Mediodía
del 1ro. de año, tratando de que toda la obra entre en un auto. Renuncié a los sofisticados embalajes,
imposibles con las puntas y recovecos de los arlequines y mis damas venecianas. Julian se sienta dónde puede y
me da el OK de iniciar la travesía.
Abordamos con absoluta tensión el buque,
pero todo estuvo en regla y del lado argentino no hubo problemas. Cruzamos el río.
De nuevo el suspenso y a contener la respiración,
pero el señor de la aduana uruguaya abrió la puerta de atrás del auto y Julian
le sonrió y estuvo todo bien. Le gustó
lo que vio (“Muy lindas las artesanías, felicitaciones”) y entramos a Montevideo
y pudimos volver a respirar con normalidad después de muchas largas horas.
Llegamos
a Punta del Este ya entrada la noche, imposible ir a montar a esa hora. Así que quedó para la mañana del domingo
2. Ahí fuimos.
Y así quedó todo:
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