martes, 26 de febrero de 2019

































     Había sido hace años un proyecto fallido, donde la derrota se debió a la limitación de recursos y a la torpeza técnica.  Después, a la par que uno fue insistiendo,  aprendiendo y mejorando un poco, otros proyectos ganaron el escaso espacio de mi taller.  Pero ese viejo plan de intervenir maniquíes quedó rondándome como una sombra y, finalmente, llegó la oportunidad de hacerlo y en concreto para integrar una puesta de ambientación. 

     Cuando se lo comenté su primera pregunta fue, obviamente, el cómo pensaba hacerlo.  Simple, dije, voy a bajar todo a mi zona de confort, o sea, al papel.  Creyó que era mera teoría, la ilusoria argumentación para tranquilizarme frente a un desafío que no había logrado superar en el pasado.  Ya avanzada en la acción, con un par de cosas listas y el resto bastante próximo a su destino, le confirmaba ayer –café mediante- que era tan simple como eso: lo mío es el papel, puro y leve papel; soy un Midas que toca y convierte su entorno en cartón pintado. Ayer te lo explicaba, hoy te dejo atisbar de cómo va la cosa:



















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