Avances experimentales
Reconstruí
el papel soporte (ahí donde se me ocurrió cutter en mano rebanar un pedazo)
con remanentes de papel batik verde.
¿Quedó bien?, para nada. La superficie
está hundida y el remiendo mal adherido.
Pero como ese tipo de imperfecciones son normales en mis obras no es
suficiente para desalentarme. Agrego
pedacitos de partitura en las esquinas para emprolijar esos sectores y gracias
a mi dislexia los pego al revés. Es tan mío
ese error que termina resultándome lógico que estén invertidos. Sigo.
Me
dedico a “limpiar” la superficie: a las figuras femeninas y a los angelitos los
redibujo con lapiceras de tinta en gel (una total impertinencia reducir a
Rubens a un juego de biromes…), y abuso en la inclusión de más cartouches
y ornamentaciones varias mientras desaparezco los vestigios de mapas del
diseño original. Al resto lo unifico en
un negro mate, para nada definitivo. Quién
sabe que más habré de hacer por ahí.
Contra mi
naturaleza establezco un fondo aceptable antes de incluir la imagen central.
Algo irá sobre todo el conjunto, probablemente un retrato, quemado y con muchos
huecos para que todo lo trabajado abajo esté arriba y quede como anécdota que
fue primero y que después. Mélange. Mixtura mestiza. Lo que hacemos y lo que somos.
Mientras
trabajo recuerdo por qué abandoné este tipo de soportes sobre bastidor de
madera. No puedo doblarlos, no los puedo
acomodar en la cercanía de mi visión limitada de miope. Necesito que todo sea más chico y más
flexible, yo trabajo acompañando la obra con mi cuerpo, amontonándonos juntas
una sobre la otra. La rigidez de la
madera me impone distancia y eso me dificulta la comunicación. Seguramente volveré pronto a mis papelitos,
más íntimos y gratos, aunque luego se vuelvan caros de enmarcar y frágiles para
el transporte. Pero el placer del hacer
es lo que manda.
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