El mal
humor tiende a desbordar mi lógica. Me impulsa a ser irremediablemente más
yo. Un berrinche, en mi planeta, es una
silenciosa puesta en evidencia, una manifestación exacerbada de quién soy.
Así, el
enojo de estos día cayó sobre mi Cabeza de Peluca, esa que había
soportado mis amagues adolescentes y que recuperada y puesta a ser terminada
en este segundo intento ha sido receptora de mi ataque de identidad.
Y así
recepcionó cintas sujetadoras del cabello rotas, naipes, tapas de pote de
helado, pedazos de aros, un pompón de un gorro de invierno, la cajita de un pan
dulce y el resto de un embalaje de correo –cuya otra mitad fuera a formar parte
de mi Caballito de Carrousel.-
Y unas cintas navideña corpóreas, muy convenientes para el plegado. ¿Mi argumento? Variable: por momentos era
salir en diversos planos, después captar el avance imponente de un mascarón de
proa. Después –¡afortunadamente!- sólo se trató de jugar y calmar los nervios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario