general del evento fue de-sas-tro-sa.

 

     Probablemente la magnitud de la propuesta desbordó capacidades, pero hubo errores manifiestos que era muy difícil no prever y solucionar como premisa de base.  Una hermosa casa con unos parques fabulosos que servirá de escenario a múltiples actividades culturales requiere contar con iluminación para poder usar sus bellos espacios.  Más si se asienta en una zona de playas en temporada de verano: el público asistirá principalmente en horario nocturno, si no hay luz para estar en los jardines o es escasa en el interior ¿qué actividad puede desarrollarse?



 















     No hubo iluminación en el exterior -¡ninguna!- y la interna fue muy escasa.  Todas las actividades musicales previstas en el parque se cayeron.  Esto causó el efecto cascada y otros artistas también desistieron de participar.  De arranque la propuesta inicial se redujo a la mitad.  Y estábamos a 1ro. de enero, no había demasiado margen de acción salvo aguantar lo que se venía.

 

     Ya con este caos la organización se encerró, literalmente, impidiendo el acceso de los artistas que estábamos ahí y que, de habernos permitido una colaboración concreta, hubiéramos puesto el hombro por el interés común de que el evento fuera la mejor versión posible.  Pero no.  No hubo acceso ni comunicación, bastante maltrato, y quedamos a la deriva.

 

    El organigrama de actividades original se fue al diablo, la inauguración del 2 de enero fue y no fue, se anunció que la inauguración sería el 5, y quedamos en babia respecto que se suponía pasaba los días 3 y 4 de enero.  Los artistas (pocos) que concurrimos en persona fuimos esos días, abrimos las puertas y atendimos a la escasa gente que acudió, comprobando los otros dos garrafales fallos: la falta de publicidad del evento y la inexistente señalización del lugar.  No había carteles ni indicaciones en la zona que señalara la ubicación del lugar, que encima sin luz externa poco hacia para indicar su emplazamiento.  Ni un mapita, ni una dirección exacta.  Nada para favorecer la concurrencia de público al evento.










 

     De los pocos artistas que seguíamos yendo varios claudicaron, dejaron su obra expuesta, pero no volvieron a concurrir.  Otros decidieron esperar a la supuesta inauguración oficial del 5 de enero para decidir su continuación o no.  Se dio la apertura con reaparición de los organizadores, hubo música y un escaso brindis, y algo más de gente.  Seguimos sin iluminación, debida publicidad y nula señalización del lugar.  Pasado ese día, volvimos a la ausencia de los responsables, a la nada de información y destino, y a la poca concurrencia de los que lograban dar con la Casa.  En persona recibí a la Alcaldesa de Punta del Este quién, aun siendo del lugar y conocer la zona, lo primero que comentó fue su dificultad para llegar y la necesidad imperiosa de iluminar y señalizar el acceso.















 

     Tras la “apertura” del 5 de enero y la posterior continuidad del destrato, más artistas recogieron sus cosas y se fueron.  Quedamos sólo tres artistas asistiendo todos los días a abrir nuestros espacios y a atender al público que concurriera.  Triste final para lo que podría haber sido una fabulosa apuesta cultural.

 

      ¿Qué se podría haber hecho distinto?  Pocas cosas que hubieran marcado una gran diferencia.  De arranque, decirle a cada artista que llevara algún spot lumínico o proyector (de hecho, yo llevé dos pequeños para mis esculturas que fueron al cabo lo que iluminó mi espacio), y hubiéramos cubierto la falta de luz interior.  Claro, también exigir al propietario del lugar algunos proyectores potentes para el exterior.  Pero no era algo ni complejo ni caro y supongo que con el pedido oportuno y concreto hubieran estado disponibles.  Para señalizar la casa desde el camino principal, si les era imposible hacer carteles o banners, nos hubieran pedido a los artistas la confección de telas o maderas con el nombre del evento más el propio para colgar en la arboleda circundante a los accesos.  Seguramente no hubiéramos tenido ningún problema en hacerlo.  Y trazar un mapita de fácil lectura, hacer pequeños volantes (en fotocopias, cuatro por hoja y pedir a cada artista unas, que se yo, 20 0 30 impresiones y recortes) y salir a repartirlos en el Club de Golf (en frente de la casa) y en algunos paradores de playa.  ¿Tan difícil difundir a la antigua?

 









     Y respecto a la paupérrima vernisagge, si no había presupuesto y algunos sponsors se cayeron (lo que supimos después), ¿por qué no avisarnos a los artistas para  que, aquel que quisiera y pudiera, llevara los insumos para armar la propia?  De haber sabido que la bodega supuestamente auspiciante no iba a colaborar con demasiadas botellas ni todos los días, yo hubiera comprado en cualquiera de los bien provistos supermercados de la zona algunas bebidas para convidar a las visitas de mi espacio.  Gustosamente habría armado una pequeña isla de invitación en el hall lindero a mi lugar, que hubiera atendido en persona.  SI quienes organizaban simplemente hubieran compartido los problemas logísticos en lugar de encerrarse en su soberbia hubiéramos podido hacer un evento muchísimo mejor. Una imperdonable estupidez dejarnos afuera.








 

     Pese a todo esto, a nivel personal, la experiencia me resultó muy valiosa.  Aun con la dificultad de la distancia pude trasladar la obra y armar una sala con la estética que quería, luciendo a mi criterio realmente atractiva para el espectador.  La gente que concurrió (y varios colegas) no sólo se demoraron a contemplar mi trabajo sino que se acercaron a conversar sobre el mismo, de modo valioso y enriquecedor.  La publicidad de mi puesta en particular existió porque yo la había previsto desde Buenos Aires (¡gracias Alexis! -Contenidos Digitales del Sur-, un community manager para difundir por Instagram que fue el mejor descubrimiento en esta experiencia). 










 

     Y lo más grato de todo, utilizar la muestra como excusa para reencontrarme con una de mis primas, con quien llevábamos años sin vernos pese a vivir ambas en BAires.  Pero somos así de extravagantes y necesitamos articular nuestros encuentros en contextos exóticos y originales. 
























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