Hay un
sector en mi taller donde amontono las obras inconclusas, los trabajos fallidos
y mis extraños experimentos inexplicables.
A veces, como me sucedió esta mañana, recupero alguno y me apronto a
usarlo como base o como soporte o como parte de algo nuevo por hacer.
Esta obra
inconclusa es muy vieja, de cuando no quemaba el papel sino que lo rasgaba y sacaba
pedazos con un cutter, de manera que quedaran huecos a través de los que
se colara la pared sobre la que fuera a colgarse. Un bastidor de madera con papel misionero tensado sobre
él. A mi opinión actual un verdadero
espanto. Debió ser parte de mi serie “Plagaria”,
porque replica una parte del Juicio de Paris, de Rubens, y
se inicia el trazado de un mapa con un cartouche, así que data del 2000
o 2001. Ha ido y venido conmigo en un par de mudanzas.
Mi primera
intención era tapar todo, reconstruir el hueco, y sobre eso trabajar con otros
papeles arrancando de cero una nueva composición. Pero me gustaron algunas líneas, el angelito
del extremo me sonrió y decidí usar parte de lo ya hecho y avanzar desde ahí.
Puede
pasar que el espíritu de la inconclusión ya esté impregnado en ese trabajo y,
haga lo que haga, esta sea una obra destinada a frustrarse. Pero de momento ha logrado volver a captar mi
atención y nos dedicaremos a ella por un rato.
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