Había sido hace años un proyecto fallido, donde la derrota se debió a la limitación de
recursos y a la torpeza técnica.
Después, a la par que uno fue insistiendo, aprendiendo y mejorando un poco, otros
proyectos ganaron el escaso espacio de mi taller. Pero ese viejo plan de intervenir maniquíes
quedó rondándome como una sombra y, finalmente, llegó la oportunidad de hacerlo y
en concreto para integrar una puesta de ambientación.
Cuando se lo
comenté su primera pregunta fue, obviamente, el cómo pensaba hacerlo. Simple, dije, voy a bajar todo a mi zona de
confort, o sea, al papel. Creyó que era mera
teoría, la ilusoria argumentación para tranquilizarme frente a un desafío que no
había logrado superar en el pasado. Ya
avanzada en la acción, con un par de cosas listas y el resto bastante próximo a su destino, le confirmaba ayer –café mediante- que era tan simple como eso:
lo mío es el papel, puro y leve papel; soy un Midas que toca y convierte su entorno en cartón pintado. Ayer te lo explicaba, hoy te dejo atisbar de cómo va la cosa: